Por: Roberto Candelaresi
La llegada libertaria
Con un pronunciado desgaste de la clase política tradicional, en todas sus expresiones que gobernaron el país en los 40 años desde reinstauración democrática, la renovación de la casa rosada en 2023 tuvo desde la perspectiva popular, características peculiares en su proceso, respecto a otras experiencias.
Y, aunque a nivel dirigencial, las convicciones pesaron menos que los intereses, en la comunicación proselitista hacia la ciudadanía, en vez de propuestas, hubo mensajes de sentimentalismo, mucho marketing, descalificación de los contrarios, y, en algunos candidatos, vehementes autoelogios.
Un coro griego pedía la transformación del país con muchas dificultades irresueltas y cierto estancamiento, producto del agobio de un alto endeudamiento (originado en el gobierno anterior, de Cambiemos), una costosa pandemia que dilapidó recursos y, finalmente, cursando una impiadosa sequía en un país ávido por las divisas del campo para funcionar normalmente, y todo esos condicionamientos operando sobre una administración Fernández – Fernández, intrínsecamente débil, y de estilo no confrontativo en su Poder Ejecutivo, que (auto) limitaron su margen de poder.
El presidente y su vice, festejando la victoria electoral en 2023
La Libertad Avanza (LLA) llegó a la contienda con el mayor mérito que puede tener una organización política argentina: nunca había gobernado. La “ineficacia” no los maculaba como a las otras fuerzas, o alianzas y, muchos votantes buscaban un horizonte novedoso.
En el resultado final –y como no podía ser de otra manera –, la ideología fue menos significativa que el entusiasmo por lo “nuevo”. Tan así que unos cuantos celebraron al candidato anarco-libertario J. G. Milei, con el fervor que se concede a los profetas.
El 56% votó por un cambio cuya profundidad se ignoraba. No se definió un programa de gobierno; se definió el tamaño de la esperanza (ilusión).
Sergio Massa en su bunker de Campaña luego de la derrota en el Ballotage
En efecto, la elección (en rigor, la secuencia de ellas) del 2023, marcó el fin de la relevancia de la ideología en las opciones políticas, y eso, además, trajo en el armado de los cuerpos legislativos, algunas mezclas contradictorias con los idearios políticos tradicionales.
Demoliendo Independencia
El gobierno mileísta, a despecho de la memoria histórica de los luctuosos atentados padecidos de la embajada israelí y de la Amia, vinculados a ciertas aventuras menemistas en oriente medio en la que la Argentina se embarcó, asociándose a EE.UU. y aliados occidentales, y abandonando así una larga tradición de neutralidad, vuelve a decretar una alineación estrecha y directa con Estados Unidos e Israel, de la que ya dio pruebas concretas.
En materia internacional, el presidente no oculta su fanatismo por el Estado de Israel
La oficialista versión de la “Nueva Derecha” en el poder, está tratando de articular con aliados circunstanciales y del rancio antiperonismo, un partido nacional para poder concretar la instauración definitiva de una verdadera dictadura de mercado.
Habiendo aprendido de la única autocrítica de su principal aliado (y sostén) político Mauricio Macri, Javier Milei con la envión del 56% de votos, va por todo, rápido y a fondo. Sus objetivos bélicos son, entre otros, el progresismo y sus derechos (mezclando en su discurso como enemigos el peronismo, el “kirchnerismo”, y cualquier expresión de izquierda, quienes serían sus propulsores), como cualquier otra manifestación de solidaridad o colectivismo. Rodeado de un sistema de «estrellas»comocomunicadores o influencers juveniles (fanáticos o bien rentados), hacen continuo fuego sobre el periodismo insumiso, de ese que no suele morar en los grandes (y hegemónicos) medios.
Saludo entre Macri y Milei en la asunción presidencial del pasado 10 de diciembre
Al calor de la crisis de representatividad en el sistema político argentino – agravada ahora con las inconductas partidarias y transfuguismo de muchos políticos en las legislaturas o en los mandos provinciales –, el supuesto ‘outsider’, canalizando la bronca de muchos y aprovechando la inmediatez y fluidez de las redes (a las que es adicto), se hizo con el Ejecutivo.
De sus propios errores iniciales aprendió, por ejemplo, a discernir entre la diatriba o el insulto hacia alguna institución o actor político o social, que le galvanizaba apoyos entre los odiadores, y, el destrato que le puede propinar a un legislador o comunicador, que puede eventualmente necesitar mañana, de tal suerte que entre palos también comenzó a proveer zanahorias, hasta conformar una heterogénea mayoría parlamentaria, que le está facilitando bastante el ‘gerenciamiento’ de la cosa pública.
