Por: Roberto Candelaresi
Introducción
En esta era de “sociedades líquidas”, donde las ideologías tradicionales se han diluido … o incluso «combinado» entre sí, en el escenario político argentino tenemos sin embargo un fenómeno novedoso en el que una fuerza supuestamente nueva, y profundamente ideologizada, sedicente “libertaria” pero que responde a los cánones de la derecha conservadora, hace 10 meses que no cesa en debilitar al Estado y poner en cuestión todo el andamiaje de derechos sociales, laborales e identitarios, que durante décadas -y no sin luchas mediante-, básicamente el peronismo (con algunos aportes de otras fuerzas populares) fue instaurando en las costumbres sociales, y en la cultura legal.
Hoy, en términos reales, cuanto en el imaginario colectivo, el justicialismo [autoridades partidarias, legisladores, mandatarios subnacionales, etc.], no parece estar dando la batalla en defensa de sus logros, al menos con la intensidad necesaria en relación a la virulencia desplegada desde el gobierno Mileísta y sus consejeros macristas. Mas bien, parecen estar siempre a la defensiva, con escasa actitud propositiva.
Es sabido que después de una derrota eleccionaria, y de la inesperada proporción ‘dantesca’ que fue la del año pasado en el ballotage, todo partido político o estructura o alianza electoral, sufre un cimbronazo tal que deja secuelas en toda su urdimbre, que suele prolongarse más o menos en el tiempo para restañar heridas y restablecerse. Pero ello es al ‘interior’ de la fuerza partidaria organizada. Habrá discusiones acerca de los posibles errores, o falta de competitividad, pero también de un nuevo programa para volver a la victoria. O al menos debería haberlas.
Desde la sociedad, desde la militancia o el pueblo simpatizante, ¿cuál es la perspectiva que se tiene sobre el peronismo? Es evidente que una proporción los ha circunstancialmente abandonado, pero además de ganar voluntades las “nuevas” propuestas anarco-capitalistas, la decepción, o insatisfacción del último gobierno, fueron determinantes para ese éxodo popular, o … el justicialismo acaso es hoy un «anacronismo»?
Para tratar de contestar eso, antes establezcamos algunas nociones …
La Idea contemporánea del Peronismo
Así como para muchos, es el símbolo de la inclusión y el ascenso social de millones de personas; para otros, representa el mayor obstáculo para el desarrollo nacional. Es un partido, pero más que nada; un movimiento (que aglutina semejantes), es una doctrina (escrita y filosóficamente fundada) pero también, y aquí su importancia sociológica; un sentimiento. Su dinamismo lo hace pragmático, pero no baja sus banderas ideológicas, tiene una impronta revolucionaria, de cambios y profundos, pero su tradicionalismo lo acerca a lo conservador, de derecha e izquierda, según la perspectiva. Siempre ubicuo.
Alguien dijo que el peronismo es la identidad política más persistente del país y, por eso, un enigma controvertido y apasionante, para los analistas. Y también para el misterio de los ciudadanos, ya que, en diferentes épocas, el “peronismo” tuvo distintos sentidos.
Otro aserto que nos animamos a formular es el «Antiperonismo» que le es connatural. Su némesis, que lo reflejó y desafió siempre. La última constatación que agregamos en este acápite, es que el peronismo es un producto de la cultura política argentina y a la vez un factor decisivo en su conformación. De allí la necesidad de los interesados de entenderlo para comprender al país.
La moda de los conceptos
Las expresiones nacionales y populares, casi tanto como la izquierda típica, en mundo en pleno proceso de globalización (con marchas y retrocesos, pero siempre en evolución) tuvieron que luchar contra la ‘declaración’ de su irreversible obsolescencia que se planteara desde Fukuyama. Pero, debilitadas, sobrevivieron.
Por otro lado, la novedad es que la «derecha» como tal, todas las expresiones que exaltan los órdenes sociales más o menos estáticos, conservadores, libre mercado y liderazgo del capital, no colectivistas, individualistas, etc. admite libremente su condición, sin ambages ni tapujos vergonzantes como lo hizo, en general, históricamente. El camuflaje dio paso al ‘vestido de calle’, aunque sigan distorsionando otras nociones, como «cambio», con la que pretende disimular su propensión a conservar las relaciones de poder existentes en la sociedad.
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Las manifestaciones extremistas, como la del presidente Javier Milei en Argentina, es paranoicamente acusar a aquella izquierda de acechar en cada rincón y al “comunismo” (¿) de dominar las organizaciones supranacionales y al mundo (¿?).
El ineludible Debate
Desde el campo popular, se debe producir un debate propositivo, que no ha sido aprovechado en los últimos tiempos, tal vez producto de la crisis del perdidoso que comentamos más arriba, pero por esa condición, más necesario que nunca.
El planteamiento debe ser desde el interior, desechando las impugnaciones que se hacen desde “afuera” y mucho menos tolerando obstrucciones regresivas [precisamente desde la derecha que hoy campea en el país]. Desde la militancia se puede cuestionar a la dirigencia: alcances, límites, suavidades para con algunos actores, o insuficiencia de posiciones, es decir, objetar algunas prácticas, o su intensidad, o la pretendida superioridad moral de algunos.
