La relación estratégica con China: ¿Asociación o nueva dependencia?

Por: Roberto Candelaressi

Ya hemos dicho en otras intervenciones que, luego de 20 años de estrechar vínculos con la potencia emergente del dragón, su participación en la economía argentina, y, similarmente en casi toda la región latinoamericana, ha devenido en muy importante y, ‘casi’ determinante en el rumbo material del país.

El contexto histórico en que este sostenido crecimiento oriental en toda la región latinoamericana, se produjo, se explica a partir del avance geopolítico que toma China ante el retroceso momentáneo de EEUU en ‘su patio trasero’, en atención a otros objetivos ‘trascendentes’ para la política exterior norteamericana; a partir del 2001 con ‘la guerra declarada al terrorismo’, con consecuencias bélicas en Asia y Medio Oriente, y, desde 2008, el involucramiento del país del norte con la crisis financiera de alcance mundial que surgió al estallar la bomba especulativa inmobiliaria, con el fin de estabilizar al sistema financiero internacional, que usa el hegemón como herramienta de dominio, y por tanto eminente.

Mientras, Latinoamérica, fue “atendida” con cierta asistencia solo para combatir al “narcotráfico” y, para entorpecer la marcha de gobiernos nacionales y populares instalados en el subcontinente desde la primera década del nuevo siglo. China, contando con fondos crecientes (a diferencia de sus endeudados competidores) anudó en estos años muchos vínculos de negocios y alianzas políticas, especialmente con gobiernos populares.

Institucionalmente, este estrechamiento en la Argentina se vio robustecido con hitos tales como; el Acuerdo de Asociación Estratégica del 2004 (NK), la ratificación y recategorización a “Integral” de la Alianza en 2014 (CFK), algunos tratados puntuales signados durante la gestión Macri, y, recientemente, la incorporación al Banco Asiático de Inversión de Infraestructura (BAII) en 2020, rubricado por el presidente A. Fernández.

El intercambio comercial y financiero ha crecido tanto que, aunque EE.UU. aún prevalece como principal inversor en el territorio (IED), China está muy próxima a superarlo. De hecho, la reciprocidad mercantil entre nuestros países, ubicó a China detrás de Brasil y antes de EEUU, como socio comercial.

En estos meses, la potencia oriental parece haberse recuperado anticipadamente de la pandemia, o al menos la ha controlado, de tal suerte que su mercado interno se ha reactivado (en contraste con Europa o Norteamérica), y su impacto por demanda sobre la economía argentina fue directo, tal el caso de carnes bovinas, cuyos precios internos se eyectaron por la presión exportadora.

Su plan pos-pandemia de relanzar los planes de expansión, son advertidos por la presión que comienzan a ejercer mediante sus lazos destinados a su aprovisionamiento alimentario o energético.

Los sectores que los asiáticos han avanzado con interés son; el agronegocio, la megaminería, la construcción de represas, centrales energéticas, las obras de infraestructuras (vías, puertos, caminos) y, las (mal)afamadas “granjas porcinas”.

Ya en este punto, deberíamos preguntarnos si esas importantes inversiones en ejecución o proyectadas, ¿contemplan las consecuencias sociales, ambientales y sanitarias? Creemos que sea este, un momento propicio para producir un hito histórico en la relación con el gigante amarillo.

En efecto, es claro que, durante años posteriores a la crisis del 2001, la fuerte demanda china de commodities agrícolas, primero, a los que se le fueron sumando combustibles y productos mineros después, produjo unos crecientes ingresos de divisas a las arcas nacionales, que fueron muy útiles para incluso desendeudarnos en su momento.

Pero, al mismo tiempo, ese modelo consolidó una matriz de negocios particularmente benéfica para el complejo oleaginoso-cerealero argentino, cuyas ventas se incrementaron cuantitativa y cualitativamente en modo significativo.

Garantes como proveedores de alimentos no solo para consumo humano, sino animal, – dado el crecimiento de la cría de carnes de cerdo y pollo para satisfacer el alta (y creciente) demanda del mercado interno chino –, las empresas exportadoras y de la agroindustria (pellets, aceites, etc.) incrementaron sus utilidades mucho, pero en forma concentrada.

