Por: Roberto Candelaresi
Introducción Histórica
La modalidad primario-exportadora caracterizó la inserción de nuestros países latinoamericanos en la economía mundial, y forjó estructuras productivas, actores sociales y perfiles políticos, ya desde el inicio de las nuevas naciones. Esas fuerzas productivas que se desarrollaron al calor de la demanda externa, ya reconocían el antecedente de la época colonial, en que las metrópolis imponían que se requería producir y como, atendiendo básicamente sus necesidades, y no las instancias locales.
La burguesía que emergió, o en su caso, continuó con este esquema de negocios, lo hizo entonces pensando en las oportunidades del mercado externo y en el recurso del capital extranjero para ampliar las actividades y enriquecerse, por lo cual, la mayoría de esos comerciantes y productores, no se fijó casi nunca en oportunidades o alternativas de desarrollo para la comunidad local.
Una vez “liberados” de España o Portugal, la inserción en el comercio internacional se orientó a las potencias ricas, Gran Bretaña y Francia básicamente, que continuaron marcando el camino de los productos para ofertar, y así privilegiar algunos rubros de negocio sobre otros. Por supuesto la burguesía se asoció tempranamente a este esquema con agentes extranjeros inversores y demandantes de ciertos productos.
Algunas crisis de balanza de pago a fines del XIX, ya alertaron sobre el posible traspié que el sistema podría tener, pero lo que fue determinante fue el estallido de la primera gran guerra, que deterioró súbitamente la cadena de suministros y, por tanto, el motor de acumulación vigente durante al menos 50 años. Antes y después del conflicto, la desigual distribución de la riqueza, denunciada por tantos inmigrantes socialistas y anárquicos, promovió movilizaciones sociales de protesta y huelga, que provocaron a su vez la reacción de la élite rica y gobernante, traducido en trágicos episodios de represión para la clase obrera.
El abastecimiento externo, básicamente constituido por bienes manufacturados de toda especie, dado que en el país (igual que en los vecinos) la industria era incipiente, fue reducido a la mínima expresión, con lo que estas economías sureñas recibieron el mismo impulso industrializador, y los talleres se convirtieron en fábricas. Este fue el primer período conocido como industrialización por sustitución de importaciones.
Cuando sobrevino la ‘normalización’ de posguerra en Europa, ya Estados Unidos emergía como nueva potencia mundial, y ambas economías ‘continentales’ presionaron a los países que habían alcanzado un desarrollo relativo, a retornar a los flujos de intercambio ‘tradicional’, es decir, a reocupar el rol de productor/exportador de materias primas. Sin embargo, algunos países más avanzados de la región, bajo la gestión de gobiernos nacionalistas y populares, (varguismo brasileño, peronismo argentino) pudieron mantener una cierta desconexión con la división del trabajo mundial y sostener Estados de Bienestar.
Desde la inconvertibilidad del dólar en oro unilateralmente decretada en EE.UU. y, la crisis del petróleo en la misma década (’70), se reconfiguró el modo de la acumulación global y comenzó a reestructurarse la producción a nivel mundial, bajo el gerenciamiento de grandes transnacionales, por lo tanto, los flujos de intercambio volvieron a la fase industrializados / productores primarios.
Surge el neoliberalismo, que conlleva un cambio hacia la financiarización de la economía mundial, la circulación de colosales capitales reorganizando la producción y el comercio en el planeta. La posibilidad de implantar el nuevo esquema, que en nuestros países implicaba una regresión a la economía extractivista, atacando a los sectores industriales de consumo interno, y otras áreas comerciales y de servicios nacionales, solo se dio por la presencia de dictaduras militares en todo el cono sur. Las mayorías sociales fueron excluidas.
La sobreabundancia de dólares del gran capital, se inyectó a bajas tasas (pero variables) en Latinoamérica, endeudando tanto la economía privada como la estatal. La inversión productiva rara vez fue destino de esos préstamos casi compulsivos. Como siempre ocurre, el ciclo financiero es alterado abruptamente por –por ejemplo– subas de tasas en EE.UU. o Europa, y los capitales extranjeros migran hacia esas plazas, generando sangría de divisas y problemas de balanza de pagos. Crisis para la periferia.