Definir el kirchnerismo como corriente interna (hegemónica hoy o no) dentro del movimiento me parece también un deber, y desbrozar su identidad del progresismo que el imaginario colectivo, especialmente opositor anti-k, en un reduccionismo simplificador le asigna con exclusividad. Ello aclararía la verdadera problemática que el progresismo presenta, que ciertamente trasciende los objetivos del kirchnerismo, aunque sean compatibles (tanto como lo son con el peronismo troncal) con ellos. Y, por otra parte, esclarecería algo a los adversarios confundidos (y odiadores).
Hacia adentro, el debate amplio ayuda a moderar las líneas de tensión entre corrientes y opiniones tácticas, propias de prácticas políticas diversas (por origen, ámbito o territorio). Los fundamentos reflexionados y discutidos para adoptar nuevas posturas consensuadas, serán así, mucho más sólidos. El proceso sin hostilidad, es de una gran productividad crítica.
En lo táctico deberían revisar las estrategias de la derecha (LLA+PRO) que buscaron enfrentar a lo popular, progresista y de izquierda, situándolos en una en una posición conservadora, defensora de la democracia y del intervencionismo estatal; mientras que exitosamente proyectaron hacia la sociedad, un lugar de rebeldía, interpelando especialmente a los jóvenes.
Fueron capaces de capitalizar la indignación social, pateando el tablero para apropiarse de las banderas anti sistémicas, o sea, construyendo mediante anti corrección política. Y mientras la derecha se radicalizó formando un nuevo sentido común, el campo popular no solo no fue capaz en sus últimos mandatos como opositor o gobierno, de perfilar un proyecto transformador, ¡ni siquiera fue capaz de imaginarlo!
Tomografía social
El paradigma liberal-progresista que dio origen al progresismo moderno, dejó sus huellas ideológicas tal como, por ejemplo, que el “cambio” ha de ser gradual y no revolucionario, no violento, colaborativo, defendiendo las ideas (o nociones) de la igualdad de las personas y los derechos humanos como universales. Esta concepción caló hondo en gran parte del imaginario social.
Lo que sigue en el candelero de la crítica, por parte de simpatizantes del campo popular, es una cierta actitud o estética, moralista, pero hipócrita a la vez, por parte de militantes progresistas (al estilo woke, de lo que hablamos en otro trabajo), que reducen casi toda la problemática social (principalmente la ausencia de justicia económica y social entendemos nosotros), a temas de discriminación de géneros e identidad sexual. Para muchos, hay incluso dirigentes que promueven una acotada agenda en la oferta electoral, que sería producto de una doctrina burguesa y foránea, que ha logrado infiltrarse en la idiosincrasia de muchos.
La tradición sigue pesando para demasiados militantes del campo popular, por ello es que es menester cultivar los debates en su seno.
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¿Derrota electoral o capitulación?
Cuando Javier Milei resultó el más votado (y mucho) el año pasado, cundió la desazón en las filas peronistas y en sus aliados, al tiempo que se dispararon muchas interpretaciones del fracaso eleccionario, y aunque ciertamente, la lógica indica que la causalidad se debe conectar – básicamente, no enteramente – con el último oficialismo, algunas voces se alzaron criticando la “excesiva cercanía” del peronismo con cuestiones de género y diversidad sexual, que habrían incidido en el alejamiento de sectores sociales del interior.
En este punto, ha de admitirse que las reivindicaciones de minorías por amparo y reconocimiento, fueron efectivamente atendidas por las gestiones peronistas, y muchas se transformaron en leyes, que son a la vez, hitos de progresismo. Pero también, ha de considerarse que el peronismo histórico, fue siempre un “avanzado” en esta materia, incluso en una época que los temas vinculados a la mujer, al matrimonio, etc. eran tabú para la agenda pública, gestando normativas que ampliaron derechos.
El tema en realidad, pase por enfocarse en la vocinglería de militantes urbanos, ufanos, sin límites y carentes de la prudencia necesaria, para evitar irritar a grandes sectores sociales más proclives a las tradiciones católicas, y su real efecto en tales poblaciones. Hay hasta una estética que se pretende preservar en el interior profundo, y cuando se pretende imponer una distinta (como el lenguaje «inclusivo»), se percibe como un agravio [el centralismo porteño que avasalla, por ejemplo].
De hecho, el fenómeno descrito, se distingue a veces como una traición al sujeto histórico del peronismo, el trabajador, o, al menos como un abandono simbólico, ya que, en el mismo periodo, no ha recibido tanta ampliación de derechos.
Otro tanto ha ocurrido con las intervenciones de las políticas públicas, que, en los últimos años de gobiernos populares, se orientaron a asistir a los niños vulnerables interponiendo como tutoras de la ayuda material a las madres, y no a los padres. Absolutamente atendible en tanto que la existencia de familias monoparentales hoy representa la mitad del país, y en gran número las encabezan las femeninas. Sin embargo, el varón que se siente aún proveedor en su rol social, se siente desplazado, y molesto contra la administración “feminista” que no lo interpela por su prole.
