La globalización en sí misma es un fenómeno complejo; estudiosos dedicados del mundo aún no han logrado ponerse de acuerdo sobre una definición exacta del término. Sin duda, anticipar las proyecciones futuras de tal fenómeno es una tarea titánica. Dado el escenario actual, quizás se puedan llevar a cabo alguna aproximación a la problemática de la globalización frente a las sociedades y a la democracia: considerando su polivalencia, su ambigüedad y sus dimensiones, para tratar de ver cómo se está configurando el globo políticamente, y ensayar una respuesta
Por Roberto Candelaresi
Todas las esferas del sistema mundial, incluyendo el campo intelectual de las ciencias sociales y las humanidades, acusó el impacto que generó la disolución de la Unión Soviética en 1991. No solo confirmó el fin de la Guerra Fría, sino que además reconfiguró el mapa de los movimientos sociales. A partir del derrumbe del muro de Berlín y el colapso del imperio soviético, muchos se precipitaron a pensar en el “fin de la historia” o al menos en una nueva época que trascienda la dicotomía capitalismo/socialismo, de la muerte de la utopía y la emancipación, en otras palabras; de la política.
Lo que sin duda provocó la desacreditación del proyecto comunista por su colapso, fue una crisis y desorientación política, del espacio de la izquierda anticapitalista y de los movimientos populares nacionales, fuerzas que claramente desde el “3er mundo” todavía están tratando de luchar contra el «gran capital» (en su modo financiario/imperial), y todo en el marco de un recrudecimiento del neoconservadurismo global.
Esto último, y otros tantos campos de negociación y conflicto o consensos, demuestran que la «globalización» no apunta al final de la política, sino que impone un cambio categorial de roles – particularmente en cuanto al Estado – y la moldura por donde transita el quehacer político en la actualidad. Una nueva configuración política en todo caso. Para ejemplo, vaya un botón: el movimiento obrero (local o internacionalmente) actuaba como un contrapoder en el pasado frente al capital, mientras que las empresas globales están actuando hasta la fecha sin tener ningún antagonista -transnacional- enfrente.
El «sentido común» de la globalización, o su «inevitabilidad»
En el escenario de la globalización, cuyo sustento ideológico/cultural, ha sido el neoliberalismo bajo cuya prédica, fue liberando el poder empresarial capitalista, mientras se fue sofocando el poder negociador de la política y la sociedad (democrática) amparada en el Estado, que de alguna manera ‘domesticaba’ la avaricia de los agentes económicos principales, el empresariado – especialmente los «internacionales» – desempeña un papel clave en la configuración no sólo de la economía, sino también de la sociedad en su conjunto. Ese poder, deviene de su posibilidad de ofrecer o privar al conjunto social, de sus recursos materiales [capital, impuestos, puestos de trabajo].
La economía que opera a nivel mundial, carcome los cimientos de las economías nacionales y de los Estados nacionales, por la liberación al capital de los corsés del Trabajo y del Estado tal como en el siglo XX, que ahora termina imponiendo sus propias ‘autorregulaciones’ y condiciones, como nueva forma también de política real, de características imperativas.
Los empresarios locales (en cualquier mercado) refieren a que se debe aplicar las «leyes del mercado global», aunque exijan medidas radicales o decisivas, para “evita quedar fuera del mundo”. Así, con el objetivo de la competitividad, se van reduciendo los puestos de trabajo, incluso bajo regímenes de baja o exención impositiva, con lo que el resultado es un incremento de beneficios empresarios o incluso un crecimiento económico, pero a costa de desempleo. ¿Y la política?
Resulta también una paradoja que para una ‘sana’ economía transnacional, se impone la máxima de la «eliminación de las trabas a la inversión» [eliminación de la normativa ecológica, sindical, asistencial y fiscal] que en realidad, solo aumenta producción y beneficios para el empresario, siendo un costo fiscal para el Estado.
La escenificación de la globalización como factor amenazador, es una maniobra política de las fuerzas subyacentes, que pretende eliminar las trabas de los sindicatos, y también las del Estado nacional [restar poder a la política estatal-nacional]. Eso se complementa con una retórica de sus representantes económicos relevantes y propagandistas en los mass media, en contra de la política social estatal.
En ese sentido, es curioso observar cómo ciertos políticos fascinados por la globalización, no prestan atención o, en el peor de los casos, apoyan activamente, el desmantelamiento del aparato estatal y muchas de sus funciones. Un Estado mínimo para la utopía del Mercado regulador. Como políticos (muchas veces en función ejecutiva) deberían advertir, que cierran su propia posibilidad al acceso del dinero, ergo, al mismísimo poder. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. [K. Marx].