A fin de generar cuadros propios para dar la batalla cultural y desacreditar otras propuestas políticas, y sostener su «proyecto refundacional» del país en cargos electivos, el politólogo oficialista Agustín Laje está armando la Fundación Faro, un think tank para la formación de anarco libertarios. Eso demuestra la pretensión de perpetuarse en el sistema como opción. Por de pronto, junto al ideólogo y operador Santiago Caputo, tratarán de hegemonizar las expectativas en las elecciones de medio término (2025).
Agustín Laje, un referente de la extrema derecha en Argentina y la región.
En este punto entendemos conveniente, insertar un comentario para consideración de los actores críticos de la gestión anarco-libertaria, que, como tantos ciudadanos, se dejan ganar por el voluntarismo y el simplismo en las percepciones. Esas condiciones suelen estimular ‘bajar la guardia’ y dejar que el ‘curso de las cosas haga su trabajo’, esperando claro, que el resultado sea un cambio favorable para los intereses generales de la ciudadanía y sus condiciones materiales. Pues, desde las ciencias sociales deberemos calificar tal postura como inválida, producto del «pensamiento mágico», al que los latinoamericanos culturalmente somos tan afectos.
Tomando precisamente un ejemplo de nuestro continente, tratemos de trazar algún paralelismo con la posibilidad de permanencia o continuidad de un proyecto “nuevo”, aunque sean propuestas de naturaleza antitética. En efecto, señalemos que el saliente presidente mejicano, López Obrador, entregó un país – lamentablemente aún – violento. Con caída de inversión en su economía, militarizado, con prebendas institucionalizadas a las grandes empresas, apoyo reducido a la ciencia, la salud, la educación y la cultura y sin trascendencia en su política exterior, pero, al mismo tiempo, se marcha con una gran adhesión popular.
Andres Manuel Lopez Obrador Gobernó México entre 2018 y 2024.
Estadista limitado pero activista exitoso. Aquellos datos negativos, que se pueden considerar como errores o déficits de su gestión, no llegaron a minar su imagen pública. Su paso no necesariamente dejó –en términos materiales– un país mejor, pero la formación política que creó (Morena), hoy domina el Congreso, demostrando que sus tácticas frente a partidos políticos históricos y con experiencia en el poder, fueron exitosas.
Si nos remitimos nuevamente a nuestra Argentina intentando establecer comparaciones, de arranque podríamos decir que la irrupción de AMLO en la arena mexicana, demostró como la de Milei en estas latitudes, ciertas características de insolvencia y debilidades del sistema político, que permitió esos outsiders hacerse del poder. Huelga reiterar que no pretendemos comparar las políticas implementadas por uno u otro como similitudes, ya que son antitéticas, sino solo observamos las similitudes sistémicas. Para abundar digamos que en México las fuerzas tradicionales quedaron minimizadas en el apoyo ciudadano (PRI, PAN, PRD, etc.), hasta casi desaparecer.
En nuestro país, los partidos tradicionales (UCR, MID, DC), aún los de nuevo cuño, como el PRO están sufriendo sangrías que ya casi los convirtió en meros sellos y pequeñas plataformas burocráticas para el reparto de cargos de sus dirigencias. El peronismo por su lado, perdió gobernaciones e intendencias como nunca en su vida democrática. Desestructurado en parcelas territoriales y sectorizado por pugnas de poder, resultó en los últimos años sin un claro conductor, un partido inocuo frente al embate de una derecha agresiva que pretende diluir al Estado, a la Política, y, por tanto, a la Democracia.
En el sistema social argentino, el tema de liderazgo culturalmente es algo central, aún más relevante que en otros países vecinos con los que compartimos otros denominadores comunes. La adhesión a ideas incluso a cosmovisiones es siempre débil, a menos que esté adscrita a una personalidad, un liderazgo fuerte. Esta condición favorece a que la autopercepción de los líderes en cuanto a sus facultades sea mayor a sus propias posibilidades de conducción, e incluso, suele derivar en la pretensión de su perpetuidad. Los tiempos modernos de la sociedad líquida corren en otro sentido. La incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.
La decisión popular puede desestimar rápidamente el fuerte liderazgo de otrora. Se requiere ser buen dirigente político para percibir los cambios de factores, no haber sido o ser un buen gobernante.
