Carlitos Balá no fue un asesino, ni colaboró directamente con el terrorismo de estado, y por consiguiente con todas las violaciones a los derechos humanos. Fue un actor, cómico y su público fueron los niños y niños.
En la dictadura de 1976 a 1983, participó de algunas películas que sirvieron de alguna manera para difusión de las ideas de la dictadura cívico militar, como fue el valor de las fuerzas armadas y de seguridad como pilar de la patria, la familia . Y también sutiles guiños a la represión ilegal. Participó también de un aviso donde se promovía como debía ser el comportamiento en el mundial 1978.
En todas trabajó como actor y es posible que haya habido un consentimiento a la propaganda de la dictadura. Este tema nos lleva a varios debates no resueltos sobre la dictadura.
Uno de ellos es como fue la vida cotidiana, de los hombres comunes, los que no estaban muy politizados y que veían al golpe militar como algo casi normal que pasaba de vez en cuando, y que con los militares había al menos, orden. Y la democracia? Bien gracias, parecía que mucho no importaba.
José Pablo Feinmann cuenta que cuando vino el golpe, se encerró en donde vivía, puso una cerradura trabex y estuvo varios días sin salir. Cuando salió, vio que seguía todo normalmente, la gente iba a trabajar, a estudiar, como si nada. Y dice que eso ” la total normalidad”, era el verdadero horror. ¿Nadie vió nada?
Se suele decir que nadie vio nada, que durante los primeros años , nadie se entero de nada porque no se veía nada . Una verdad a medias, los hechos dicen que hubo muchos secuestros de militantes que se dieron a plena luz del día, en paradas de colectivos, en supermercados, en colectivos… lugares donde había mucha gente .
Una investigación de Margarite Feilowitz, lingüista norteamericana, de hace años, cuenta que entrevistó a varias personas que no tenían familiares desaparecidos, gente común, digamos, y la respuesta a la primera pregunta sobre lo que habían visto era la misma : “no vi nada , no me entere de nada”, pero a medida que avanzaba la conversación todos, invariablemente todos, habían visto algo o sabían de algo.
Un fenómeno extraño que yo comprobé cuando trabaje en el programa Jóvenes y memoria, les daba a alumnos de secundaria una consigna : que busquen parientes conocidos y que le pregunten que habían visto en los años de dictadura, pero que no se queden con la primera respuesta. El resultado era el mismo: primero la negación y después empezaban a recordar y había experiencias muy fuertes.
Se daba un fenómeno extraño que consistía en ver y negar , o ver y olvidar, o ver y no comprender. Eso no absuelve a la sociedad , pero se dio. Fue una ignorancia culpable, o ingenuidad culpable. También es común una conducta similar en entrevistas a vecinos de centros clandestinos: algo habían visto o escuchado.
Ahora bien, seguro hubo una mayor responsabilidad, en ciudadanos con cierta notoriedad social, un dirigente sindical , empresarial, un obispo no son ciudadanos comunes. Un director de un medio tampoco lo es. ¿Un actor , un cómico, un animador infantil lo es? Y… quizás alguno si.
La dictadura aprovechó todo lo que pudo a figuras populares o con mucho público para difundir algunos de sus principios o para encubrir los horrores que estaba cometiendo. Jose Maria Muñoz, el principal relator de la época, el día que la selección juvenil salio campeón mundial en Tokio, en septiembre de 1979. Alentaba a que la gente salga a la calle a festejar, así la CIDH, que en esos días estaba en el país entrevistando a familiares, recibiendo denuncias, escuchara lo que era el país.
Palito Ortega, dirigió películas donde se exaltaban los valores de las fuerzas armadas, y la necesidad de orden. Y hay escenas donde se dice sutilmente que a veces, hay que irse un poco de la ley.
Pero hay una película que es claramente un manifiesto de la visión del pais que quería imponer la dictadura. “La fiesta de de todos”, dirigida por Sergio Renan. Un docu-drama sobre el mundial 78, estrenada a pocos meses del evento.
Ni al director ni a la mayoría del numeroso elenco que participó se lo puede vincular con la ideología de la dictadura. La película trata de mostrar un país en paz, en unidad y viviendo la felicidad de un mundial de fútbol organizado y ganado por la Argentina. Hay que recordar que la junta militar asistió a la inauguración y a la final del mundial. Y Videla entregó la copa. O sea, se presentaron en estadios llenos.
Uno de los cantitos más dichos fue “el que no salta es un holandés “, el equipo vencido por nuestra selección que se negó a recibir las medallas de subcampeón de las manos manchadas en sangre del dictador Jorge Rafael Videla (más o menos así fueron las palabras de Neeskens , el capitán de la digna selección holandesa). Lo que digo no justifica, no absuelve, pero habla de un clima de época muy fuerte que afectaba o anestesiaba, a una buena parte de la sociedad. Por supuesto hay que combinarlo con el miedo, la falta de conciencia democrática (la democracia no estaba valorada), y cierto prestigio que todavía tenían las fuerzas armadas (cosa que se derrumbó luego del fracaso de Malvinas)
Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA , relata la increíble y paradojal experiencia de los marinos festejando con los prisioneros y prisioneras la final y luego la salida con ellos a festejar por el obelisco.
¿Que le pasó a esa buena parte de la sociedad? ¿Ignorancia? ¿Ingenuidad? ¿Negacion? No lo sé. ¿Culpabilidad? Para mí, seguro aunque mínima, de ninguna manera equiparable a los crímenes horrorosos de esos año. Ni siquiera hablaría de complicidad, salvo en casos muy concretos.
Carlitos Balá marcó la infancia de generaciones dando alegría y felicidad, y chistes eternos , de eso sí seguro que es culpable.