Por Sergio De Piero*
El clima de unidad nacional parece haberse diluido y la oposición demostró que vuelve a radicalizarse para sacar provecho del contexto por el COVID-19.
“Presidente Alberto Fernández: Usted es el comandante en la batalla, somos uno solo en esta pandemia”. Con esta categórica frase el radical Mario Negri, Diputado Nacional de Juntos Por el Cambio y presidente del bloque, resumía el espíritu de la reunión que había mantenido con el Presidente de la Nación. Fue el 19 de marzo pasado, cuando se iniciaba por estas tierras la crisis que hoy vivimos, y la oposición presentaba una faz de alta colaboración con el gobierno nacional frente a la situación, y le reconocía su rol de conducción. Ese clima también podía percibirse, no con la misma nitidez, en los medios de comunicación.
Pero algo cambió, y mucho. Esta semana asistimos, uno tras otro, casi uno encima del otro, a enunciados y acciones de crítica intensa hacia el gobierno nacional. En pocos días la oposición denunció que el gobierno había cerrado el Congreso Nacional y ejercía el poder poco menos que de manera autoritaria; los diputados macristas decidieron presentarse en el Congreso viajando desde sus provincias en lo que llamaron la “travesía por la democracia”; sin embargo toda la caravana terminó en un acuerdo para realizar sesiones virtuales, como había propuesto el oficialismo; algo semejante ocurrió en el Senado. Se le señaló también que el gobierno no estaba dando respuestas a la situación económica; incluso es muy frecuente leer a ex funcionarios macristas dar indicaciones sobre cómo enfrentar una crisis económica…o al ex ministro Prat Gay, explicar el modo en que debe tratarse una crisis sanitaria. (Pareciera que los economistas liberales no pueden aceptar el desplazamiento que sufren a manos de los infectólogos, de todos modos eso no les impide opinar también sobre medicina). Hacia mediados de semana comenzó a ocupar el centro de discusión la cuestión de la política de prisión domiciliaria para algunos presos. El diputado Negri que habíamos conocido en marzo, no solo participó de la “travesía por la democracia”, sino que no dudó en afirmar que la decisión de habilitar prisiones domiciliarias podría desatar una “pandemia de delitos” y hacía responsable a Alberto Fernández. El macrismo jugó fuerte esta última carta sabiendo de la sensibilidad que todo el tema despierta en buen parte de la población muy especialmente en la Capital Federal, donde la noche del viernes se produjo una protesta “cacerolazo” bastante extendido. Estrictamente los responsables de otorgar prisiones domiciliarias, inexplicablemente (o no) traducidas en los medios como liberaciones, son los jueces; el Poder Ejecutivo no ha tenido ninguna incidencia institucional en la cuestión. Sin embargo, así como se espera de la institución presidencial la resolución de los temas y se le reconoce sus aciertos políticos, también debe cargar con cuanta crisis se desate aun cuando, como en este caso, no tenga ninguna incidencia. Pero hay más. El de Alberto Fernández, como todo gobierno que pretende conducir un proceso político que busca dar respuesta a las demandas sociales, le es muy difícil desmarcarse de las situaciones críticas casi de cualquier tipo, también de las que no necesariamente produce. Menem. De La Rúa y Macri, abonaron el perfil de aquel que se desentiende de hechos críticos otorgando la responsabilidad a otros o a todos. No parece ser lo que hace el actual presidente ni lo que hicieron Rául Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Por eso es probable que el macrismo sepa lo que hace al pegar allí. El cacerolazo porteño seguro contó con los votantes de Macri y algunos más temerosos de una situación que en los hechos tiene poco de real. De todos modos el punto no es que el macrismo haga oposición; eso es lo que hacen todas las oposiciones: cuestionar a los gobiernos y señalarles puntos débiles o convertirlos en tales, aquellos que pueden no ser claros para la sociedad. Es parte del juego político por demás razonable. Lo que es extraño es la pendulación de una oposición que llamó comandante y liberador de violadores al mismo presidente con poco más de un mes de diferencia.
En esta oscilación es claro que operó un factor que está presente desde que el macrismo dejó el gobierno: la tensión entre dialoguistas y radicalizados. En el primer grupo encontramos a quienes tienen responsabilidades de gobierno, donde el diálogo con el gobierno nacional es imprescindible: los pocos gobernadores que tienen, Rodríguez Larreta y también varios diputados en general los que provienen de espacios peronistas y algunos radicales. Del otro lado, comandados por Patricia Bullrich quienes se presentan en la intransigencia desde el mismo 10 de diciembre último y que por tanto serán críticos de todas las medidas que adopte el gobierno. En ese grupo, sin ningún lugar a dudas se encuentra el ex presidente Macri. Si uno observa el devenir de los acontecimientos verá que la estrategia dialoguista primó en los días iniciales para que luego la radicalización terminara ganando a todo el abanico opositor. Aquellos que no adhieren a esta posición parecen haberse llamado a silencio. El mismo Rodríguez Larreta, quien compartió mesa con el Presidente y la vicepresidenta, también esta semana agitó un poco el tema de los presos. La oposición parece tener una dirección definida, la radicalización, y los intentos a favor del acuerdo peregrinan rápidamente lejos de cualquier protagonismo. En esa estrategia los contenidos importan bastante menos que los énfasis, por eso es posible saltar de un tema a otro sin necesidad de articular una cuestión con otra: liberar presos es presentado y enunciado como parte del mismo entrando que hace el Congreso no sesione; y debe reconocerse que lograr que eso sea asumido así por parte de la sociedad es un éxito discursivo de la oposición. Porque no es la construcción política programática lo que se enuncia, sino la lucha por la caracterización de un gobierno; y con ello representar al núcleo duro que optó por el macrismo en las últimas elecciones. No le fue mal electoralmente con esa estrategia, aunque quedara muy lejos de una victoria. Y es esperable que así seguirá actuando: cada hecho que parezca un flanco débil del gobierno, lo tomará como bandera en un contexto en donde los grandes medios ya se posicionan abiertamente enfrentados con el gobierno nacional: Con el caso de los presos, las fake news circularon casi con la misma intensidad por las redes digitales que por los canales de televisión. Y en ese marco, no hay que esperar otra agenda opositora que la constituida por el propio lenguaje y la intransigencia que él representa.
*Politólogo, Docente Universitario.
Fuente: El Destape Web