El proyecto libertario, con su impronta estética y emocional masculina, pasó el rastrillo fino por el desencanto masculino, llevando muchos a su identidad.
Por ello estimamos que el peronismo debe retomar un rumbo de equilibrio, y volver – como lo hizo en su pasado – a convivir con posiciones conservadoras con un discurso y acciones de avanzada.
Sumar más hombres a recelar de la avanzada neoconservadora. Esos hombres nuevos, que no representan al trabajador industrial típico del siglo pasado, sino mezcla de entrepreneur, free lance, independiente o buscavidas, deben ser tentados por la seguridad y estabilidad que puede brindarle una comunidad para visualizar un futuro posible, antes que un individualismo apático a pura incertidumbre (nihilismo social propio del neoliberalismo). Lo colectivo no implica opresión, como mal enseña el libertarianismo mileísta a esos nuevos sujetos sociales.
La tarea actual a que se debe abocar el movimiento popular, es la de refundar la visión de comunidad solidaria, menos cruel, ideas colectivas para garantizar la justicia social e idear una estrategia de acercamiento a sectores que se sintieron atraídos por lo disruptivo, lo “nuevo”, la “antipolítica” que repudian a todos los “corruptos” de la «casta».
Revisión y Conclusiones
Hace mucho rato que las cuestiones de coyuntura, morales, desplazaron la discusión política. Los problemas estructurales no fueron atendidos. Apenas parches. Los mea culpa tardan en aparecer, si alguna vez lo hacen. Los liderazgos fuertes retrasan, pero no evitan la diáspora del electorado, cuando las promesas (o expectativas) no son cumplidas. La decepción es una fuerza centrífuga.
A la dirigencia del movimiento popular, cabe endilgarle la errónea lectura de los malestares sociales, la falta / ausencia de equipos y consultores serios, orgánicos, que den cuenta del desarrollo del fenómeno social (encuestas, informes, focus groups, sondeos digitales, etc.) es evidente. Casualmente, todo lo contrario, a lo que sucede en las fuerzas de derecha del espectro político, donde sus lideres se guían a través de consultas y pulsos que miden el humor y el interés popular, y ciertamente, les ha ido muy satisfactoriamente a nivel electoral.
El descontento fue aprovechado por el vigor libertario. Ya es historia. El relato radicalizado creado con posverdad (exagerando corrupción, niveles de inflación, etc.), no supo tener en el gobierno popular un contradiscurso eficaz. La pandemia mostró una derecha sin escrúpulos para mentir e incitar a conductas antisociales, pero la respuesta gubernamental siempre fue medrosa, sin ánimo de confrontar abiertamente, por lo que su lógica se debilitó. El poder o se ejerce (simbólica y materialmente) o se diluye.
Una gestión ya desgastada produjo un candidato [S. Massa] que prometió una “continuidad” o, si se quiere, cierta “normalidad”. Frente a eso, el libertario [J. Milei] se presentó como el “progresista” que venía a cambiar el orden de las cosas, es decir, atacar al ‘conservadurismo’ del gobierno popular. Mientras este cuestionaba, el otro pretendía preservar todo, o, reivindicaba una bonanza de la «década ganada», que, especialmente después de Macri, ya era una etapa cerrada; la actual ya tenía demasiadas incertidumbres. Esa al menos resultó la percepción generalizada del electorado.
Por otra parte, debe considerarse que las percepciones ciudadanas han cambiado precipitadamente en los últimos años, grandes masas desertan de sus otrora lealtades, se reconfiguran vertiginosamente las fuerzas en pugna en todo occidente. Los pactos sociales ya no son permanentes como se creía en Argentina solo 10 años atrás. Por ello, no es de extrañar que los mismos beneficiarios de ciertas políticas instrumentadas no hace tanto tiempo, busquen otras fuerzas que les prometan nuevas posibilidades, sin adherir a la que efectivamente les garantizó y cristalizó aquellos beneficios. El voto adverso no yace solo en el odio o el resentimiento.
La duda queda: ¿podrá resurgir un nuevo liderazgo popular (léase dirigencia múltiple) con verdadera vocación de ejercer el poder como enseña la derecha?: Sin vergüenza ni culpa. Someter una nueva propuesta, un nuevo modelo de país, y hacerse cargo, ir a fondo, sin victimizarse por el pasado (incluso por su propia decadencia).
Para ello será menester expurgar sus filas dirigenciales y organizarse. La participación de la militancia es fundamental. No se trata de grandes consignas ni un discurso fácil. El futuro no depara una fiesta, al menos en lo inmediato. La clave, sostener las banderas históricas con el compromiso de cumplir con sus consignas. La juventud sabrá leer la realidad de otra manera, especialmente después de la lección por la dura que hoy padecemos todos.
Mientras, se busca un líder potente y competente.
Octubre 2024
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