Populismo de derecha: Un “fenómeno” en expansión (Parte I)

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

El fenómeno es innegable, desde la Gran Recesión (2008), los movimientos populistas de derecha comenzaron a crecer en popularidad en sociedades afectadas por la crisis económica financiera, y se esparcieron desde Europa y Norteamérica y hacia nuestro subcontinente.  Las zozobras económicas, la inestabilidad financiera y la incertidumbre en la sociedad civil, suelen ser causantes históricas de corrimientos hacia la derecha por parte de la preferencia de la opinión pública y subsecuentemente en el plano electoral, pues ella le ofrece soluciones ideales simples, maniqueas pero prontas a solucionar los problemas en poco tiempo.

En Estados Unidos, a los movimientos o fracciones de extrema derecha, se los conoce como derecha radical, pero son concomitantes con el mismo proceso (mundial), de hecho, son también tributarios del paleo conservatismo [filosofía política conservadora originaria y prácticamente exclusiva de la anglo-esfera] hermanado al paleo liberalismo cuyo principal ideólogo es Murray Rothbard quien sugirió como estrategia (al menos para aplicar en EE.UU.), de aliarse con posturas del conservadurismo, para introducir sus ideas económicas libertarias en la lucha política.

Desde los ’90, los partidos populistas de derecha han tenido presencia en las legislaturas de varias democracias, y formaron gobiernos mayoritarios en varios países europeos y asiáticos. Brasil tuvo su experiencia con Bolsonaro y ahora Argentina está bajo un régimen que encuadra en la categorización del populismo de derecha, a carta cabal.

Link a la parte 2: https://redinformativa.org.ar/populismo-de-derecha-un-fenomeno-en-expansion-parte-ii/

En Argentina

En nuestro país, por fin se verificó un “cambio de época”. Efectivamente, en nuestras ciencias sociales consideramos al populismo como una forma de gobierno, con un fuerte liderazgo carismático, que tiende a presentar la realidad con simplificaciones dicotómicas y un claro predominio de los argumentos emocionales sobre los racionales.

J. Milei no es en sí un fenómeno (más allá de su carácter disruptivo), dado que se lo puede analizar como un intérprete de un proceso social que terminó de sellar la pandemia. Su continua apelación a la «libertad» aplicada a todo sistema, y usando la palabra como estandarte durante su campaña, que operó (y aún lo hace) sobre las emociones, no sobre el intelecto.

El gobierno de A. Fernández – ya referenciado –, perdió una formidable buena imagen inicial, por no saber comunicar bien ni defenderse de discursos hostiles e ilusorios. Las estrategias comunicacionales en los gobiernos peronistas de la modernidad, no suelen ser eficaces. El financiamiento del asistencialismo estatal atendiendo a las sucesivas crisis que sufrió su gestión, terminó siendo un objeto de crítica y hasta denuncias de corrupción, que, aunque se diluyeron por falaces, cobraron su costo en las urnas.

Mientras, J.M. protagonizó ese contexto desde la bronca, convocando a la ciudadanía a rebelarse contra el “Papá Estado”, señalando la sumisión de la sociedad a las imposiciones de aquel. El enojo, que ya existía por muchas frustraciones, con una cuarentena ‘prolongada’, se acumuló y, desde a virtualidad de las redes sociales, se transformó en real y en la calle.

Aproximando una definición 

Cas Mudde, un politólogo holandés y docente en la Universidad de Georgia, es un especialista (publicó numerosos estudios) sobre la extrema derecha y el populismo en Europa, define al populismo como una ideología política que combina la derecha política con retórica y temas populistas. Esa ideología divide la sociedad en dos entidades constituyentes, antagónicas entre sí a saber; el pueblo y las élites. Reputando a las élites y al Estado, como básicamente corrutos y burocráticos en su retórica, apela a los individuos que se identifican como anti-Estado.

Al populismo de derecha se lo asocia con las ideas ultraconservadoras, el rechazo al “estado de Bienestar” y, en general a toda opinión progresista. Hacen gala de irreverencia reivindicando la “incorrección política”. Demonizan a la Justicia Social, como a todo principio igualitario. Siendo estos últimos, valores logrados dentro de los acuerdos democráticos consolidades, de tantas décadas, al oponérseles, su discurso se torna antidemocrático.