Los empresarios en su salsa … internacional
Bajo el amparo discursivo de la ‘modernización’ que trae consigo la globalización, las grandes empresas mundiales, lentamente fueron imponiendo sus propias reglas para la actividad económica, esa ‘autogestión’ fue desplazando el antiguo pacto de poder en equilibrio, que existía en toda sociedad capitalista industrial, con los poderes públicos estableciendo marcos y la opinión pública aportando críticas o consensos. Hoy se imponen, y hasta han logrado legitimidad, pues casi no tienen antagonistas que puedan hacer oír sus voces.
A nivel local, las liberalizaciones y eliminación de antiguas regulaciones, permite una movilidad para los individuos y para las empresas, como nunca antes. La demanda, sea de mano de obra o de mercancías, ya no reconoce fronteras. Eso le permite a algunos habitantes migrar en pos de un ‘mejor futuro’ (bienestar y abundancia) o a las empresas, instalarse allí donde la ‘mano de obra’ resulta más ventajosa. Los Estados Nacionales, se ven así compelidos a atraer imperiosamente capital, mano de obra y cerebros para subsistir, pues el aislamiento en medio de la competencia de la sociedad mundial, es inviable. Todo esto, de no poder controlar todas las actividades económicas, pues siguen una lógica global como dijimos, y no necesariamente la planificación de un gobierno o Estado, implica en primer lugar una merma de la soberanía en materia fiscal, y consecuentemente, afecta el principio de autoridad del Estado Nacional del que se tratare.
Otro problema de fiscalidad que se plantea, es que ciertos empresarios que se supone, pugnan por el crecimiento económico, en realidad maniobran para eludir o evadir impuestos, cuando no directamente se niegan a contribuir (presentaciones judiciales), mientras exigen prestaciones al mismo Estado. Las finanzas, cada vez más virtuales, les favorece para disimular su riqueza. Incluso cuando proceden legalmente (no legítimamente) socaban la autoridad del Estado, lo cual está a la moda con lo global.
Los datos de la evolución económica durante el proceso de globalización, indican claramente que el capitalismo actual, caracterizado por una gran concentración de la riqueza, se basa en “menos trabajo, menos impuestos”. Mientras caen los gravámenes a los beneficios empresarios y sus rentas aumentan, suben los aportes de la masa asalariada para el funcionamiento estatal, cuando incluso la participación del salario en la torta económica viene disminuyendo en términos reales. Y eso ocurre en TODO OCCIDENTE; países centrales y periféricos por igual.
La economía ha crecido más que la población, pero hay más pobres y más desocupados que nunca. Simple: se acumulan las riquezas en una minoría. ¿Y los Estados?: Disminuyendo su recaudación sensiblemente por eliminar o bajar alícuotas sobre actividades empresariales. No existe derrame, solo merma de ingresos fiscales.
Para ‘empeorar’ las cosas, la mayoría de las firmas multinacionales, ya no pagan en sus respectivos países ningún impuesto; “trasladan” sus sedes legales a paraísos fiscales, donde sus imposiciones son módicas y donde reparten los dividendos enormes y crecientes [Ver Techint / Luxemburgo].
La nueva riqueza de los pocos, no genera puestos de trabajo, por más esfuerzos estatales que se hagan (estímulos para nuevas inversiones), por ello en todo el sistema occidental, la desocupación tiende a aumentar, por lo que también se incrementa la conflictividad social. La realidad es que son las PYMES las que generan trabajo en cantidad, cuyos dirigentes denuncian la asfixia y trabas de la burocracia fiscal para su desarrollo, mientras que las multinacionales pueden eludir al fisco del Estado nacional, son aquellas las que tienen que financiarlo (las que pierden y las que ganan respectivamente con la globalización).
Las multinacionales dejan el marco de los Estados nacionales y suprimen su lealtad para con los actores del Estado nacional; con lo cual se afecta el grado de integración social de sus respectivos países, especialmente grave cuando el aspecto puramente económico, fundamenta la coexistencia pacífica y provechosa de una sociedad. Lo que puede ser óptimo para una corporación, no necesariamente lo es para su país en conjunto. Mientras el Estado pierde fuentes de recursos (poder de fuego), aquellas empresas reciben subvenciones, minimizan impuestos y se desentienden del desempleo local (que debe atender el Estado) al mover sus plantas productivas a otros países.
