Por: Roberto Candelaresi
Es claro que, como reacción al nuevo ciclo progresista que se desarrolla en el subcontinente latinoamericano, con el subsecuente incremento de la SOBERANÍA POPULAR, la derecha conservadora [representante del poder fáctico dominante], reacciona tratando de cercenar esa evolución.
El modo tradicional de conjurar la acción política de los partidos revolucionarios o simplemente contestatarios fue, con gobiernos militares o civiles de ese signo, generar proscripciones, exilios o incluso, recurrir a la eliminación física de dirigentes populares y progresistas. Si por imperio de la democracia, las corrientes populares llegan al poder, se trata de obstaculizar la gestión con todas las herramientas, lícitas o ilícitas de las que pueden echar mano, y, dado que suelen contar con abundantes capitales, los recursos para su objetivo de imposibilitar son casi ilimitados.
El bloque de poder dominante, lo constituyen centralmente, las oligarquías nacionales – usualmente los que poseen las tierras y los medios de producción vinculados al sistema extractivista, que explotan los recursos naturales mas “eficientes” de cada país –, a los que se le suma siempre, actores asociados a los intereses geopolíticos y económicos de los poderes imperiales prevalentes -según la época-, corporizados por los embajadores norteamericanos (así como anteriormente se trataba de los británicos) y por los directivos ejecutivos de las multinacionales, que manejan los precios del comercio internacional.
Desde la mala prensa que adquirieron en los ’70 y ’80, las dictaduras cívico-militares en la región, por su sangrienta aplicación del terror, y el clamor de muchos países por asegurar el cumplimiento de los derechos humanos en todo el orbe, la perspectiva del poder hegemónico cambió, y ya no se involucró en asonadas militares que le costaba enmarcar con ciertos límites para evitar “excesos” o corrupción generalizada, como fue siempre la experiencia en dictadura, sin embargo hubo de elaborar un nuevo manual con tácticas plausibles en las nueva era, con las que adoctrinan a las clases dirigentes locales.
Concluyeron que nada mejor que formar parte de un gobierno para controlarlo y, eventualmente dominarlo. Así, desarrollaron una práctica incesante de COOPTAR LAS RAMAS JUDICIALES Y LEGISLATIVAS de los países.
En el plano militar; ya no hay adoctrinamiento desembozado a miembros de las fuerzas armadas latinoamericanas, en bases “especializadas” como había en el pasado, la Escuela de las Américas (USARSA-Unites States Army School of the Americas) por ejemplo, asentada en Panamá [gestionada por el Pentágono y financiada por el Departamento de Estado] que operó hasta el 2001.
No obstante, es conveniente puntualizar que la presencia militar de EEUU en varios países de Sudamérica, en bases dispersas por el territorio y con múltiples objetivos existe desde largo tiempo atrás. Estos asentamientos –naturalmente aceptados y convenidos por gobiernos locales (Colombia, Perú, Brasil) – son poco conocidos, ya que tienden a ocultarse intencionadamente de la opinión pública, mientras se “opera” para legalizar y naturalizar la intervención, ocupación y control del territorio (al menos de zonas concretas) por parte del complejo industrial militar de EEUU.
Por todo esto es que suelen tener los canales expeditos para convencer a militares “constitucionalistas” para no oponerse a los golpes institucionales [Perú recientemente], o incluso para defender a los ‘usurpadores’ [Bolivia].
Por otra parte, la experiencia histórica nos enseña, que cuando fracasan las movidas de las reacciones conservadoras desde el interior, la confrontación para desestabilizar y eventualmente voltear a los gobiernos díscolos, cambia de armas: táctica de aislamiento: bloqueo, condena moral y “sanciones” unilaterales: asfixian y evitan el ejemplo [Cuba, Nicaragua, Guyana, Venezuela].
Un mecanismo que echan a mano con asiduidad ante olas de protestas populares, o cuando alzan su clamor por dignidad los desposeídos, es la virulenta represión echando mano a las Fuerzas de Seguridad o incluso, en ciertos casos, a las Fuerzas Armadas de los países. Lo que plantea un problema doctrinario NUNCA RESUELTO por los gobiernos progresistas, nacional populares o de izquierda.