De cualquier modo, debemos agregar que, desde nuestra perspectiva de región excéntrica, observamos que las manifestaciones políticas que tienen el mismo color y encuadre general, cuentan con diferentes retóricas de liderazgos, se organizan de diversos modos, y difieren en algunos conceptos ideológicos, aunque insistimos, se los puede agrupar por sus rasgos generales.

Como señala Pippa Norris, politóloga norteamericana especializada en sistemas comparados, en la literatura de referencia para este tema, se utilizan tipologías alternativas y diversas etiquetas que categorizan a los partidos en general como ultras, libertarios, nacionalistas, anti gobiernos, etc. pero los términos más frecuentemente asociados al populismo, son los conceptos de extrema derecha y neofascismo.

Características generales de la “corriente”

Conservadurismo puro en el plano social, con discurso de liberalismo económico, aunque con planeamientos extremos en algunos casos que los posicionan en el Anarcocapitalismo, y con conclusiones antisociales similares a las del fascismo tradicional. Tal el caso actual de Argentina con Javier Milei en la presidencia.

Una retórica visceralmente anticomunista (fuera de época) y denunciante de todo lo vinculado con la izquierda y el socialismo, que impuso ideas febriles en la sociedad como el cambio climático, o la idea de peligrosidad de la pandemia de Covid.

Los disidentes ideológicos son tratados con violencia verbal, estigmatizaciones y demonizaciones de sus ideas. El Estado mismo, es criminal, porque «aplica impuestos esclavizando al ciudadano». Desnudando su ideología subyacente, el Populismo también estigmatiza a los grupos que considera peligrosos para la sociedad, como los menos productivos o potencialmente criminales —generalmente extranjeros o beneficiarios de planes sociales o de subsidios—

Con un discurso de (aparente) “antipolítica” o post política, se presentan a sí mismos como “EL CAMBIO”, o la «NUEVA POLÍTICA», pero como ya dijimos, conjugan elementos que derivan de la agenda liberal clásica, y de la tradición conservadora. Prueba de ello, que encumbran una vez en el poder, a empresarios, o antiguos actores políticos con cierto “prestigio”, que invariablemente pertenecen al establishment.

Nayib Bukele

En su discurso político se destacan elementos propios de la derecha tradicional: la prioridad de la seguridad frente a la igualdad, la tendencia a criminalizar y judicializar los problemas sociales y, en la mayoría de los casos, [exceptuando al caso argentino]; la construcción de un nacionalismo excluyente, con tintes etnicistas o culturalistas. Para ilustrar este aspecto, referimos la experiencia de EEUU, donde esa corriente apela al sector más vulnerable a ser seducidos por sus propuestas autoritarias y reaccionarias; la clase media blanca, pues esta se identifica como un estamento social privilegiado (lo han sido por centurias), que otros actores [undeserving poor] –con demandas de trabajo, asistencialismo e igualitarismo– pueden económica, social y presupuestariamente amenazar. 

El mismo estado de bienestar (hoy virtualmente desmantelado) es paradójicamente objeto de repudio por parte de muchos en la sociedad civil. Emocionalmente asocian su defensa a la izquierda. 

Bajo la idea de la decadencia de las instituciones (se idealiza el pasado), se repudia las instituciones estatales y democráticas por disfuncionales. Hay también una feroz antipatía al multiculturalismo y una actitud apática frente al liberalismo por su tolerancia hacia este fenómeno.

Estos nuevos partidos, que tal como adelantamos, comenzaron a formarse desde los ’80, con inspiración de la extrema derecha [no democrática], sin embargo, se alejaron paulatinamente de sus orígenes (o proximidad con fascistas y ultras) pues se centraron con un discurso distinto, desde que aceptaron competir en sistema político democrático liberal

El populismo de derecha se radicaliza

Electoralmente, tal como hicieron en Argentina, la centroderecha [conservadores] se asocia en coalición al populismo reaccionario, tributando votantes, “respetabilidad”, y el rótulo de «conservador» (como garantía de que no se revolucionará el sistema). Pero si el núcleo libertario populista se consolida en la gestión, suelen con el tiempo, marginar a los conservadores

Cuando el apoyo populista es mayoritario, confirmado en una elección o referéndum, la meta será para el gobierno ejecutar esa «voluntad popular» cuanto antes, descartando “sutilezas democráticas” como “los derechos de las minorías, el Estado de derecho y la separación de poderes”, según describe Mudde. La conducta de J. Milei confirma la teoría del profesor.