El Estado Nacional bajo amenaza.
Abundando lo apuntado hasta ahora, vamos específicamente a describir, -utilizando los elementos constitutivos del Estado «westfaliano»-, cuáles son los desafíos fundamentales que debe afrontar su subsistencia, ante el complejo y matizado proceso globalizador con su alta interconectividad, y con dinámicas que operan en la economía global, que entendemos pueden mellar –o peor– las formas de soberanía y territorio arraigadas en el sistema estatal moderno.
A)- TERRITORIALIDAD
Partamos de la noción westfaliana todavía vigente para caracterizar un Estado, que es la organización política que –siendo soberano – tiene jurisdicción absoluta dentro de un territorio dado.
El proceso que trata – como dijimos –, de creciente interconexión entre sociedades e integración económica, social, cultural y política a través de las fronteras nacionales (y esto incluye contrabando, comercio de armas, drogas, virus, internet, comunicaciones satelitales, etc.), tiene un cierto impacto en el territorio físico. La comunicación facilitada entre las personas, desde distintos ‘territorios’, y la posibilidad de compartir sentidos, sensaciones, opiniones, tan elementales para la identidad y la cultura de un individuo, hace menos relevante la consideración del Territorio Físico en ellas. Hoy, las relaciones sociales de la humanidad trascienden cada vez más las fronteras y asumen una naturaleza “supraterritorial”.
Por tanto, vemos que ya no es viable separar claramente la esfera de influencia nacional, sobre la cual un soberano tiene autoridad total, de la esfera internacional que está incursionando en la esfera nacional. Las esferas nacional e internacional de la vida política ya no pueden entenderse como dos entidades rígidamente separadas que funcionan con lógicas y reglas diferentes. Esto se comprende no solo en el ámbito académico. En la actualidad, líderes políticos mundiales, ya no hablan de la política interna y de la política exterior diferenciadas, sino de política económica, política de seguridad, política ambiental, etc.
En síntesis, podemos sostener que la globalización ha afectado adversamente la importancia de la característica del territorio para el Estado, pero la territorialidad no es obsoleta. Las fronteras limitan todavía identidades políticas. El mundo, que se va homogenizando está lejos aún de convertirse en “ALDEA GLOBAL”. Los ciudadanos todavía nos identificamos como argentinos, estadounidenses, rusos o chinos. Lo que sí se modificó en la contemporaneidad, que el hombre es pluralista, y las fronteras físicas son poco relevantes para ciertas comunidades económicas, culturales o espirituales. Se está formando una cultura global.
En el ámbito económico, como ya apuntamos, la globalización avanzó más que en otros aspectos sociales, las transacciones se multiplicaron varias veces en las últimas décadas, tanto mercantiles, como bancarias. En definitiva, la expansión e integración mutua de las fronteras del mercado, ya es una tendencia irreversible.
En materia cultural, el avance en telecomunicaciones, transporte e Internet han facilitado la globalización cultural a gran escala, en la que la potencia hegemónica (pero no la única) ha sacado provecho, utilizando armas de poder blando; publicidad mundial, Hollywood, cadenas de noticias, música, etc. Sin embargo, el proceso es recíproco. El arte culinario hindú, los juegos de entretenimiento japoneses, las artes marciales orientales, etc., (para dar algunos ejemplos) son hoy cultivados en todo Occidente.
En algunas naciones la identidad cultural autóctona seguramente ha sido más teñida por culturas foráneas, que en otros pueblos, de eso se trata la globalización cultural.
Todo lo antedicho ha afectado el principio de territorialidad, ya que su importancia ha disminuido significativamente en lo que respecta a sus identidades económicas y culturales que se han visto influidas por los agentes de la globalización [fuerzas supraterritoriales], pero de nuevo, la territorialidad sigue siendo así una parte esencial de la identidad política del hombre.
B)- SOBERANÍA
Para una nación, la soberanía significa su esencia misma sin la cual no tiene mucho de nación, por ello nunca aceptará que se comprometa la suya. Sin embargo, la Ciencia Política observa que las fuerzas de la globalización a menudo incursionan y afectan los asuntos domésticos de manera sutil pero impactante.
Por una cuestión de imagen y estabilidad internacional, las fuerzas que operan no son de otro Estado, generalmente son organizaciones internacionales o actores no estatales como las multinacionales. Sin modificaciones constitucionales, es notorio que la globalización ha afectado la capacidad de los gobiernos para regular, controlar y dar forma a la economía, la sociedad y la política de su nación sin ningún tipo de influencia externa visible.