Las deudas hay que honrarlas, es el lema de los países centrales, nada importa el origen dudoso de legalidad y legitimidad de, por ejemplo, los gobiernos dictatoriales que tomaron ‘irresponsablemente’ esos fondos. Con altas tasas y tan fuerte endeudamientos, fue imposible crecer, («década perdida»), solo transferir valor a los acreedores. El resultado en el Sur: alta inflación y una regresividad pasmosa, presupuestos ajustados, términos de intercambio desfavorables, etc.
Seguidamente, a fin de renegociar las pesadas deudas ‘aparecieron’ diferentes planes generalmente elaborados en el departamento del Tesoro del norte [Baker, Brady], a fin de cambiar esas deudas en mora por “nuevas”, el famoso “Re perfilamiento de vencimientos”, pero el objetivo central, era no desequilibrar balances de empresas cuyas matrices radican en el primer mundo. Esos “salvatajes” implicaron aplicar una serie de «recomendaciones» del no menos famoso Consenso de Washington, cuyos pilares fueron la liberalización de mercados y la «desregulación» de todo control estatal sobre ellos. En la práctica significó una nueva reconversión productiva para obtener divisas.
Nuevo Patrón Exportador de Especialización Productiva
Así denominamos el resultado de la nueva forma de reproducción del capital (en su vinculación con el comercio y las finanzas internacionales, pues está casi toda la matriz orientada a los mercados externos), acontecida en las últimas décadas tal lo descripto arriba en nuestra región. Esa orientación de los grandes capitales –a excepción de aquellos oligopolios destinados al gran consumo interno– hacia el exterior, define el escaso interés por las necesidades de las grandes mayorías, o clase trabajadora. La “patronal exportadora”, no suele comulgar con los intereses nacionales, sino que pone ingentes recursos para defender los propios. En otras palabras, esta clase dirigente económica, mira a los trabajadores como productores y, marginalmente como consumidores. Su función sería un factor de producción con la menor remuneración posible, de tal forma de quedar «competitivos» a nivel internacional.
La masa exportada de bienes, crece paulatina pero firmemente, resulta un creciente porcentaje del PBI. Las economías de la región, especialmente al incorporarse China como gran demandante de bienes primarios, promovió inversiones en infraestructura para facilitar las exportaciones (rehabilitación ferroviaria, ampliación portuaria, centros de logísticas, autopistas, nuevas vías interoceánicas, etc.). Todo este proceso, presenta una tendencia a la especialización productiva. Es decir, la demanda opera requiriendo de cada mercado-nación, los recursos naturales más competitivos que produce. La abundancia, la adecuada infraestructura de transporte y los bajos salarios relativos, son la tríada que determina ‘mejores’ precios y garantía de provisión para el comprador.
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Pero la lógica de especializarse en ciertos ‘rubros’ tales como producción agrícola extensiva (soja), minería, hidrocarburos, silvicultura, piscicultura, cría de ganado o aves, pesca, etc. fundamentalmente dedicados a la exportación para lograr buenos márgenes y divisas, tiene en sí el riesgo de abandonar el «proyecto de desarrollo» de algún, -o algunos- sectores productivos estratégicos, que en otras épocas se planteó y, con diferentes velocidades y profundidades, los países del subcontinente llevaron a cabo con bastante éxito.
No existe a nivel nacional ningún plan ‘maestro’, en todo caso, existen algunos planes parciales de estímulo para alguna especificidad que no proyecta al conjunto del sector industrial. Por tanto, el perfil exportador queda sin proyecto alguno, pero la actividad exportadora, es estimulada por la simple búsqueda de ganancias privadas, en producir todo aquello que sea demandado en el mercado mundial (no el doméstico), y sobre lo cual la región cuente con ventajas naturales.
Por lo tanto, el Estado no solo no participa directamente del fenómeno exportador, sino que solo se beneficia en la recaudación de impuestos ante la expansión de mercados, la comunidad de mayorías de ciudadanos no puede sacar provecho de la coyuntura positiva por demanda creciente. También ese factor de crecimiento, perjudica a la masa de consumidores, toda vez que, ante la suba de los commodities que los países exportan (volumen y precios) por el caso la pandemia, los precios en el mercado local, también se ven afectados a la suba.
