Cuatro genocidas fueron condenados a prisión perpetua en cárcel común por su participación en la desaparición de personas durante el terrorismo de Estado a través de los vuelos de la muerte que partieron desde el predio militar de Campo de Mayo
Por Diego Adur
Este lunes por la tarde se conoció el veredicto que pronunció el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2 de San Martín a través de su presidente Walter Venditti. Junto a él estuvieron los otros jueces que integran el Tribunal, Matías Mancini y Esteban Rodríguez Eggers. Se condenó a prisión perpetua en cárcel común –previa revisión médica- a los 4 acusados que quedaron en el juicio: Santiago Omar Riveros, quien fuera Jefe de Institutos Militares de Campo de Mayo; el ex jefe del Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo, Luis del Valle Arce; el segundo ex jefe y piloto de los aviones utilizados en los vuelos de la muerte, Delsis Malacalza; y Eduardo María Lance, quien se desempeñó como oficial de operaciones en el Batallón. Antes de que comenzara el debate oral y público quedó excluido del juicio por motivos de salud quien fue el jefe de Inteligencia de ese destacamento, Alfredo Luis Devoto; y faltando pocas audiencias para llegar a esta sentencia también fue excluido por incapacidad Horacio Conditti, el ex jefe de Personal del Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo. Del Valle Arce también intentó fugarse del juicio, pero los peritos especialistas determinaron que estaba en condiciones de salud aptas para ser juzgado y así el Tribunal decidió rechazar su pedido de apartamiento.
Los condenados fueron declarados culpables por los delitos de lesa humanidad de desaparición de personas a través de los Vuelos de la Muerte. Ese mecanismo sistemático fue el más utilizado en los centros clandestinos que funcionaron en Campo de Mayo. Sin embargo las víctimas de este juicio fueron tan solo 4: Rosa Eugenia Novillo Corvalán, Adrián Accrescimbeni, Roberto Ramón Arancibia y Juan Carlos Rosace. La aparición de sus cuerpos en las costas del mar argentino o a orillas del Río de la Plata fue la principal prueba testimonial con la que contó este juicio. A lo largo del debate se confirmó que todas las víctimas estuvieron en el centro clandestino que funcionó en Campo de Mayo entre 1976 y 1978. El hallazgo de sus cuerpos y las características que presentaban confirmaron también que fueron arrojados de gran altura al agua, información proporcionada por testigos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En las primeras audiencias del juicio declararon familiares de las víctimas que relataron los secuestros, la vida y militancia de sus desaparecidos, y pidieron justicia. Justicia que tarde, pero finalmente llegó.
Además de los familiares de las víctimas e integrantes del EAAF, cabe destacar que la mayor parte de la declaración testimonial de este juicio estuvo a cargo de los colimbas que entre los años ’76 y ’78 realizaron el Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo. Fueron los conscriptos quienes fueron desentramando cómo fue la perversa técnica de desaparición de personas a través de los vuelos de la muerte: la llegada al Batallón de camiones frigoríficos de transporte de sustancias alimenticias cargadas con personas; la orden de los suboficiales de abrir directamente la barrera y postergar sus funciones e irse al galpón donde descansaban; los rumores que se escuchaban sobre “el fiambrero” que trasladaba a los muertos y muertas de la subversión; el avión Fiat G-222 o el Twin Otter esperando en la pista; los sonidos del despegue de las aeronaves en horario nocturno; las manchas de sangre en los propios aviones o los restos de ropa de hombre y mujer al costado de la pista; la existencia de un oceanógrafo que analizaba las mareas para que los cuerpos no aparecieran; las ampollas de ketalar encontradas en la pista, droga utilizada para sedar a las personas; entre otras. Fueron muchos y muy coincidentes los testimonios que relataron una y otra vez parte de esta siniestra cadena de desaparición de personas.
Llegando al final de la etapa testimonial, también dieron su declaración pilotos de los aviones de los vuelos de la muerte. Los militares detallaron las capacidades de las aeronaves, la posibilidad de abrir las compuertas en vuelo o de despegar sin puerta, la reserva de combustible con la que contaban y les permitía ir hasta el mar o el río y regresar al Batallón sin aterrizar; el nivel de carga –de personas- que podían albergar, y demás puntos relevantes para la causa. Estos pilotos, mecánicos de vuelo e incluso el oceanógrafo podrían quedar imputados ante una segunda parte de esta causa.
El juicio que comenzó a mediados de octubre de 2020, de manera virtual en plena pandemia, terminó este lunes 4 de julio con una audiencia semi presencial, donde a la mañana dijeron sus últimas palabras los imputados y a la tarde, desde el Tribunal de San Martín, el presidente del TOF leyó el veredicto. Sin dudas fue un juicio histórico. Por ser el primero en juzgar y condenar exclusivamente a genocidas por su responsabilidad y participación en los vuelos de la muerte, por el rol fundamental de los colimbas y su aporte al material probatorio de la causa y también por todo lo que deja abierto el cierre de este proceso. Seguramente haya una segunda parte de este juicio, con más imputados y, quien sabe, quizás otras víctimas halladas.