Una decena de empresas, la mayoría de capitales extranjeros, se llevan la gran tajada intermediando. El desgaste de los recursos naturales como la amortización de su capital de trabajo, es carga para los productores del campo, que son a su vez, sus clientes proveedores.

La sojización del país, la expansión ilimitada de la frontera agropecuaria, la afectación de bosques nativos y la erradicación de humedales para pastura, son todas consecuencias por el “furor” de la provisión a China, pero pasivos para nuestra nación. Por eso, ante el repunte de la demanda, no es aconsejable profundizar el modelo. Si no, replantear toda la ecuación, incluso participando a las autoridades orientales de una nueva visión.

Es evidente – como ya describimos arriba – que el interés chino es garantizar una estrategia alimentaria integral para su, cada vez más sofisticado, pueblo. Seguidamente hidrocarburos y metales le siguen en orden, y todo plasmado en inversiones en marcha u ofrecidas.

Para mayor abundamiento (y certeza), el comité central del Partido Comunista Chino (PCCH) publicó el LIBRO BLANCO para América Latina (2020), en el que dejó en claro los nodos de sus intereses en la región. Conocido el dato, se trata de planear desde la plataforma de decisión de la Argentina, planteándolo como objetivos estratégicos.

El presidente Xi Jianping ha anunciado una inversión de 250.000 mill. de U$S en América Latina para los próximos 10 años. Ello, en realidad no es una ayuda directa para el desarrollo – aunque pudiera serlo – sino estarían destinados a infraestructura de la “franja y la ruta de la seda”, o sea, para mejorar el aprovisionamiento chino en sectores claves.

No ajeno a esto último, sería la decisión de una empresa gigantesca de dragado [Shanghái Dredging] como candidato a participar en la licitación en ciernes de la Hidro vía Paraná/Paraguay, terreno estratégico, si los hay. Esa calidad es compartida por varios países que utilizan la cuenca.

De los mayores proyectos de infraestructura que el gigante asiático está desplegando en nuestro subcontinente, nuestro país recibe algunos de relevancia. Repasemos:

  • Sector hidroeléctrico en PATAGONIA. La construcción de las 2 represas sobre el Santa Cruz, es la mayor inversión china fuera de su país en el rubro (U$D 4.770 mill.).
  • Adquirieron el 50% de la operación de la mina de Veladero en San Juan.
  • Ofrecen adquirir participación en la explotación Binacional de Pascua Lama en la frontera con Chile.
  • En La Rioja, una subsidiaria china adquirió a una firma inglesa la explotación de LITIO, y en el mismo sector estratégico, pero en Jujuy, otra gran compañía de ese origen tiene el 50% del proyecto de litio Caucharí-Olaroz.
  • Inversiones ferroviarias: Acuerdo por el ramal Belgrano Cargas, para bajar costos de transporte a puertos, coincide con la extensión de la frontera agrícola hacia el Norte. 3384 kms en 13 provincias, U$S 4695 mill. como apuesta global del gobierno chino, y U$S 490 mill de préstamo para la adquisición de material rodante (pasajeros y cargas).
  • La gigante COFCO adquirió recientemente las cerealeras NIDERA y NOBLE, en consecuencia, hoy es la agroexportadora más grande que CARGILL. Cuenta con muelles/puertos propios, con plantas procesadoras y tomó una porción de la generación de semillas y el negocio biotecnológico.
  • Otra propuesta que genera inquietud, especialmente por la magnitud que puede significar y sus consecuencias, es la posibilidad de la cría de cerdos en “mega granjas”, conocida como “Acuerdo Porcino”. Esta actividad fue y es combatida por ONG y ambientalistas de toda laya, de modo que el propio gobierno le bajó el perfil a la cuestión. Es conocido que un par de años atrás, el rodeo de cerdos sufrió la “peste (gripe) porcina africana” en territorio chino, con alcance devastadores. Argentina es libre de PPC sin vacunación desde mayo de 2005, status que se quiere naturalmente mantener. Sin embargo, y al amparo del convenio a nivel nacional (Inter gobiernos) las provincias del Chaco y Santiago del Estero, continúan negociando las pautas para desarrollar el negocio, dado que la seducción sobre esos gobiernos locales, es el flujo de divisas y la reactivación económica de amplios sectores rurales.