El caso de bienes de mayor componente tecnológico como la industria automotriz, se hace con componentes provenientes del exterior y su producción fundamental es hacia el exterior, por tanto, esta producción no tiene mayor vinculación con la demanda de bienes locales. Además, esta especialización ya impuesta, lleva a un mayor atraso tecnológico y científico, pues generalmente no favorece la inversión en rubros que producen conocimientos e innovaciones. Es que en esta lógica (impuesta desde la demanda) no necesita avances tecnológicos ni científicos. Cuando la producción es más sofisticada, la tecnología se aporta junto a la inversión del capital extranjero, que así se genera mayor dependencia tecnológica y menor autonomía.
En el caso del extractivismo (que es la modalidad prevalente, tal como desarrollamos en otras notas), se produce tendencialmente depredación y empobrecimiento. Muchos de los recursos explotados en nuestros países por capitales privados, son NO RENOVABLES, por lo que –sin controles– marchan a su agotamiento y/o producen contaminación (tierras y aguas).
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Este patrón, propicia estos males colaterales, pues su objetivo empresarial es maximizar ganancias y sostenerse en el tiempo en la explotación de que se trate, sin ningún prejuicio de las consecuencias locales. En este punto cabe aclarar que; respecto a las condiciones humanas de los trabajadores involucrados directamente en las actividades extractivas son en general muy buenas, y los salarios percibidos, más altos que el promedio nacional amén de otros beneficios. El tema que suele pasar inadvertido, es que el dejar otros proyectos o no abarcar a la totalidad de la comunidad en algunos desarrollos alternativos, precariza y pauperiza a otro sector o sectores sociales que pierden así la dignidad de la supervivencia en su desamparo. Esta segmentación del mercado laboral, establece una creciente heterogeneidad entre sectores económicos, que terminan por obstruir cualquier otra actividad productiva. Condición que también es aprovechada por las empresas productoras / exportadoras para eventuales reemplazos de sus propios planteles.
El propósito de la nueva orientación exportadora
Ciertamente esta matriz exportadora tan bien ponderada por ortodoxos y desarrollistas, no se concibió para mantener niveles internos de consumo aceptables y crecientes, ni para específicamente atender el trillado déficit fiscal, sino básicamente para pagar deuda. Lo paradójico es que solo se orienta (y consolida) –con matices– a la exportación de materias primas, las que a veces, vuelven procesadas en importaciones como bienes de consumo, desbalanceando los términos del intercambio en contra de los intereses nacionales o regionales.
El extractivismo prevalece. Son siempre explotaciones a gran escala de RR.NN. y por ello, capitales intensivas, con procesos estandarizados que resultan en productos de poco valor agregado. Cuando participa el Estado bien sea en la misma producción (YPF, por ejemplo) o mediante la captura parcial de la renta en la actividad, se denomina “Neo-extractivismo”.
En algunos países es habitual que las comunidades ubicadas en torno a los grandes proyectos no sean consultadas, pese al derecho internacional reconocida a las comunidades originarias. Para algunas economías regionales es devastador en cuanto a la pérdida de fuentes alternativas de producción. Estos territorios, para la orientación exportadora a ultranza, son presentados como zonas de sacrificio.
En general, tanto economistas ‘ortodoxos’ cuanto desarrollistas, desprecian esas críticas, postulando que el objetivo de máxima debe ser aprovechar las ventajas comparativas de cada país, la dotación de factores y recursos para ofrecerlos al mercado mundial, y obtener así las divisas necesarias para … (¿fomento de I+D, inversión de capital e infraestructura o pago de deuda perenne?).
Si la ‘especialización’ es industrial en algunos países, generalmente abarca la faena del armado o ensamblado, y tareas de terminación, o confección de prendas de vestir, calzados, etc., suele responder al objetivo de abaratar costos –por los bajos sueldos liquidados y menores derechos y beneficios, comparados con los de los países centrales– o contar con una plataforma logística más próxima a los mercados a abastecer. En esos casos, pensemos en las ‘maquiladoras’ de Centroamérica, esos trabajos no le permiten liberarse de la pobreza, por lo tanto, NO es una salida hacia el desarrollo. Como tampoco lo es, en países dedicados a la oferta turística aprovechando sus atractivos naturales o, a los servicios financieros, puesto que en el primer caso, si bien para el Estado del que se trate, tiene una fuente de divisas, si el saldo es positivo en el rubro (gastan más los turistas recibidos que los ciudadanos locales que vacacionan en el exterior), el beneficio del negocio global (en mercados dominados por cadenas hoteleras, restauración y entretenimiento extranjeras) lo absorben grandes accionistas foráneos, y, donde el empleo local generado, fundamentalmente femenino, es de bajas remuneraciones y, en el último rubro, los beneficios como guaridas fiscales, son exiguos y no derraman fuera de la ‘industria’.
