Un grupo de investigadoras del CONICET y de diversas universidades del país estudian los modos de vida, la arquitectura y el espacio doméstico en las sociedades que poblaron la llanura de Santiago del Estero en momentos prehispánicos y coloniales. También, investigan sobre diversas prácticas culturales locales e interacciones poblacionales que se dieron en la región.
Históricamente, los estudios en la llanura de Santiago del Estero trabajados desde la arqueología e historia no han pensado de forma conjunta los procesos históricos y sociales que constituyeron a las poblaciones aborígenes. Es por esto que un grupo interdisciplinario conformado por especialistas del CONICET se propone abordar la constitución de dichos grupos sociales.
La doctora Constanza Taboada, investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT-CONICET) mencionó a la Agencia CTyS-UNLaM: “Uno de los temas que nos interesa indagar es cómo se constituyeron estas poblaciones en relación a sus modos de vida, a su organización del ámbito doméstico y comunitario, como también a sus expresiones culturales y modos de interrrelacionarse”.
“Por primera vez en la arqueología regional, abordamos el estudio de la arquitectura y del espacio doméstico, habiéndose podido registrar los límites de una vivienda, su piso y techo, y las posibles variantes en tiempo y espacio”, aseguró Taboada, directora del proyecto “Modos de vida y prácticas socio-políticas en asentamientos indígenas prehispánicos y pueblos de indios coloniales de la llanura de Santiago del Estero, Argentina”.
A su vez, el equipo logró reconocer una variabilidad importante en los tamaños, estructura y distribución de los sitios, lo que apunta a que algunos asentamientos pudieron ser pequeños poblados, ocupados solo durante un tiempo, mientras que otros fueron creciendo al ser usados y reocupados por hasta 500 años.
“Aún dentro de la diversidad en las formas de expresión cultural, de modos de vida y de relaciones y estrategias sociopolíticas intergrupales de estas comunidades, podemos afirmar que eran poblaciones que vivían cerca de fuentes de agua, instalando sus viviendas en zonas más altas y aprovechando las áreas bajas para sembrar y almacenar agua”, explicó la directora Taboada.
Estas comunidades desarrollaron modos de vida que parecen haber variado entre una cierta movilidad habitacional y la residencia permanente. Se conformaron como poblaciones que tuvieron un gran desarrollo de la alfarería, con una subsistencia basada en caza, pesca, recolección y, en ciertos momentos y poblaciones, horticultura, agricultura y domesticación de animales.
Por su parte, la doctora Sara López Campeny, especialista en prácticas textiles y también investigadora del CONICET y docente en UNT, indicó que las excavaciones arqueológicas sistemáticas, llevadas adelante por el equipo, permitieron recuperar e identificar las primeras evidencias s textiles directas para el área. Se trata de fibras microscópicas de algodón, que se conservaron asociadas al sedimento adherido a instrumental de hilado. En este sentido, la presencia de miles de torteros para hilar es muestra de que algunos grupos locales desarrollaron ampliamente la textilería.
De manera complementaria, “el análisis minucioso de materiales procedentes de los sitios en estudio, hoy albergados en colecciones museográficas, permitió identificar fragmentos de telas y fibras textiles que se conservaron, de forma excepcional, por su asociación a piezas de metal, las que habrían formado parte de la indumentaria, como placas, brazaletes y cascabeles”, destacó.
Si bien estas poblaciones de la llanura santiagueña no han sido históricamente relacionadas con el Imperio Inca, según el doctor Carlos Angiorama, especialista en metalurgia y también investigador de CONICET y docente de la UNT, “pudo haber habido una interacción entablada por los incas con algunas poblaciones ubicadas en la zona de los Bañados de Añatuya, que habrían sido sostenidas por alianzas en las que los objetos de metal e hilados habrían actuado como materiales de importancia”. Aun así, no se puede sostener que se haya tratado de una colonización, ni que los incas se hayan asentado en la zona.
En esta misma línea, el investigador afirmó que “en las colecciones pioneras, había gran cantidad de objetos de metal incaicos y valliserranos del Noroeste Argentino (NOA), que se hallaron en los mismos sitios de donde procedían miles de torteros para el hilado de tejidos, los cuales eran, a su vez, una de las manufacturas más relevantes para los incas”.
Este proceso fue interrumpido por la conquista española. Sin embargo, algunas de estas alianzas e integración de bienes y rasgos continuaron en las poblaciones locales, reflejados en la perduración de uso de objetos incaicos en algunos entierros coloniales.
En referencia al momento de la conquista española, la doctora Judith Farberman, especialista en Historia Colonial de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y el CONICET, aportó que uno de los núcleos de resistencia indígena de la colonia temprana se localizó en las “ciénagas del Salado” -como se llamaba a la zona de los bañados de Añatuya-.
Allí, los grupos indígenas combatieron ayudados por un ambiente poco amigable para las armas españolas. Una vez doblegada la resistencia y siguiendo las ordenanzas del oidor Alfaro de 1611-12, las aldeas indígenas fueron reducidas a “pueblos de indios”. En la zona de los Bañados de Añatuya el pueblo de Lasco fue el más destacado y creemos haber identificado sus restos arqueológicos.
“Abordar estas temáticas implica comprender la gran relevancia que ha cobrado la dimensión social de la arqueología y la historia. Esto se ve reflejado en la creciente toma de conciencia sobre el papel activo que las prácticas y discursos sobre el pasado generan en las comunidades, personas e instituciones donde intervienen las y los especialistas en arqueología e historia”, aseveró la arqueóloga Jimena Medina Chueca (UNT).
“En función de ello, desde el equipo hemos empezado a repensar nuestras propias prácticas y discursos, de modo de conseguir una articulación respetuosa y útil entre nuestro trabajo y los conocimientos, expectativas y sentires comunitarios. Por ello, nuestras acciones y decisiones, han buscado articular progresivamente las particularidades sociales, políticas, culturales e identitarias del territorio en donde trabajamos”.
Es por esto que, la denominada “Arqueología no violenta” (término que proponen desde el equipo), busca “asumir el compromiso de hacer una arqueología no arrogante, que acompañe las expectativas que genera con su accionar, y respetar un ritmo que permita el discernimiento y explicitación real de los intereses y voluntades involucradas por las partes”.
El proyecto cuenta con el financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Además, contó con el apoyo de la Dirección General de Patrimonio Cultural de Santiago del Estero, las Intendencias de Colonia Dora y de Matará, las escuelas de Colonia Dora (EFA y Prov. Nº 731) y pobladores de Acequia Vieja, Mancapa, Puente Negro, Colonia Dora, Santa Rosa, Matará, Llajta Mauca, El Veinte y parajes vecinos.
Completan el equipo las doctoras Josefina Pérez Pieroni, Silvina Rodríguez Curletto, el Doctor Catriel León, los Arquitectos Guillermo Ortiz, M. José Barazzutti, Andrés Romano, el Geólogo Ernesto Rodríguez Lascano, la Licenciada Mónica Burgos y los estudiantes Santiago Savino, Kevin Carricart, Pablo Flores y Ailem Paladea Rojo.