Los temas populistas, en realidad agenda impuesta desde los medios [y comunicadores] cómplices, dominan el debate político, asistidos por pléyades de trolls en las redes sociales, hemos de decirlo, y así, se instalan como urgentes [aunque sean asuntos inconsistentes, fakes, o productos de la posverdad]. 

A los periodistas que no son “cooptados” por la causa anarco-libertaria [en la Argentina hay famosos personajes sin escrúpulos que actúan proactivamente en favor de la visión oficialista, hasta en un modo escandaloso, por lo evidente], les atrae la «extravagancia» de los dirigentes libertarios, y es por ello que les dan espacio de información y comentarios, pero aún siendo críticos, les dan necesariamente oxígeno.

Más hábiles que sus socios liberales o conservadores, dominan las comunicaciones con mensajes más populares que los de aquellos, (por otra parte, bastante desacreditados por el paso macrista por el gobierno – en el caso nacional –). Como sea, el resultado es que ideas de ultra derecha, sean más comúnmente aceptadas. Los extremistas (violentos) de la derecha se sienten de este modo envalentonados e impunes, por caso; el grupo «Revolución Federal», sospechado de involucramiento en el atentado a CFK.

Si caen tabúes, prohibiciones tradicionalmente aceptadas por la sociedad, el lenguaje populista se normaliza. Buscando atención, los populistas siguen radicalizando su lenguaje.

El peligro del P. de D.

Como señalamos, esta ‘filosofía’ ordena los problemas comunes a una nación siempre de manera antitética: o esto o lo otro, y elige a los poderosos en esa disyuntiva. Siendo ideológicamente excluyentes, necesariamente se presenta como incompatible con otras soluciones posibles a la cuestión pública. Sus tramitaciones a los problemas es siempre la correcta, la ‘única’ acertada. Políticamente esa visión dicotómica de (solo) dos posiciones contrapuestas, es inadecuada e insuficiente [la compleja realidad ofrece múltiples alternativas, siempre], como decía Norberto Bobbio.

Por lo demás, el populismo impide negociar en términos democráticos, comúnmente descarta las causas y se limita a los efectos. Como ejemplo citamos las repetidas represiones violentas a las marchas o actividades de protestas, de diversos actores, sin nunca analizar la justicia de sus reclamos o intentar conciliar intereses o arbitrar la resolución de los conflictos.

Y es antidemocrático, además, porque demoniza a quienes reclaman despreciando un principio democrático y constitucional, y lo peor; pretende ser el único capaz de terminar con los conflictos –sin perjuicio del medio usado–, desconociendo que el conflicto es constitutivo de la sociedad y no existe una solución única, ni infinitamente duradera. 

Algunas conclusiones

Parecería innegable que J. Milei termina en el poder como el vengador de una parte de la clase media e incluso de la baja, que se sintieron frustrados por la política tradicional.

Tal vez, quienes lo precedieron en los últimos 8 años, no accedieron al poder con sus respectivos programas revolucionarios; ni el “cambio” se dio, ni fue un “todos juntos” después. Solo administraron (naturalmente con diferentes sesgos, y beneficiarios), sin tampoco una verdadera estrategia.

Dice el filósofo Zizek, que el ascenso del P. de Derecha sin duda marca la derrota de la izquierda, del progresismo y del movimiento popular “domesticado”. «La derecha populista cabalga sobre los lomos del fracaso de los proyectos de cambio que sólo aplican “paños de agua tibia» (sic).

Claramente experimentamos con A.F. la certeza de aquella máxima atribuida a Lenin, que reza … “Si la revolución no se repite, la reacción termina imponiéndose”. Los procesos transformadores requieren ir a lo global, hacia arriba y hacia abajo, de lo administrativo a lo político, dar bienestar real y permanente. 

Si no se cumple, solo queda en esfuerzos y buenas intenciones, el sistema los asimila, los apropia momentáneamente y critica sus costos, con lo que el movimiento popular queda a la defensiva, mientras el capital cierra buenos balances.