Vemos que esas ‘especializaciones’ en principio se estimulan para captar divisas necesarias para honrar deudas, pero al no demandar gran cantidad de mano de obra lo exportable, o, con bajas remuneraciones en los servicios, y, si solo sus saldos fiscales son utilizados no para sostener ni el consumo ni la inversión, no resultan en perspectivas de desarrollo directo.
El gran ausente, el Plan Nacional de Desarrollo
La demanda de divisas siempre acuciante, tiene dos propósitos básicos para los Estados de la región; pagar servicios de deuda, y para posibilitar cierto crecimiento abasteciendo con importaciones las necesidades de las economías nacionales. El antiguo problema de la escasez cíclica, que conocemos en la Argentina, “cuanto más se crece, más importaciones se demandan”. Y ello es así, porque las cadenas productivas no están integradas. Hay productos intermedios o básicos para la industria, o de la explotación agropecuaria, que no se producen en el país, todo ello por la temprana apertura del mercado latinoamericano que arrasó actividades que hoy se podrían realizarse localmente (una vuelta a la «sustitución de importaciones»), y ampliar así el mundo del trabajo y de la técnica.
Casi todos los países, tal como el nuestro, presentan superávits en sus balanzas comerciales, el pago de intereses y la remisión de utilidades de las numerosas empresas que operan en el país, constituyen los grandes ítems de déficit financiero sistémico. Ese aserto plasma el rol del capital del capital extranjero. Prestan para someter e invierten para sustraer las ganancias de la economía local.
Ese aserto plasma el rol del capital del capital extranjero. Prestan para someter e invierten para sustraer las ganancias de la economía local.”
Garantizadas a remitir utilidades, la inversión extranjera directa -frecuentemente asociada a grandes proyectos de desarrollo-, como la inversión financiera de capitales especulativos [ver actitud de Macri desangrando las reservas (apalancadas por el préstamo del FMI), para permitir que recuperen los dólares con altísimos beneficios conseguidos en el país], el aporte neto de divisas es menor en proporción comparando con el pasado.
Derrumbando mitos con la experiencia como Vector
El llamado modelo de crecimiento hacia afuera por la CEPAL, describía esta modalidad originaria de buscar el crecimiento, pero su peculiaridad radicaba en la alta dependencia del exterior, la misma institución de investigación viró su postura hacia otra , el “desarrollo hacia adentro” [priorizar la demanda interna], rendida ante la evidencia empírica de los procesos económicos en naciones con relativo éxito en su crecimiento y distribución de riquezas en forma autónoma (Argentina a la cabeza, Brasil, México y Chile). Ello no implicó desatender el comercio exterior, pero permitió concluir que las experiencias exitosas de crecimiento orientado a las exportaciones han sido el resultado de un comercio selectivo y de políticas de industrialización.
Por caso, ante el “milagro del libre mercado” chileno, enunciado por el propio Milton Friedman, digamos que se trata de un MITO duradero en la historia del desarrollo económico, toda vez que la diversificación de las exportaciones en Chile (forestales, minería no cuprífera, cultivos no tradicionales, piscicultura, etc.) no fue el resultado de las políticas de libre mercado, sino de intervenciones gubernamentales cuidadosamente diseñadas.
En todo caso, siguiendo una regla de oro clásica, “La inversión amplía el tamaño futuro de la economía”, es por ello, que a partir de la verdadera fuente del crecimiento que es la INVERSIÓN [ahorro nacional], abastecen el mercado interno y exportan Bienes Terminados. Es decir, la verdadera palanca de desarrollo no es exportar, sino su causa; la producción con valor agregado que se torna competitiva.
En ciertas épocas las políticas industriales se emplearon para gobernar efectivamente el mercado, enviando señales de mercado a nuevas áreas donde las iniciativas privadas habían sido subóptimas. Es un dato relevado, que el agregado de valor en las actividades productivas donde no intervino el Estado ha sido relativamente débil, comparando con las áreas asistidas con créditos, capacitación, traspaso tecnológico, etc. oficiales.
