Santa Evita: una mirada política

Por: Luis Dib// Alerta Spoiler

El martes 26 de julio, coincidiendo con el 70 aniversario de la muerte de Evita, se estrenó la miniserie Santa Evita, basada en la novela de Tomas Eloy Martinez. Publicada en 1995, la novela fue un best seller mundial. Tomas Eloy sin duda, uno de los grandes escritores de los últimos tiempos, y un gran periodista de investigación, había escrito antes “La novela de Perón”, que también fue exitosa pero no tanto como esta.

La novela Santa Evita, toma como eje narrativo lo sucedido con el robo y profanación del cuerpo de Evita, perpetrado por los que derrocaron a Perón. De ahí, va narrando y expresando todo lo que el autor quiere decir sobre Evita y el peronismo.

La miniserie toma el núcleo narrativo de la novela pero es bastante diferente al trato despectivo del cual están impregnados casi todos los personajes de la novela. Aunque hay algunos elementos controvertidos, en principio, parece una producción amable para las distintas posturas sobre el peronismo y Eva. Trata de conformar a todos, hay guiños para peronistas y para antiperonistas, puede molestar u ofender a aquellos que tienen una imagen sagrada, inmaculada de Evita, pero en mi opinión, no hay ataques graves como se ve en la novela. En definitiva, no olvidemos que es un negocio que pretende hacer buenas producciones y en esa línea es conveniente reducir la polémica a lo mínimo y mostrarse como “objetiva”.

La actuación de Natalia Oreiro es sobresaliente, por supuesto encarnar un personaje como Evita nunca va a satisfacer a todos y a todas, porque es imposible la emulación perfecta de un personaje histórico tan potenete como Eva Perón. Siempre vamos a ver a la actriz, en este caso a Natalia Oreiro, más que a Evita. Muestra bien las distintas facetas de Evita, la encantadora, la sensible, la enormemente carismática, la dura, la firme, la de una voluntad y determinación de hierro.

Lo peor está en la representación de Perón, muestra un Perón parco, apocado, no se ríe en los 7 capítulos, no es amable. Un Perón sin su sonrisa y sin su amabilidad es inconcebible, se entiende que no es tanto por Darío Grandinetti, que es un gran actor, sino por el personaje del modo en cómo está formateado.

Como la novela, el eje de la trama es un cuerpo embalsamado, el de Evita, que se transforma en un problema político para el proceso de desperonización que quería concretar la revolución del `55.

Ahí está “esa mujer”, y aparece un personaje siniestro: el coronel Moori Koenig, militar de inteligencia (lugar donde suele haber  seres macabros) como el encargado de resolver el problema. Ahí se inicia la destrucción o degradación de ese hombre por su obsesión por esa mujer que no pudo tener estando viva y que ahora  ve  la oportunidad  de poseerla de muerta.

Hay otro personaje que es periodista, que de algún modo es el alter ego de Tomás Eloy Martínez que investiga el paradero del cuerpo. También él cae en el hechizo o ¿maldición? de esa mujer y no puede abandonar la obsesión de saber que pasó y donde está el cadáver, va complicando su vida y hasta su salud por esa obsesión. Este aspecto parece más acentuado en la novela que en la serie y es de algún modo una proyección de lo que le pasa a Tomás Eloy Martinez con el peronismo. El Autor conoció a Perón en Madrid, cuando la figura del viejo general en el exilio se había casi convertido en un mito viviente para los jóvenes revolucionarios que luchaban por su retorno y por la instauración de un socialismo nacional, y una esperanza para los que recordaban aquellos tiempos felices de 15 años atrás, el escritor quiso ver esa figura y luego quedó decepcionado, de ahí quizás surge cierto resentimiento y desprecio por el peronismo que busco defenestrar en su obra.

En una escena el periodista intenta hablar con la esposa del coronel Moori Koenig, ya su familia estaba devastada y el Coronel era una sombra de lo que había sido. La esposa le dice al periodista: “tenga cuidado el que se acerca a ella (por Eva) termina mal”, esa frase está en la novela, la dice Martinez, y es muy cercana a la tan certera de John William Cooke, “el peronismo es el hecho maldito…”, de ahí parte la obsesión destructiva por eliminar como sea al peronismo, porque la extirpación del peronismo es el sueño eterno de lo que Evita llamaba la oligarquía, lo que hoy llamamos derecha. Pero precisamente la incomprensión del fenómeno peronista es lo que impidió una muchas veces su destrucción.

Y es, en mi consideración, esa, la incomprensión por el sujeto político que construyeron Perón y Evita: el pueblo. Ese pueblo que encontró en ellos dos, la contención, y esa atención que necesitaba, que al poco tiempo se transformó en una adhesión total, eso llamamos lealtad, a partir de la experiencia del amor y la igualdad.

Curiosamente o no tanto, El pueblo es el que no parece en la miniserie. Casi soslayado es un murmullo, es lo anónimo, es el trasfondo, no aparece como protagonista. Es notable que el 17 de octubre sea casi, elípticamente, pasado por alto. El pueblo en “Santa Evita” es un fenómeno visto desde un dron, es una aparición fantasmal que deja flores y velas en los lugares donde está el cuerpo de Evita, que ninguno de los macabros militares lo ve. Al antiperonismo le pasa eso, no ve al pueblo, y lo poco que puede ver, lo desprecia.

Una vez en un reportaje a Tomás Eloy Martinez cuando estaba escribiendo la novela de Perón, contó una anécdota que era parte de su investigación, que luego creo que la incluyó en la novela. En el primer gobierno de Perón, una mujer pobre del conurbano madre de varios hijos, recibe de parte de la fundación Eva Perón, colchones, esta señora grande nunca había tenido un colchón, nunca. Esta señora, observa, agradece a la fundación, piensa y dice estas palabras su familia: “Bueno, acá en esta casa de ahora en más, se va a votar a Perón. Siempre”.

El autor de “La novela de Perón” y de “Santa Evita”, utilizaba este hecho para hablar del peronismo como un fenómeno puramente emocional, en los cuales unos perversos oportunistas como Perón y Evita se abusaban demagógicamente de la pobre gente y sus necesidades: una típica lectura del medio pelo gorila: “votan al peronismo porque les dan un pan dulce y una sidra, chori y una coca”, frases parecidas hemos escuchado infinidad de veces… Las palabras de esa señora agradecida no tanto por el colchón sino por el reconocimiento de sus derechos y por la reparación de su dignidad encierran un mensaje profundo que no puede ser visto por la mentalidad antiperonista.

Ese es uno de los elementos que está en la novela y llega condicionando a la miniserie. La producción gana artísticamente cuando va tomando forma de triller y ahí atrapa. Se afloja un poco cuando elude las controversias políticas sin abrir al debate. El episodio del cabildo abierto en el cual se le ofrece la candidatura a Eva, es de lo mejor escrito en la novela; incluso está narrado cinematográficamente, pero la serie lo desdeña.

Pienso que vale la pena verla, hay pocos errores históricos, y es para pensarla. No se puede separar mucho el hecho artístico del político, pero tiene escenas muy bien logradas. Incluso es recomendable como motivación para conocer luego un relato histórico más riguroso.

Finalmente, es historia conocida, el cuerpo de Evita, es devuelto finalmente al general en septiembre 1971 , se puede decir que vence a sus enemigos trasformados en profanadores de su cuerpo. Casi exactamente dos años después el viejo general vencería a sus enemigos y derrocadores. Los dos siempre envueltos en el amor del pueblo. La historia siguió, lo sabemos, pero esta parte, termina bien.