Política, poder y dinero

«De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero». Benjamín Franklin (1706-1790).

Por: Roberto Candelaressi

Apuntes introductorios

Tengamos presente algunas premisas sobre el DINERO y su vinculación con el PODER, que consideramos para abordar esta temática:

  • El Capital tiene su carácter de poder inmanente, puesto que el solo hecho de poseerlo en cantidad, implica para su tenedor una capacidad de maniobra de la que carecen aquellos que no cuentan con él, o sea, respecto de la mayoría del resto de los sujetos:
  • El Amor [Eros] en el sentido más amplio (incluye la libido, el sexo), es el motor por excelencia de la vida humana y el opuesto del ejercicio de poder en general.
  • Por el alto contraste del individualismo capitalista que procura la maximización de su ganancia y la acumulación, y, por otro lado, la solidaridad comunitaria y el patrimonio comunal para el provecho colectivo, se puede incluso decir también que el extremo más opuesto al DINERO es el AMOR.
  • El capitalismo, modalidad de transformación de la naturaleza para la sobrevivencia humana que hoy prevalece, no es meramente un sistema económico, sino que ha sido un elemento clave en la configuración psicosocial del mismo hombre. 
  • El dinero, en este sistema (capitalista), se funde con el poder político y militar, pasa a cumplir la misma función que las religiones de otrora. Tanto la religión pagana como la sacra prometen la seguridad total y el triunfo sobre la muerte, ciertamente ilusorio, pero aferrarse a un símbolo de omnipotencia es una pulsión humana muy normal, esto tal vez justifique el ascenso del dinero como poder universal.
  • El capitalismo, siempre en recomposición, desembocó de hecho en lo que se conoce como el «Orden Mundial Canibalístico» (Jean Ziegler) en el que la globalización [la expansión imperial y de las trasnacionales], se encarga de orquestar la explotación de recursos de lo subalterno o periferia.
  • Concisamente, desde las perspectivas antropológica [cultura] y sociológica [comportamiento social], en la era capitalista, los individuos tienden a reconocer al poder proveniente del dinero si no como el único; superior sobre los demás (militar, judicial, burocrático), pues es capaz de comprar hasta lo invaluable, por ejemplo, las dimensiones de la libertad, del honor, del amor (interesado) o el conocimiento. En su afán de amplificación, el poder del dinero puede tomar caminos violentos y no violentos, pero siempre es capaz de abrir puertas y promover corrupción.

Actualidad: Abriendo la Caja de “Pandora”

Con la filtración de millones de documentos sobre las fortunas de personas poderosas, que incluyen en una larga lista a más de 330 políticos de 90 países, se revelaron complejas redes que se construyen en el mundo de los negocios para mover dinero. Práctica que ya tiene décadas.

Se trata de utilizar compañías offshore secretas para ocultar la riqueza en paraísos fiscales. Fortunas que normalmente son productos de esquema de elusión de impuestos y lavado de dinero. Los ricos y poderosos recurren a esta modalidad transaccional, a veces, para comprar propiedades en secreto.

(Excelsior)

De cualquier modo, usar una compleja red de empresas secretas para mover fondos y activos, es perfecta también para ocultar ganancias del delito (cualquiera fuere). Quienes revelaron estos movimientos, una vez más fue producto de su pesquisa, y al igual que los Panamá Papers, son el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés).

Es indudable que quien busca una zona opaca sin control, busca primariamente sustraerse a la fiscalización y a sus implicaciones, por lo que la legitimidad y origen de tales fortunas, siempre debe ponerse en duda. Normalmente, se trata de crimen organizado, corrupción y prácticas comerciales ilegales. 

Desde luego, la impunidad de algún ilícito no es la única consecuencia, sino que, asimismo, al eludir impuestos, sustrae recursos financieros al erario con lo que debilita a los Estados e instituciones, impacta con menos redistribución, mengua la equidad, y no se expanden los servicios públicos. Estas evasiones crean vínculos de ‘solidaridad’ entre evasores, cuyos intereses desde ya entran en complicidad generando poderes fácticos, que tratarán de colonizar la institucionalidad en todos los ámbitos públicos mediante la “cooptación” de funcionarios (corrupción), o, cuando éstos se oponen (funcionarios probos) y tratan de someterlos a control político y legal, despliegan todo tipo de presiones o recursos violentos para influir en el proceso de decisión. Afectan de tal modo a la democracia misma debilitando su institucionalidad (las instituciones no cumplen sus deberes para con el bien común).