C)- ECONOMÍA GLOBAL, LA SOBERANA
La integración de todo país con el mercado internacional, y la incertidumbre sobre la valoración de la moneda (que se regula en el mercado financiero internacional y está sujeta a sus fluctuaciones), pueden desalentar a las naciones a seguir programas macroeconómicos independientes.
Hay dos formas principales en las que la soberanía de las naciones se ha visto afectada por la globalización económica:
1.- Una (clásica), es la cantidad de inversión extranjera directa (IED) fundamentalmente de las Corporaciones Multinacionales, para influir en las economías extranjeras. Cuyo teórico efecto benéfico sobre los países en desarrollo y subdesarrollados está en debate. Las corporaciones masivas, además del apoyo estructural de los países de origen, cuentan con miles de millones de dólares de respaldo financiero, con lo que empequeñecen los presupuestos de naciones subdesarrolladas o, de las jurisdicciones subnacionales donde operan. Como ya hemos señalado en otros artículos, invariablemente, la proliferación de multinacionales en el mundo en desarrollo afecta adversamente el espacio disponible para las empresas nacionales para los rubros en que intervienen, y la autonomía que disfruta el gobierno del país en cuestión, pues por su volumen e influencia en los mercados internacionales, amenazan las prerrogativas gubernamentales.
Frente a las críticas internacionales de las ONG por las violaciones de los Derechos Humanos y el medio ambiente, en la actualidad se espera que dichas empresas mantengan los DD.HH., consideren el medio ambiente en sus explotaciones, e incluso lleven a cabo el desarrollo socioeconómico en las áreas de operaciones. Las potencias alientan estas demandas, pues es un formidable canal de datos e influencia en los países explotados. Incluso se conocen intervenciones mediante poderosas empresas para estabilizar políticamente una región, a cambio del financiamiento del gobierno de la potencia originaria, seguramente para proteger otros intereses de aquella nación, en el territorio bajo explotación. [Ver caso Canadá -Petrolera Talismán-Sudán/ Guerra Civil].
En países muy pobres, las multinacionales pueden asumir el papel de un «soberano sustituto» y llevar a cabo servicios públicos en las comunidades locales supliendo al gobierno. Implica el dominio económico de toda un área (virtualmente el único empleador) y, por ende; obtiene el control de la vida política y social de la localidad. [Ver Chevrón -Papúa Nueva Guinea].
2.- Se puede afectar la soberanía de una nación, a través de instituciones monetarias internacionales como el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Todas esas entidades se han largamente desviado de los propósitos de su creación, para interferir paulatinamente en las cuestiones internas de sus estados miembros cuando reciben asistencia financiera. En efecto, imponen sus condicionalidades para disponer de sus recursos, que usualmente giran en torno a la liberalización de los mercados [comerciales, de capitales] de sus miembros, la reducción de gastos estatales (previsionales, subsidios, etc.), en definitiva, la reforma de una economía más o menos social, hacia un modelo de laissez-faire que ellos promueven. No se trata del bienestar de los pueblos, sino de la integración de los mercados nacionales en la red económica mundial.
Organizaciones Internacionales frente a las soberanías nacionales.
Las O.I. son instituciones con membresía y procedimientos formales de varios países, y a veces cuentan con la autoridad legal (dado cierto proceso aprobatorio) para dictar leyes sobre temas globales. Las Naciones Unidas se crearon con un fuerte respeto por la soberanía de un estado. Sin embargo, por las incursiones de las superpotencias en el pasado, en la autoridad de países pequeños, generaron una suerte de “jurisprudencia” al aceptar una cierta intervención, incluso se autorizó (Asamblea General en 2005) a la comunidad internacional a tomar medidas contra los conflictos internos de una nación siempre que las autoridades nacionales no protegieran a sus ciudadanos y si los medios pacíficos fueran inadecuados.
Las Organizaciones logran una mayor independencia y mayor poder, debido a que cada nación miembro tiene su punto de vista que no siempre es compatible con la mayoría, o no hay consenso para resolver alguna controversia. En algunos casos, instituciones como la Comunidad Europea, hace prevalecer la ley común europea sobre la nacional de cada país. Esto es; asumir poderes soberanos que tradicionalmente tienen los Estados nacionales.
El Nuevo Derecho Internacional. Sus efectos.