El manejo de las armas de las naciones (administración y control de las fuerzas y sus cúpulas), normalmente resulta torpe y contra productivo, algunos altisonantes discursos de la “progresía”, invocando culpas de un (hoy) lejano pasado, alertan y ofenden a las nuevas generaciones de uniformados innecesariamente.
Retornando nuestra mirada al accionar a través de cuerpos judiciales y legislativos, vemos como las fuerzas de la derecha están bloqueando con sus bancadas legislativas la gobernabilidad y obstaculizando medidas con su partido judicial. Tenemos un caso reciente en el Perú, donde se removió al presidente Castillo acusándolo de autogolpe precisamente, ¡cuando intentó echar mano a un recurso constitucional para deshacerse de un parlamento obstaculizador!
Con argumentos pueriles y meramente formales –como si la práctica política no fuera una cuestión esencialmente de FONDO–, los mismos actores sociopolíticos destituyentes, operaron similarmente derrocando a Manuel Zelaya, Fernando Lugo y Dilma Rousseff [Guatemala, Paraguay y Brasil, respectivamente].
Para inhibir a las personalidades populares y contestatarias contra el régimen elitista imperante, la herramienta será la PERSECUCIÓN JUDICIAL: innúmeras denuncias insustanciales, sentencias sin pruebas y violando todo tipo de garantías procesales, con la ulterior finalidad de invalidarlos a continuar con sus carreras políticas, mediante espurias resoluciones de inhabilitación para ejercer cargos públicos, formuladas por jueces y fiscales «alquilados» para tal efecto.
El entramado de funcionarios judiciales dispuestos al PREVARICATO, habla de que la sórdida política conservadora emplea la CORRUPCION imperante en un poder NO DEMOCRÁTICO por antonomasia, plagado de nepotismo y autoritarismo ilegítimo. Rafael Correa y su vicepresidente, Inacio «Lula» Da Silva, y la propia Cristina F. de Kirchner son los casos más resonantes de esa estrategia.
Panorama Regional
Repasando gestos que denuncian un giro desplazando el espectro a la derecha, podemos citar: el negacionismo trumpista de Bolsonaro en BRASIL, las logias cruceñas dominantes desconocen resultados e intentan conmocionar al país, con cualquier excusa para desestabilizar el gobierno de Arce en BOLIVIA. Los partidos conservadores con bancas mayoritarias en el congreso, habiendo fracasado el «sí» a la reforma radical a la Constitución pinochetista, ahora pretenden reducir aquellas modificaciones propuestas, a retoques cosméticos, presionando al presidente Boric a convocar a una convención mixta [Legisladores + Convencionales] en CHILE.
El despliegue de estas tácticas comunes para condicionar a las fuerzas populares, son una Alarma para gobiernos progresistas nóveles como el de Gustavo Petro en COLOMBIA y Xiomara Castro de HONDURAS, y, una preocupación para un líder de una gran nación, pero cruzada por “vulnerabilidades” como es A.M. López Obrador en MÉXICO.
Historia y Herramientas de la Geopolítica
A este punto establecimos con claridad que la Estrategia antipopular del establishment y socios foráneos es de NO RESPETAR LAS NORMAS que modifiquen el statu quo, o afecte la depredación sistemática que ya es antigua en los países, y que esas élites administran.
El actor principal de la geopolítica en la región, Estados Unidos, está siendo desafiado por el multilateralismo emergente. Ello implica que pretende reforzar su asociación operativa con el sistema plutocrático que rige en nuestros países, siendo al mismo tiempo, necesariamente un adversario (si no enemigo) de la democracia soberana.
La concentración mediática y la intervención del espacio digital ejecutada por corporaciones “internacionales”, que no solo facilitan un discurso establecido, sino que son ya PARTÍCIPES DEL PODER, más que socios, cercenan la información que debería ser materia prima para el debate social. Generan consciencia ERRÓNEA, sometida.