Un poco de Historia “moderna”

Con el crecimiento de nuevos capitales en el periodo del modelo económico desregulador y aperturista que se produjo en los ’80 y ’90 bajo el manto del Consenso de Washington, se incrementó la capacidad de cooptación (léase corrupción) al haber más actores en el juego, tales como grupos económicos, operadores financieros, fondos especulativos, constituidos al amparo del Estado subsidiario y con grandes beneficios económicos, profundizaron no solo la colonización de ámbitos oficiales (burocracias), o sindicatos, sino que avanzaron a otros espacios como el sistema de justicia, universidades, medios de comunicación, etc. [importantes esferas en la que pudieran haber obstaculizado, denunciado, investigado los desvíos corrompidos].

Entendiendo que el poder del dinero ya condicionaba en algunos países de la región, la acción de los gobiernos, y que esto era una grave amenaza para la democracia –preocupación tardía–, la OEA en 2012 publicó un informe oficial titulado “Poder política y dinero”. 

Para satisfacción de la ciudadanía latinoamericana ante esta problemática, se promulgaron leyes sobre conflicto de intereses en la política y también sobre información pública que el Estado se compromete a responder toda requisitoria de individuos o asociaciones.

En este punto, justo es reconocer, que también en el “primer mundo”, esta práctica de ocultamiento de capitales se da con similar vigor (pero en general, en mucha menor proporción), al punto que ha involucrado a presidentes y primeros ministros europeos.

Dos de las herramientas que aseguran el poder a quien lo detente, son la espada, y los recursos materiales. Para abundar solo acotemos que el tercero atañe al consentimiento popular, o sea, a la legitimidad y la consecuente obediencia.

Por eso no es de extrañarse que la política siempre se vincula a los poderosos y a los intereses económicos. El control sobre el capital (en una sociedad libre o de mercado, acotemos) es siempre fuente de poder e influjo para la toma de decisiones. La naturaleza del sistema político precisamente queda expuesta en la manera en que se relacionan los gobiernos con el tipo de poder del capital.

Las guaridas fiscales existen a pesar de las ‘diatribas’ que soportan de ciertos gobiernos (virtualmente TODOS) en sus discursos, pero evidentemente las potencias no están interesadas en profundizar las regulaciones internacionales para acotarlas o llanamente cancelarlas. Desde ya –y mientras subsistan los Estados Nacionales como instituciones de gobierno y administración– la persecución de la corrupción estará mas bien relacionada con la legislación vigente, y la calidad de la justicia ejercida. Pero más determinante aún, es la existencia y difusión de investigaciones periodísticas y académicas independientes, y esencialmente, la movilización social demandante. 

(Atalayar)

Por la plata baila el mono y al son de quien la paga.

Es evidente que el poder ejercido por la riqueza, particularmente cuando incide sobre el Poder Político constituye una flagrante contradicción en los regímenes democráticos. El problema en efecto es estructural; el sistema económico tiene una lógica de incremento y apropiación de beneficios en forma individual, aceptando que en el proceso se generan desigualdades, que contrasta con las normas e instituciones democráticas, del sistema político, cuyo proceso decisorio se basa en el principio de igualdad de derechos, pluralismos y mayorías. O sea, se basa en derechos colectivos, muy a diferencia del poder económico que erige posiciones de poder mediante coaliciones minoritarias y utilizando recursos legales o ilegales incluso, para mantener sus privilegios o aumentarlos. 