Problematizando la oportunidad de desarrollo

La propia CEPAL cuestiona en su «Panorama Social de América Latina 2020» al extractivismo afirmando que es un modelo «agotado» en América Latina. “Descubre” ahora que fracasó por no ser útil para salir de la pobreza, y, por el contrario; acentuó la desigualdad al concentrar la riqueza en pocas manos.

Habiendo sido relegado en el impulso del mercado, se perdió la oportunidad de la industrialización y de la innovación. Aconseja revisar el modelo político-económico de la región.

Como aprendimos los latinoamericanos después de décadas de neoliberalismo y a un alto costo social por desigualdad distributiva y, costo económico por escaso crecimiento, el mercado no se pone al servicio de la sociedad per sé. Se requieren Políticas de estado para nuevas formas de crecimiento, es decir, el modelo de desarrollo exige una Estrategia Productiva.

Esta planificación debe considerar ante todos y cada uno de los proyectos productivos a marchar, el pasivo ambiental (o huella ecológica) que impliquen las inversiones que organicen producción y economía para abastecer a China. Algunas preguntas básicas a formular: ¿Se afectan cuerpos de agua? ¿Es correcta la Evaluación del Impacto Ambiental? ¿Participaron todos los organismos pertinentes (Nivología, Sísmica)? La contratista ¿tiene buena reputación internacional? O … ¿antecedentes por mala praxis? ¿Afectan productores locales por competencia de escala y financiamiento? Respecto de los Bienes industriales a adquirir como capital de trabajo, ¿existe la industria en el país para sustituir, aunque sea parcialmente importaciones? (Se pueden reactivar algunas industrias languidecientes y generar mano de obra incluyéndolas como proveedoras de aquellas inversiones).

Existen siempre, además, consecuencias ocultas; desmontes, incendios, para cría de ganado o sojización, por ejemplo, que las autoridades deben asimismo prever.

Repasando los Antecedentes definimos: no hubo crecimientos exitosos generalizados, por ausencia de cambio estructural progresivo. La acumulación del capital con el extractivismo fue a pocas manos. El crecimiento económico – cuando lo hubo –, no fue el motor para el desarrollo virtuoso.

Nunca hubo «transformación productiva», y ya se sabe que no existe un desarrollo basado en exportar materias primas. El problema parece radicar en no haberse diversificado la matriz productiva con conocimiento, contenido nacional y con encadenamientos con PYMES.

Al contrario, en el último periodo neoliberal macrista, parte del tejido industrial desapareció, y se debilitó el encadenamiento productivo en algunos sectores. Las grandes empresas ampliaron la brecha en poder y volumen con las PYMES.

Concluyendo

La Argentina tiene que aprovechar sus ventajas comparativas en lo productivo para reactivar su economía y resolver la contradicción de la (creciente) pobreza. El Comercio Exterior orientado a la demanda es lo correcto. Pero esto no admite ingenuidades, para cierto progresismo, nuestra relación con las potencias debe buscarse a través de la complementariedad económica para lograr oportunidades de desarrollo que estaría dada con China.

Sin embargo, en nuestra opinión, y tal como se plantean las cosas desde los últimos 20 años con el dragón oriental, el riesgo a eludir es caer solo en los negocios que apuntan instituir un modelo productivo extractivista (commodities, concentrado en pocos rubros), dando progresivamente mayores facilidades de negocios y mayor poder de definición sobre el modelo productivo al propio “comprador” y sus socios locales (Terratenientes, exportadoras, grandes empresarios). Un modelo ya probado y fracasado para las mayorías populares.

Se trata de defender los intereses nacionales, siempre con mirada estratégica, esto es, con un largo alcance. Imaginar los posibles escenarios. La relación no puede ser de subordinación dependiente por una bonanza inmediata aparente, o para lograr el equilibrio financiero.

Sería cambiar de collar, pero seguir siendo el mismo perro. Debemos pensar en un Proyecto Nacional, un nuevo modelo no ortodoxo, centrado en la igualdad de oportunidades (democrático) y en la sostenibilidad de los recursos (buen vivir futuro), un nuevo pacto social (participativo) puede ser un buen comienzo para definir aquellos intereses nacionales (populares), y a partir de ellos, procurar su impostergable, parsimoniosa pero firme defensa.