A propósito de esto último, un frente problemático es el CULTURAL. En efecto, la consciencia creada dócil y desganada del combate, se sostiene por anquilosados valores y esquemas mentales que no promueven el cuestionamiento de la realidad y menos la propensión del cambio, todo lo cual resulta en un creciente desamparo de la humanidad.
Pero el criterio medio de la actualidad en nuestras sociedades, es cuestionar y desechar los discursos hueros e hipócritas de la ‘partidocracia tradicional’ (incluyendo la izquierda reformista o revolucionaria), pero solo para escuchar – impulsado por la desazón – a exclamaciones regresivas de la ultraderecha, en una maniobra gatopardista que muchos capitalistas fomentan. El riesgo del descontrol de ciertos dirigentes ultras, como en la experiencia de Trump, Bolsonaro y otros dirigentes del Este europeo, no parece haber calado hondo en los managers del capital.
La “anomalía” Ultra
Una de las observaciones que podemos extractar de las experiencias europeas, con cierta ya evolución y que se ha transferido a nuestro continente, como en los casos típicos de Chile y Brasil, es el fenómeno de que cuando colapsan las alianzas en la oferta política de centroderecha [téngase por tal a la combinación de los partidos moderados, como los democristianos, conservadores populares, liberales, es decir; promercados, laicos, con asistencia social pero escasa participación del Estado en la vida social y preminencia de derechos individuales], la ultraderecha se expande con fuerza.
BRASIL, leading case – Para nosotros, sudamericanos, el rumbo de la sociedad política brasilera merece la máxima atención desde la perspectiva democrática. Pues, no solo es una potencia regional que puede orientar en cierta medida, el perfil económico de la región, sino que por su peso específico (como actor influyente) y su gran población, se verifica la posibilidad de que se constituya en un nodo de la ultraderecha transnacional.
En efecto, el presidente Bolsonaro – tal como detallamos en otro trabajo –, formalizó un acuerdo con el “centrão” [partidos políticos que no poseen una orientación ideológica definida, siendo no obstante de tendencia conservadora, y de prácticas prebendarias y clientelares], que le aceptaron sus propensiones al extremo derecho del arco, sin cuestionamientos.
El ex militar brasileño, hizo una alianza con los evangélicos pentecostales de su confesión (curiosamente nunca renunció al catolicismo), cuyas iglesias hoy funcionan precisamente como sofisticados dispositivos de propagación de ideología liberal y conservadurismo moral.
Este sector tiene gran influencia en los grandes escenarios políticos y mediáticos, desde su vertiginoso crecimiento –a partir de cierto “desembarco” estadounidense–, y consolidación económica, que direccionaron a ocupar parte del Estado por sus intereses concretos (tienen prefectos, y hasta gobernadores, amén de una nutrida bancada, de no solo retener o acrecentar privilegios, sino de bloquear la sanción de derechos minoritarios modernos). Como tal, forman parte de la máquina de dominación conservadora cuyo poder, además, radica en su activismo cotidiano en los territorios populares (donde generan consciencia y votos con su propaganda), tal como hacen en otros países de la región.
Finalmente, con su discurso ultra conservador y opuesto a todo progresismo social y legal, sumó voluntades legislativas y políticas, esto es; absorbiendo cual movimiento político, a la derecha convergente, constituyendo una gran bancada “frentista”, que internamente deberá lidiar con los radicalizados y violentos, tal como se puede observar hoy en día, grupos que conforman piquetes sobre las rutas, financiados por empresarios locales, y que desoyen hasta el llamado a aceptar el nuevo gobierno electo, que Bolsonaro cursó a la sociedad.
Por eso mismo, la victoria de Lula Da Silva – aunque ajustada – tiene un carácter excepcional, ya que batió una aceitada máquina electoral y digital propia de la ultraderecha, incluyendo coerción electoral a empleados por parte de ciertos empresarios, que fueran denunciadas. Veremos el margen de gobernabilidad que resulte con su gestión en marcha.
Digamos al cierre de este acápite, que, como si el caldo de cultivo no estuviese lo suficientemente espeso, el gobierno saliente, estrechó vínculos con Steve Bannon, (¿ex?) estratega jefe de D. Trump, e ideólogo de la nueva derecha radical populista, junto a la Conservative Political Action Conference (CPAC), que institucionaliza las relaciones. Bolsonaro se va a casa, pero queda activo el tejido de conexiones.