Por ello, toda vez, que hay decisiones del sistema democrático que limitan o se oponen a sus privilegios, los poderosos generan todo tipo de presiones, principalmente usando sus medios aliados, (o propios, incluso) para evitar o retrasar todo tipo de recorte o regulación a sus accesos sobre el capital y su “libre” disposición. Cuando ocurre, lo aconsejable es siempre permitir la movilización social hasta arribar a un acuerdo social para garantizar los beneficios colectivos (educación, posibilidad de ascenso social, mejores políticas públicas, etc.), estableciendo una suerte de equilibrio entre poderes. La posición que adopta cada gobierno, respecto a defender los intereses y atender necesidades populares que son productos de la misma democracia frente a las presiones y lobbies de los poderosos, marca elocuentemente su poderío o concupiscencia.    

Las preocupaciones prácticas y académicas sobre el poder económico.

Un lugar común compartido por instituciones de formación como operativas, y, asimismo, de consultoría, es aceptar que la relación entre la política y el dinero es siempre preocupante, no solo porque directamente se lo asocia a la posibilidad cierta de corrupción e influencia de organizaciones criminales sobre los gobiernos, sino porque retrasan el desarrollo y las instituciones. La colusión entre la política y el dinero juega en doble dimensión, pues afecta directamente el resultado de elecciones, prohíja sobornos, políticas públicas sesgadas, etc. pero además tiene un impacto mayor a nivel sistémico: fragiliza la democracia al deslegitimarla ante la ciudadanía y profundiza el desbalance de poder.

En nuestra región, tantos años de concentración económica, la incorporación de nuevos capitales financieros, etc., ampliaron desigualdades e incrementaron cuantitativamente el poder del dinero sobre la política. La Patria contratista es un ejemplo, la privatización de servicios públicos, es otro, también debe incluirse a los grandes exportadores de materias primas (minería) o semielaboradas (agroindustria). Nuevos espacios de conexión e influencia del capital y la política. A ello se agregan intereses extranjeros corporizados por holdings multinacionales, que trafican influencia del mismo modo que los grupos locales. 

La componenda entre poder económico y poder político

“El poder produce DINERO, y el dinero produce PODER”. Como apuntamos, hay nuevos procesos de cooptación de la política por el dinero, y sin discriminación de “fuentes” [ideológicas o corporativas]. Los agentes con poder financiero se expandieron, y se sumaron a los negocios tradicionales de la oligarquía, la derecha conservadora en general, siempre intermediaria entre el Estado y las corporaciones extranjeras, y las “ayudas” financieras del gobierno norteamericano a ciertas ‘causas’. Los actores se multiplican, incluso las potencias que procuran afectar las decisiones nacionales (China, por ejemplo).

Durante décadas de hegemonía neoliberal en la región, naturalmente este estado de cosas (el poder del dinero sobre el sistema político) ha tendido a empeorar. Toda vez que el Estado disminuye su dimensión, sus capacidades, queda relegado a un modelo subsidiario, el poder político es relegado a un papel menor, y prevalece el Mercado y el poder económico se manifiesta con más vigor (aunque no con transparencia). Esta situación, a su vez conduce invariablemente a una mayor colusión entre el poder económico y el político, que en algunos gobiernos –como el macrista– quedan patentizados. El resultado final de esta complicidad no puede ser otro que una plutocracia (gobierno de ricos) y la democracia que se disipa.

El antídoto contra esa experiencia es una mezcla de fuerzas políticas y sociales populares y democráticas, que apoyen la efectiva regulación del mercado, renacionalizando bienes y servicios públicos, impulsando otro modelo económico y de economía social. Aperturas inteligentes (conforme a planificación estratégica) y con políticas sociales compensatorias y redistributivas. Sin la preminencia de los derechos mayoritarios (democráticos) no puede ejercerse un verdadero control a la connivencia del poder económico y el político.

Política y poder

Téngase presente que la política solo maneja una porción del poder. El poder formal, y hasta cierto punto el poder “legal”, siempre y cuando nos refiramos a la democracia y no a una autocracia, donde todos los poderes se subsumen. Desde las ciencias sociales sabemos que toda medida económica que beneficie a grandes sectores, y por tanto exija ingentes recursos, va a ser resistida –a veces virulentamente– por actores de poder económicos, mediáticos y geopolíticos (intereses extranjeros) ya que en la suma “0” de la economía, son recursos que de otro modo podrían apropiarse ellos.

