Por Abel Bohoslavsky
Falleció el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y se van a derramar homenajes como caudalosos ríos de leche y miel, tal como reza la letra del himno sandinista escrito por el cantautor Carlos Mejía Godoy en épocas del auge y esperanza revolucionaria. Millones de evocaciones y anécdotas. Lo escuché recitar varias veces sus poemas. La vez que más me conmovió fue una mañana muy tempranito del 19 de julio de 1981, en Managua, cuando se conmemoraba el segundo aniversario del triunfo de la Revolución. Me despertaba escuchando Radio Sandino. La voz inconfundible del sacerdote trapense me despertó con su grito “¡Comunismo o reino de dios en la Tierra que es lo mismo!”.
En 1983, la ofensiva de guerra de agresión montada por el gobierno de Ronald Reagan estaba en todo su despliegue bélico. La cúpula de la Iglesia Católica nicaragüense con el cardenal Miguel Obando y Bravo – jefe “espiritual” de la contrarrevolución –asociada con el papa Juan Pablo II (el polaco Karol Wojtyla), promovió que el jefe del Estado Vaticano llegase a Nicaragua. La ofensiva ideológica anti-revolucionaria era tan intensa como el ataque armado. El Vaticano, además, puso condiciones: no admitía que ninguno de los sacerdotes que integraban el gobierno revolucionario estuviese en la recepción. Junto a Ernesto, ministro de Cultura, eran también ministros los curas Fernando Cardenal (de Educación) y Miguel D’Escoto (canciller). La llegada del Papa al aeropuerto Augusto C. Sandino fue un episodio que –gracias a la televisión – pudo ver casi todo el pueblo y se transmitió al mundo.
El Papa fue recibido por una larga fila de integrantes del gabinete. Recibiendo a un jefe de Estado extranjero no estaba el canciller. En la misma pista del aeropuerto estaba toda la cúpula de la Iglesia local (con Obando a la cabeza) enfrentada a los sacerdotes que -inspirados en la Teología de la Liberación- participaban con entusiasmo en la Revolución. El Papa iba saludando uno por uno a los miembros del gobierno y de pronto se topó con Ernesto Cardenal, como siempre ataviado con su clásica boina. El sacerdote poeta sandinista, se quitó la boina y se arrodilló. A Karol Wojtyla se le descompuso el rostro. No le dio la mano y empezó a agitar su índice derecho en tono admonitorio, se lo veía enrojecido, casi desaforado. Y gritaba. No se pudieron escuchar sus gritos, pero rápidamente trascendió que repetía a viva voz y en castellano muy entendible: «¡Arregle su situación con la Iglesia, arregle su situación con la Iglesia!». La ira del polaco era comprensible. Su exigencia no fue respetada.La picardía desafiante de Ernesto Cardenal, le trastocó su protocolo. Lo de «arreglar la situación» era porque el Papa exigía que los sacerdotes tercermundistas dejasen el gobierno revolucionario. . . o dejasen la Iglesia. Nadade eso ocurrió.
La Revolución Sandinista triunfó en su esfuerzo bélico de impedir que la contrarrevolución se impusiese por las armas. Pero fue derrotada políticamente en las elecciones de 1990. El FSLN revolucionario se fue descomponiendo y sufrió una sangría de veteranos y jóvenes revolucionarios. Entre ellos, el mismísimo Ernesto Cardenal, que empezó a ser denostado ya no solo por las jerarquías católicas, sino por quienes se enancaron en la cúpula partidista. En 2007, Daniel Ortega regresó como presidente, y su vice fue nada menos que Jaime Morales Carazo, un banquero que había sido jefe de los grupos contras financiados por Estados Unidos. También enlazó los pactos de impunidad con el presidente liberal Arnoldo Alemán (condenado después por corrupción) y con el mismísimo cardenal Obando, quien bendijo en casamiento a Ortega con su esposa Rosario Murillo (ahora devenida en vicepresidenta). Entre esos compromisos con la jefatura de la Iglesia Católica, la bancada orteguista votó junto a los liberales y conservadores, la penalización del aborto. Ernesto Cardenal fue objeto de una prolongada campaña de persecución judicial y denuestos, que soportó hasta el mismo día de su muerte. Ironías de la historia: el cura revolucionario que fue perseguido por la dictadura somocista, muere perseguido por el régimen Ortega-Murillo que invoca un “socialismo cristiano”, fomentando el capitalismo. La Nicaragua violentamente amarga, padece desde abril de 2018, 328 asesinatos políticos, 61 presas y presos políticos y cientos de procesados.
Ernesto Cardenal entra en la historia de los justos. Sus detractores en el basurero de la historia.