La utilidad de la entropía social como noción

Por: Roberto Candelaresi

La ENTROPÍA es un concepto que se originó en la física como principio de la termodinámica, y se refiere a la medida del desorden o la falta de información en un sistema. Establece también la irreversibilidad de los fenómenos naturales, a los que se pueden agregar los fenómenos sociales e históricos como veremos seguidamente. Esa categoría y sus implicancias efectivamente despertó el interés de políticos, analistas y politólogos, como instrumento útil en sus intentos de explicar, pronosticar y comprender algunas expresiones de las conductas electorales, y en general de todas las conductas políticas.

Por analogía entonces, en las ciencias sociales —es decir, fuera del ámbito de las ciencias duras—   el concepto de entropía se ha utilizado para describir la tendencia natural de los sistemas sociales a la desorganización y el caos.

En el contexto de ciencias blandas, la noción concretamente se ha utilizado para analizar una amplia variedad de fenómenos, desde la dinámica de los sistemas políticos hasta la evolución de las culturas. Por ejemplo, algunos estudios han utilizado el concepto de entropía para analizar la evolución de las sociedades humanas y cómo los cambios en el medio ambiente y otros factores pueden afectar su estabilidad.

Conociendo la herramienta

Se ha desarrollado una teoría de la entropía social, como una aproximación macro – sociológica, es decir, con una visión holística, tomando a la sociedad como base de unidad de análisis. Este abordaje teórico, de integrar todas las conductas de los individuos y relacionarlas para explicar el todo, o sea, no dividir y aislar para analizar como es el método analítico tradicional, se impone en el pensamiento científico actual y responde a la necesidad de la época en la que estamos viviendo.

Kenneth D. Bailey, sociólogo y cientista de sistemas, desarrolló las bases de la teoría, planteando la necesidad de un modelo teórico adecuado a la (nueva) sociedad compleja de la actualidad. En otras palabras, enfoques multi e interdisciplinarios para poder satisfacer el análisis, la descripción e interpretación del fenómeno social. Dentro de ese axioma, destaca a la entropía como una categoría útil para esclarecer fenómenos sociales emergentes.

Para lograr esa hermenéutica (explicación del funcionamiento), considera valores, contexto social, características de los individuos, interrelaciones y todas las variables macro y micro sociales. Los cambios en el tiempo son estudiados comprendiendo tanto el conflicto como el consenso, las tensiones y presiones sociales que siempre emergen y como se resuelven. El modelo así, es más realista. 

Entropía en las sociedades

Dijimos que podemos explicar algunos fenómenos o acontecimientos con el concepto, tratemos de representar alguna interpretación ante ciertas explosiones de las culturas sociales e incluso de la desaparición de algunas de sus dimensiones, en naciones de las que hoy escapan pocas.

Algunos estudiosos hablan de «sociedades en transición», las que van camino a lo entrópico. Entendiendo por tales aquellas donde se percibe un estancamiento económico, con cambio en el comportamiento social de los individuos y las instituciones. Comunidades que no resuelven conflictos de modo creativo, donde se percibe la dinámica constante de confrontación y los estamentos correspondientes no tienen propuestas concretas, para resolver de raíz las cuestiones.

El discurso típico está plagado de palabras hueras, atemporales, o bajo el estigma de que “la culpa la tienen otros”. Ese otro sin rostro que es adjetivado con cualidades negativas.

Estas situaciones donde se advierte una propensión al caos y a la disolución del tejido social. Esto es cuando existe una permanente inestabilidad de sus instituciones y a la confusión generalizada de los sujetos que se expresa en miedos irracionales, prejuicios negativos; una efervescencia por el radicalismo religioso, un retorno a supersticiones vacías; una incapacidad para el diálogo crítico, muchas veces acompañada de la defensa ciega de creencias perniciosas para la convivencia. Europa y Latinoamérica pueden ofrecer ejemplos.

Hay naciones donde el rumbo es hacia un desorden generalizado, pero lo más crítico es que la deriva conduce a la imposibilidad de enfrentar los problemas asumiendo de modo responsable el costo político y económico de enfrentarlos. La mayoría de los políticos tienen aversión al riesgo de perder prestigio y adherentes, entonces recurren a lo “políticamente correcto”, ignorando que esa conducta conduce a la inmovilidad por no ofrecer posibilidad de transformación e intervención.