Los gobiernos que no suelen tener conflictos con otros factores de poder, es sencillamente porque sus intereses con las políticas del mercado han sido concomitantes, y por ello guardan una excelente relación con los grandes capitales.

Pero cuando hay conflictos con un gobierno que no tiene ligaduras y pretende permanecer soberano, es porque esos poderes establecidos se oponen a los cambios que surgen de la política [proyecto, debate, negociación], es decir, quieren que todo siga como está (Statu quo). Esos poderes no son democráticos obviamente, permanecen normalmente ocultos, y es por ello que reciben pocas críticas, amén de la invisibilización que les prodigan los medios de comunicación afines.

Se trata de monopolios empresariales (nacionales, regionales o multinacionales), o cámaras que los agrupan, grandes terratenientes rurales y sus asociaciones de representación, los medios de comunicación –particularmente los hegemónicos– bendiciendo o satanizando medidas conforme sus propios intereses, la embajada de las potencias, esencialmente en nuestra región, la de Estados Unidos de clara injerencia en asuntos internos del país, las iglesias, con preeminencia de la Católica, Banqueros privados, Fondos de Inversión y, los organismos multilaterales de crédito (FMI, Banco Mundial) que tratan siempre de regir el destino de los países periféricos, etc.  Muchos de estos mismos agentes periódicamente procuran “marcar la cancha”, empleando todo tipo de presiones, especulaciones con divisas, y otras, incluyendo los infames “Golpes de Mercado”. 

Concluyendo

La armonía con el gobierno de turno impera cuando éste sirve a sus intereses. Pese a su fingida posición de la no política y pretendida neutralidad, si tocan sus intereses o privilegio, desplegarán ataques y promoverán la inestabilidad de la administración y el desasosiego en la población. 

Considerar que tales actores –a diferencia de los políticos– no tienen intereses sociopolíticos, es por lo menos una candidez mayúscula. Algunos dirigentes políticos que enfrentan a esos poderes cerrados, permanentes y ocultos, son demonizados y atacados sin piedad por los mismos a través de sus múltiples canales de comunicación afines.

En estos días, en la Argentina se verifica una actitud desestabilizante de los poderes concentrados, que reniegan de todo tipo de solidaridad para aliviar la crisis inflacionaria, de la cual tienen la mayor responsabilidad. La alta concentración de los productores de alimentos y elementos hogareños, que en cada rubro nunca superan el puñado para acaparar un 75 u 80 % del mercado, no acuerdan con el gobierno listas de precios con márgenes más que razonables. Las grandes cadenas de comercialización, han adoptado una postura similar, negándose a ceder en su alta tasa de margen de venta (30% promedio sobre precios de compra, que por otra parte cancelan a 90, 120 días, realizando liquidez para sí en forma cotidiana de sus clientes). Esta falta de compromiso de esos grupos económicos, nacionales o extranjeros, ilustran las conductas que hemos tratado de describir en el presente, que proyectan PODER. De no contar con esa capacidad (que incluye el soborno a la judicatura para salir indemnes), no osarían contradecir al gobierno popular, ni ponerse en contra de los intereses generales de la sociedad.

Sin embargo, la Política como espacio de agregación de la voluntad colectiva tiene que ser reivindicada para domesticar a tales poderes fácticos, los que sin ser electos terminan armando la vida de todos. Solo en la Política se puede representar proyectos sociales que no estén al servicio de los poderes establecidos. No hacerlo, implica permitir ser gobernados mansamente por el espacio de la economía, los medios de comunicación masivos y la geoestrategia imperial. El gobierno de unos pocos al servicio de otros pocos.

Finalmente, para concretarlo, las masas deben ser convocadas, esclarecidas y movilizadas en pos de contrabalancear el despliegue formidable que sin duda los poderosos, para frustrar la pérdida de algunas prerrogativas e impedir el crecimiento de las mayorías ofrecerán. La única garantía de éxito es la vía democrática. La militancia y la ciudadanía movilizados y en guardia, para impedir todo avance autoritario.

*****

Octubre de 2021