Juguemos en el bosque mientras el lobo no está
En un escenario donde la palabra perdió su valor, muchas ‘verdades’ ya no resultan creíbles, mientras hay público para rampantes falacias. Y esta impunidad es a consecuencia de un sistema mediático, cultural y político que lo permite, de una Oposición incapaz de oponer un discurso serio y propositivo, y de la inercia de una sociedad en descomposición.
Si se destruye la confianza en lo que se dice por mentiras sistemáticas de estrategias comunicacionales, se dañan las relaciones sociales y los lazos comunitarios. La desconfianza atenta contra la Democracia porque no estimula el diálogo. Que mejor ambiente para el «exterminio de la motosierra» (de todo aquello que moleste al verdadero poder).
La muletilla de “No la ven” -impuesta incluso desde medios del Estado- es un recurso de eludir todo diálogo con el otro, ya que es descalificante. Si no la ve, no puedo aceptar su cegada opinión, ¿verdad?
La igualdad de oportunidades que implica un amplio acceso a la educación, incluyendo la superior, ha sido el núcleo del proyecto de la movilidad social ascendente de una nación con aspiración a abultar la clase media [Peronismo]. Esto mismo es un objetivo de eliminación por parte del gobierno pseudo libertario, que dada la resistencia que inspira, puede ser también un freno a su voracidad. Pero la tenacidad de oponerse es más bien social y cultural. Es el objeto de ilusión de muchos argentinos, y una de las instituciones que gozan de mayor confianza social.
Hay mucha bronca y distancia con la política tradicional y con cualquier institución que esté vinculada al poder [sindicatos, movimientos sociales, comunicadores, etc.], al menos desde el 2001. Pero este viraje hacia alguien que se presenta como un outsider de aquella, que, sin embargo, se alía a la verdadera «casta» que perjuraba combatir, es lo más peligroso y atentatorio de la democracia. Ordenar la macroeconomía y extinguir el flagelo inflacionario, no debería costar más inequidades, fragmentaciones sociales, o injusticias que necesariamente derivarán en un aumento de la violencia.
Un intento de explicación a nuestra Democracia Condicionada
Vamos a postular que el peligro que conlleva el asentamiento de un gobierno como el de J. Milei, es que dado sus prácticas de gestión abra (o consolide) un auge del neofascismo, o de derecha radicalizada antipopular.
Veamos, las políticas sociales del estado están siendo cada vez menos financiadas (y se reducen a una mínima expresión en el proyecto de presupuesto 2025), lo que está provocado un aumento de las desigualdades sociales y su consecuente polarización social, a la que el estado sólo responde con políticas represivas.
La oposición en general, e incluso algunos movimientos sociales, al no cuestionar el capitalismo en su versión financiera y voraz actual, de ignominiosa injusticia social y avasallamiento de clase, contribuyen a normalizar y banalizar las desigualdades sociales más grotescas como si no fueran antidemocráticas.
El anarco-libertarismo se disfraza de lucha por la democracia con el apoyo de los medios de comunicación corporativos, que le son mayoritariamente favorables, en particular amplificando las reivindicaciones supremacistas contra la inmigración, la desacreditación de derechos de pueblos originarios, la estigmatización de la pobreza, la promoción o justificación de las represiones policiales, la corrupción del Estado social [Bienestar, Popular], y la apología de los recortes fiscales.
De los partidos populares, solo el peronismo, y en su último turno en el poder, con una manifiesta tibieza y debilidad, no han sido capaces de contravenir la ortodoxia neoliberal vigente que impide la expansión de las políticas sociales, por lo que, a largo plazo, promoverá el propio cuestionamiento de si la democracia, rodeada de malestar merece el costo de mantenerla vigente.
El liberalismo actual, verdaderamente forma parte de la gran familia hiper conservadora, asociado a religiones de ese mismo signo ultra, que concomitan y se nutren mutuamente, tales como algunas ramas evangélicas o el sionismo como el que parece profesar el presidente argentino.
El Lawfare del sistema judicial antipopular argentino, que opera siempre contra las políticas y los políticos progresistas, aumenta la inestabilidad social, y resulta en una palanca eficaz (presume de no ser movida por la política) para promover la extrema derecha.
Finalmente, el peligroso desinterés de mucha gente o su irreflexión (que no deja de ser una irresponsabilidad cívica), favorece el autoritarismo “libertario”, y ello crece porque el consumismo y las redes sociales transfirieron las preocupaciones de los individuos de la vida pública a la privada; la justificación de la apatía hacia la democracia (no vale la pena votar por conocidos, porque las políticas son siempre las mismas) la aprovechan como entusiasta argumento los antisistema.