Antecedentes ultras.
Las dinámicas ultras, vienen desde hace más de 40 años. La oposición a tratar la problemática de géneros y otras minorías por parte de la derecha es proverbial, tanto que cuando son gobierno, no aparecen en la AGENDA, a menos que, los grupos de activistas organizados la instalen en los medios, con manifestaciones de todo tipo.
Es reconocido que hubo una reorganización ideológica dispersa y gradual. De lo estático en defensa del orden, pasaron a movilizaciones metapolíticas [desvinculadas del estado y de partidos], promoviendo cambios culturales con esa «revolución conservadora», y asegurando la hegemonía política [Gramsci].
La pandemia produjo un retroceso en desarrollo social en la región, normalmente revirtiendo logros que se alcanzaran con el anterior ciclo de gobiernos populares. Incluso en un país de riqueza media como Argentina, se verificó un importante incremento de la pobreza (+/- 40%).
Este descenso a nivel socioeconómico, implica que cierto sector de la clase media sufre precariedad que tensiona también el ÁNIMO POLÍTICO.
Si bien es cierto que se está en un proceso que puede definirse como un nuevo ciclo político progresista latinoamericano, donde sus protagonistas principales son las grandes economías del “Sur”; México, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, esos países, tal como los más pequeños en esta orientación, Guatemala, Nicaragua, Cuba, etc., se enfrentan – luego de la “ráfaga” de gobiernos libremercadistas, desreguladores y endeudadores – a CRISIS que ya son crónicas y RETOS de toda índole.
Con las derechas numerosas y, con el empuje de la novedad ultramontana, que obliga a que la oposición se reacomode cada vez más hacia un bloqueo cerril, a cualquier iniciativa de ampliar derechos o financiar deudas sociales, el desafío de la “gobernanza” es enorme para la izquierda que retoma el timón en aquellos países. No siempre podrán imponer la agenda social y política, amén de la estrechez económica y financiera que deberán atravesar.
Socialmente, el desalentador cuadro sociopolítico descrito, implica un clima de malestar y hartazgo profundizado por aquellos crecientes grupos de individuos que padecen exclusiones, desclasamiento o incertidumbre. Una consecuencia, que la sociología y la antropología advierten ante estas circunstancias –que padecen varios países en la zona–, es un creciente desapego de las ciudadanías hacia las instituciones democráticas y un marcado rechazo a las dirigencias políticas. La ciencia política toma nota.
En ese marco, el discurso del populismo de la ultraderecha se monta sobre los malestares sociales para lograr protagonismo y atención de la ciudadanía, generalmente ofreciendo ‘soluciones mágicas’ o señalando ‘actores y fenómenos’ como CULPABLES de los padecimientos, a los que hay que eliminar, para lograr paz y bienestar. Javier Milei en la Argentina y José A. Kast en Chile son ejemplos claros de esta dirigencia admiradora de las tácticas y narrativas del tándem Trump-Bolsonaro.
Conclusiones
La Politología nos enseña que cuando este tipo de fuerzas accede al poder político con su discurso ramplón y pegadizo, se enquista en la urdimbre social, y su erradicación del imaginario colectivo es harto difícil, téngase por advertencia.
Vemos también con preocupación, que la forma de la derecha ultra de HACER POLÍTICA, es elusiva de toda negociación, que su táctica parlamentaria es básicamente obstruccionista, que sus representantes más encumbrados – tal como la Suprema Corte argentina – genera constantes conflictos de poderes, unos y otros desafiando principios republicanos, la democracia formal se deteriora, para mayor descrédito ante el pueblo de la nación.
Para remedios de esos males, sostenemos que se requiere RECUPERAR LA SOBERANÍA POPULAR con Democracia Real, es decir, en un sentidomultidimensional. Con la ciudadanía INFORMADA y MOVILIZADA en la calle, pues como dijo alguien: el control de la pelota debe ser popular.
Diciembre de 2022
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