Las políticas económicas clásicas (teñidas de liberalismo) también se han enfocado en las ventajas comparativas naturales, que dan más importancia a la dotación de recursos naturales que a la acumulación de capacidades potenciales, el aprendizaje a través de la acción y la innovación incremental en nuevos sectores industriales.
Las políticas de libre mercado y con solo exportaciones producto del extractivismo [sin valor adicionado] siempre generaron problemas financieros y con la balanza de pagos que, tarde o temprano derivan en crisis de deuda o cuello de botellas [stop & go].
CONCLUYENDO
En un trabajo intitulado «América Latina y el mandato exportador» elaborado por Francisco Cantamutto y Martín Schorr, se sostiene que el fetiche de las exportaciones como fuente de desarrollo se basa en la omisión de esta clase de consideraciones, (y otras que ellos presentan acabadamente). Ellos también destacan, tal como lo hacemos nosotros, que en un “Programa de Desarrollo Nacional” orientado por las exportaciones, se debe siempre ANTES, ponderar la capacidad de lobby y el peso estructural que adquieren los actores asociados, como las grandes corporaciones involucradas en el proceso.
El porte del Estado nacional y, con más razón, los estados subnacionales, deben considerarse también en cuanto a la posibilidad de eludir su ‘captura’ por parte de estos actores poderosos (Ver minería en San Juan, o Jujuy). La experiencia indica que los actores económicos especializados en actividades de explotación orientadas a la exportación como las actuales son remisos a controles y regulaciones, y no escatiman modos de defensa de su fortaleza mediante sus recursos económicos y políticos.
No se trata sin embargo de aislarse del mundo y no intercambiar para sobrevivir con recursos propios, ello siempre conduce al empobrecimiento primitivista, pero sí imponer al modelo de crecimiento traccionado por las exportaciones, una distribución del ingreso mejor repartida, no para un «futuro promisorio», el desarrollo debe basarse en las necesidades locales, e incluso asegurar un nivel de vida decente para la población en su integralidad, considerar los conflictos sociales y ecológicos emergentes por el sistema, no es mucho pedir en compensación de la expoliación de nuestros recursos naturales, muchos de ellos estratégicos.
Como ortodoxos y heterodoxos o neo-desarrolistas parecen estar de acuerdo con la vía de la exportación para el desarrollo, en una modalidad totalmente acrítica, recordemos que esa orientación prevaleció durante las últimas décadas, bajo gobiernos de diferentes ideologías, sin producir resultados concretos.
PRÓLOGO
La única alternativa a una vida mejor, no puede ser el consumismo a través del endeudamiento de por vida, y con la disciplina laboral y social a la que están sometidos los asalariados, ya sea en los sectores obreros o en la pequeña burguesía. Con esta confusión ideológica, sumada al progreso de ciertos segmentos de producción local, pero de redes globales integradas [multinacionales], quieren volver a la idea que sí estamos en vías del desarrollo ahora. No compartimos esa visión.
Aquello revivió el pensamiento del neodesarrollismo, en formaciones sociales como Brasil, Chile, Argentina y, en menor medida, México. Basta con comparar el nivel salarial actual con el nivel de los años 60 para ver el equívoco imperante. La caída de los salarios de los últimos 40 años ha sido tan drástica, que cualquier aumento para determinados gremios o en general, parece ahora un cambio masivo en el poder de consumo de las “clases medias”, y esto sería una señal de que nos acercamos al desarrollo (y esa también es una falacia).
Además, la ausencia de un Proyecto de Desarrollo Autónomo, significa que la vida social está determinada por las contingencias de demanda de bienes que prevalecen en el mercado mundial. No existe un eje interno en torno al cual se organicen la producción, la distribución y el consumo.
Lo que tenemos en la región, en las nuevas condiciones de integración económica global, más que neodesarrollismo es un empeoramiento de las CONDICIONES DE DEPENDENCIA. Por lo tanto, romper el mito de las soluciones neoliberales de la vía exportadora única para crecer, ayuda no solo a prodigar una narrativa matizada y crítica de las tentativas fracasadas de desarrollo del pasado económico del país, sino también a construir un futuro posible. El actual modelo necesitaría el regreso de la Política Industrial como prioridad de la agenda política.
Febrero de 2022