Conclusiones
El avance del desastre pseudo “anarco libertario” debe ser frenado imperativamente por quienes se consideran demócratas. Lucha ardua porque exige batallar en diversas esferas, no solo la política. Desde esta última, la única esperanza de sumar voluntades para oponerse a la destrucción, es un proyecto concreto, que prometa materialmente un impacto positivo para las bases sociales, devolviendo una esperanza de vida digna, una sociedad mas justa -y por tanto más armónica -, es menester desde la oposición seguir estimulando prácticas de solidaridad, reciprocidad y cuidado dentro de las comunidades.
Tengamos en cuenta, que dentro de la Libertad que Avanza, hay una tendencia como decimos fascistizante, pero que arraiga principalmente en la integración juvenil de la organización partidaria, dato sociológico que debería ser considerado por los estrategas de campaña a la hora de diseñar las tácticas de conscripción.
Siguiendo nuestro propio análisis de la dinámica de esta nueva derecha, los referentes de ella parecen abrevar (decididamente lo hace su líder natural, Milei), en una teoría más bien residual dentro de la economía política, que, inspirada en Hayek-Mises, quería sustituir al Estado por el mercado como gran regulador social.
Más allá de su proclamación como democrática, esta ultraderecha representada por Hayek, admitiría -según el propio autor- la ocurrencia de una dictadura como daño colateral, tal como aconteció en Chile en 1973. Por otra parte, proponer la privatización de las políticas sociales públicas, implicaría la destrucción de los residuos del Estado de bienestar, ya de por sí severamente debilitados desde el golpe cívico-militar del ’76, con sucesivos mazazos en los ’90 y con la gestión de Cambiemos, y todo ello –de ocurrir– dificultaría la convivencia democrática a mediano plazo. Es un camino sin retorno.
A la amenaza que significa la evolución autoritaria del anarco capitalismo, se la debe combatir frontalmente, dialécticamente. Solo con lucha abierta convocando siempre a la concientización y movilidad social, se puede defender las conquistas como derechos, libertades, pluralismo.
Para sedimentar nuestra hipótesis de que se avanza hacia un endurecimiento autoritario del Estado, nos referenciamos en Poulantzas (Sociólogo político greco francés), que en los ’70 acuñó el término «estatismo autoritario» para describir la hipótesis de que podría emerger una distorsión autoritaria desde dentro del régimen democrático liberal. En su teoría, esta distorsión no se presentaría como un “régimen excepcional”, sino como un régimen político “normal”, que se basaría en “un declive radical de las instituciones de la democracia política, con una reducción de libertades formales. Esta hipótesis que apuntaba al futuro, creo que la verificamos en el mundo actual, y en particular en Argentina con los pseudo libertarios.
Un peronismo doctrinariamente distorsionado, cooptado por el neoliberalismo primero, desperdigado en feudos luego de la crisis del 2001, recién en la primera década del siglo tuvo un resurgir, con una propuesta siempre movimientista, transversal, que amplió mucho su base pero se estancó hacia el final, lo que abrió paso a la experiencia macrista (market friendly pero ultra conservadora) que luego de ese fracaso (desde la perspectiva popular), permitió el retorno de una alianza filo peronista que no dejó una buena sensación en el pueblo por su gestión, destacable en algunos ámbitos y muy decepcionante en otros.
El peronismo debe recuperar una dimensión de futuro. Hoy, esa ausencia de horizonte es aprovechada por la extrema derecha que avanza sobre sectores populares, ofreciendo salidas individualistas y desesperadas a la crisis (que la derecha misma construyó) que hoy parecen prevalecer en la mente colectiva.
Habrá que pensar en conservar lo que merece ser preservado (derechos, libertades, planificaciones, bienes comunes, patrimonio público, etc.), pero imaginar una nueva sociedad realista, adaptada a las nuevas pautas de comunicación, de producción, de vínculos sociales nuevos, no un ejercicio de imaginación utópica.
Todos los sectores del nacionalismo popular, del progresismo, de la izquierda nacional, es decir, todas las expresiones con tradición de lucha, deben confluir amalgamándose en una alternativa emancipatoria de la Argentina para no permitir el Autoritarismo que Avanza. Sin demoras. El éxito del anarcocapitalismo puede ser un camino sin retorno.
Noviembre de 2024