El D.I. es otro ámbito en el que la soberanía nacional parece estar comprometida. Su propósito original intentaba mantener el orden en el ámbito internacional, así como proporcionar una base legal para los arbitrajes ante disputas entre dos o más países. La realidad conforme su deriva, es que se percibe hoy como una expresión del imperialismo occidental. En efecto, existe un dominio anglo europeo de las principales intuiciones jurídicas, sobre todo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en el Derecho Internacional de los DD.HH., que impone un conjunto de valores occidentales sobre los derechos del individuo en sociedades no occidentales, donde tales ideas son ajenas, y con distinta tradición jurídica.
Ha surgido una nueva “ley supranacional” que ha tomado el lugar de la ley internacional tradicional. Como diferencia nuclear, el nuevo derecho supranacional se ocupa abiertamente de las relaciones entre una nación y su pueblo. Especialmente manifiesto en el ámbito del D.I. de los DD.HH. Según el derecho tradicional, ningún país puede intervenir en los asuntos internos de otro (Pilar de Westfalia), sin embargo, en base a la premisa de que los DD.HH. son universales e integrales, una nación extranjera puede tomar acción contra otra si la ley es violada, o no todos los habitantes de esta última no gozan de aquellos derechos.
Otra diferencia implica el cambio en los métodos de formulación y aplicación del derecho internacional. Es así que conforme a la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969), todo tratado o política que se celebra en oposición con una norma imperativa de derecho internacional general [aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto], será reputado de NULO y SIN EFECTO.
Mas allá de consideraciones morales o éticas, se trata de una mengua al poder absoluto del soberano, ya que, con la globalización y proliferación de leyes supranacionales, los gobernantes ya no pueden adoptar políticas y principios contrarios a ciertas normas internacionales, a su gusto, sin enfrentar condenas y sanciones.
Concluyendo
Podría decirse que las fuerzas de la globalización han limitado la noción de soberanía de muchas maneras. Las naciones aún conservan el poder de gobernar su tierra; sin embargo, son soberanos en la medida en que se ajusten a las normas acordadas por la comunidad internacional. Las corporaciones multinacionales y la globalización económica han integrado lenta pero seguramente las economías de la mayoría de los países en la red económica global controlada por organizaciones como el FMI y la OMC, que persiguen una agenda decididamente liberal-capitalista.
Cualquiera que sea la voluntad del país, si es parte de la red económica global, la agenda económica ya no puede construirse únicamente en torno a los intereses internos o el proyecto deseado. La globalización ha limitado la medida en que las naciones pueden ejercer efectivamente la soberanía política y económica; la gran área de competencia prometida por Westfalia ahora se está reduciendo.
Hemos visto que, en algunos aspectos importantes, la soberanía nacional tal como la entendimos durante los últimos 4 siglos, ha sido menguada. El fenómeno que estamos experimentando ha disminuido la importancia de la territorialidad (pero no la necesidad de ella), también la globalización ha incursionado en economías y sociedades arrebatando cierto grado de autonomía, tanto en la economía como en el derecho internacional. Pero entendemos que es una exageración afirmar que la globalización ha creado un mundo sin fronteras o ha asestado un “golpe fatal” al Estado Nación.
Hemos denotado con cierta preocupación, que dado el abismo entre pobres y ricos se va haciendo cada vez más grande, ya no son útiles los medios de pacificación tradicionales del Estado Nacional, cuyo marco ha perdido su fuerza vinculante, y esto implica que no todos los actores acepten sentarse en la misma mesa de negociación para resolver conflictos. Los nuevos ricos (locales y extranjeros) “prescinden” de los nuevos pobres (no son ‘mercado’), no tienen interés en llegar a un compromiso, a su vez, en el colectivo empobrecido, desconfían del poder regulador estatal ante agentes que trascienden las fronteras. Parece el viejo juego de lucha en el mundo capitalista, pero con medios escasos de arbitraje. El Estado por ahora apuesta al crecimiento económico, más que a repartir.
El modelo de la antigua ‘modernidad’ pensado en base a la unidad de la identidad cultural [pueblo], de un espacio dado [territorio] y del Estado [liderazgo y orden] ya no es del todo aplicable. Hoy se pretende una unidad de la humanidad, planetaria y bajo un “Estado Mundial”.
No se puede hacer predicciones infalibles, especialmente porque es un proceso muy matizado, y de intercambio, aunque parezca que las fuerzas solo discurren en un solo sentido, nada es así en política. La resultante de la disputa es impredecible, porque existe oposición resistente. Nada está grabado en piedra. Los pueblos aún anhelan contar con la soberanía de sus destinos.