En una jornada virtual organizada por el Centro Cultural de la Ciencia y el Instituto de Formación Docente, científicos disertaron sobre los alcances y características de las tecnologías libres, con especial hincapié en cómo pueden impactar positivamente en el contexto actual de pandemia. Además, compartieron el esquema de ensamblado y funcionamiento de un medidor de dióxido de carbono.
Como parte de un ciclo de encuentros destinados especialmente a la comunidad educativa para promocionar la campaña Ventilar, el Centro Cultural de la Ciencia y el Instituto de Formación Docente organizaron una charla sobre las tecnologías libres y sus aportes en el contexto actual de crisis sanitaria. El evento hizo especial énfasis en las diferencias que tiene el desarrollo de tecnologías abiertas y libres respecto del diseño cerrado y propietario.
Las disertaciones estuvieron a cargo de Alejandro Nadra, investigador del CONICET y director del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (iB3), y de Juan Fernández Zaragoza, estudiante de Ciencias de la Computación y Filosofía de la UBA e integrante del proyecto Boid, que busca comunicar, diseñar y producir tecnologías libres y abiertas, además de promover la apropiación comunitaria de las nuevas tecnologías.
Fernández explicó que las tecnologías libres se refieren a “cuatro libertades: libertad de usar, de estudiar su funcionamiento, de distribuirla y de poder mejorarla. Estas libertades están relacionadas entre sí y conectadas”, y recordó que el primero que definió estas cuatro libertades fue Richard Stallman, considerado el principal promotor del software libre.
El integrante del proyecto Boid aclaró que, cuando se habla de tecnologías, “se habla de conocimiento, de la ciencia aplicada para solucionar problemas concretos. Si tomáramos en cuenta un celular- ejemplificó-, la tecnología sería entender cómo funciona el celular, cómo se ensamblan las piezas, la documentación y toda la ciencia necesaria para que ese objeto funcione. Se trata de una diferenciación muy importante entre la tecnología como conocimiento y la tecnología como dispositivo particular”.
En su exposición, Fernández detalló que las tecnologías que suelen usarse son las llamadas propietarias, donde los códigos y funcionamientos internos son propiedad exclusiva de la empresa que las produce.
“Las tecnologías propietarias tienen interfaces cerradas, lo que dificultad tanto su mantenimiento como su uso. Además, están bajo sistemas de patentes, lo que supone una garantía legal de monopolios productivos. Y, al tener falta de competencia, se generan incentivos para sostener ganancias y precios inflados que van directamente en contra de los intereses de los consumidores”, enumeró.
Las tecnologías libres, en cambio, “generan un desarrollo colaborativo, un uso de las tecnologías en un sentido pleno, permite la auditabilidad y supervisión pública y reduce los costos de acceso a las tecnologías. Al saber cómo funciona una tecnología, se puede decidir cómo usar o readaptar el dispositivo para resolver problemáticas locales” contrastó el integrante del grupo Boid.
Fernández aclaró que, para que se den las condiciones de libertades en torno a las tecnologías, se requieren también la documentación accesible y pública, para que cualquiera pueda conocer cómo se construye el dispositivo en cuestión. “Además, es importante que haya un marco educativo y pedagógico que garantice que las personas tengan un conocimiento adecuado para poder entender y brindar soluciones a partir de esos saberes, más un soporte comunitario donde se pueda intercambiar información”, agregó
Los disertantes también hablaron de tecnologías libres en contexto de crisis sanitaria, como las aplicadas a rastreos de contagios; los entornos virtuales de vida, expresión y comunicación; las vacunas y patentes; y dispositivos de usos sanitarios.
Si bien hubo propuestas para la utilización de este tipo de tecnologías para identificar mejor la localización y potenciales movimientos geográficos del virus, “los datos necesarios eran muy íntimos y sensibles, y las empresas que los proponían eran de código cerrado. Para este tipo de iniciativas, son necesarios códigos abiertos para que haya una auditoría pública y tener supervisión sobre el manejo y uso de esos datos”, destacó Fernández.
Por su parte, Alejandro Nadra se preguntó si el modelo capitalista, con monopolios concentrados, es aplicable al sistema sanitario, donde la salud de una población mundial depende, como en el caso actual, de un desarrollo tecnológico como puede ser una vacuna.
“Hablamos de empresas que tienen las patentes sobre las vacunas y, al mismo tiempo, una incapacidad operativa para proveer a la población de las mismas. Esa es la lógica actual”, señaló.
Nadra remarcó la importancia de pensarse “como ciudadanos, y no simplemente como clientes o consumidores de tecnologías que desarrollan en otros países”, y ponderó a productos tecnológicos de la biomedicina que no fueron patentados, como el caso de los anticuerpos monoclonales desarrollados por el Premio Nobel argentino César Milstein.
“Aun sin estar patentados, la industria de esa tecnología es enorme. La ausencia de patente no atenta contra un mercado potencial ni contra la innovación”, afirmó.
El investigador del CONICET también repasó las numerosas innovaciones en contexto de pandemia que se hicieron a partir de tecnologías libres como barbijos, termómetros, dispenser de alcohol sin contacto, respiradores y máscaras.
Dentro de este grupo, también incluyó a los medidores de dióxido de carbono, herramienta de gran ayuda a la hora de ventilar. “No sirven para medir el virus, pero sí para ver cuán respirado está el aire de un ambiente. Eso es importante porque hay una correlación entre la cantidad de dióxido de carbono y cantidad de partículas de virus, en caso de que alguien con quien compartimos espacio esté contagiado. La ventilación continua, cruzada y distribuida disminuye enormemente el riesgo de contagio de coronavirus”, subrayó.
En este sentido, el director del iB3 explicó que estos medidores son otro ejemplo de tecnologías libres y detalló que, desde el proyecto Boid se trabaja para difundir y potenciar la producción de sensores de dióxido de carbono. Durante la presentación, Nadra compartió los planos e indicaciones del físico e investigador del CONICET Jorge Luis Aliaga (ver imágenes), quien desarrolló uno en su casa y subió los pasos a seguir a su página web para quien quisiera replicarlos de forma doméstica.