La solución es integral y compleja, adelantamos aquí.

A veces, los ‘arreglos’ son coyunturales, y entonces la vuelta al orden se percibe como frágil, ya que la falta de estrategias acelera la tendencia a la disipación, hay una merma de sentido que comienza en las instituciones que a su vez pierden legitimidad, y se revisten de inoperancia

Cuando la ética se disipa de las conductas de quienes conducen el rumbo comunitario, es también indicador de la entropía social. La ética es una herramienta que ayuda a reflexionar o a cuestionar al grupo en el poder ante acciones dudosas, y su ausencia provoca insensibilidad por los problemas que afectan a la sociedad civil. De hecho, es la vara que orienta las decisiones correctas en el momento oportuno. De no haberla, se da una pérdida del sentido.

En definitiva, la ausencia de eticidad en las acciones junto a la crisis de legitimación de la clase gobernante y sus instituciones, son resortes de la entropía social seguida de un malestar cultural generalizado. Se requiere entonces de la creación de políticas de innovación y reingeniería social, y también un nuevo liderazgo comprometido en la transformación capaz de asumir responsablemente el costo económico, político o social.

Caracterizando las sociedades entrópicas

Resumiendo, decimos que, la crisis de legitimación en las instituciones públicas, la incapacidad de responder de forma acertada a problemas sociales inmediatos, la tendencia al desorden político, económico y social, son indicadores entrópicos que ponen en juego a cualquier sistema. Redondeando también dijimos, que la entropía social es un fenómeno desestabilizador de las sociedades.

Respecto a como se comportan las sociedades en este estadio [entrópicas], como resultado de todos aquellos males que acontecen en un tiempo específico podemos sintetizar enunciando problemas tales como el incremento de la corrupción y los delitos, el cúmulo de fallas por parte de la justicia o de aquellas entidades destinadas a brindar servicios, crecimiento de la pobreza y la falta de políticas estratégicas que puedan menguarla. Todo esto posibilita que la tendencia al desorden se precipite.

No se pretende sociedades perfectas que solo son ideales, siempre gravitaran “males” a toda comunidad, el tema es la falta de acciones que motiven condiciones entrópicas y que luego resultan inmanejables.

La ausencia de una conducta orientada por la ética en todas sus dimensiones y del pensamiento estratégico, pueden impactar en la construcción del sentido. Un sentido que cohesiona y da forma a la vida en comunidad.

Hoy día, no debería haber políticos sin conocimientos y una verdadera planificación. Las transformaciones orgánicas de las sociedades y sus instituciones exigen criterio y responsabilidad. El fin de la administración política es el Bien Común y no otro. Es el único pero exigente papel del político. Debe prepararse para buscar constantemente respuestas a los problemas actuales, generando nuevas prácticas y capacidades de desenvolvimiento para la acción continua.

En tanto las sociedades entrópicas, desarrollan hábitos y conductas que ponen en peligro la estabilidad social. Se tornan insensibles y malgastan las energías que, correctamente canalizadas, podrían materializar el bienestar de los individuos que comparten un mismo espacio.

Ello es así porque el poder se expresa como deslucido y fatigado. Ausente de toda creatividad e innovación que provoca el conocimiento. El reto implica acciones estratégicas de transformación para adecuar a la sociedad a los tiempos tecnológicamente modernos. Después de todo, la entropía social es una respuesta al desgaste sistémico de las instituciones y el liderazgo.

Elementos de la disciplina

Como dijimos en la Introducción, el principio de irreversibilidad les atañe de igual forma a las ciencias llamadas duras tanto como las sociales o humanas, solo que en este campo no aplica en forma absoluta, como tampoco el principio de la reversibilidad. El sistema social según Parsons, incluye naturalmente la política, y los elementos psicológicos y psicosociales que participan en la misma, y, por tratarse del ámbito humano es parcialmente abierto.

Las variables que integran la condición entrópica, la que implicará eventualmente, un cambio social o histórico, deben ser aggiornadas. Por caso en el plano político, han dejado de existir los «votos cautivos», ya no hay disciplina electoral, y por tanto se debe considerar – por ejemplo –, que serán votos en contra. A su vez, los nuevos empadronados NO reemplazan los perdidos. Las diferencias generacionales y situacionales expresan su voluntad de modo dispar (Hobbes) y casi siempre con otras intenciones o probabilidades estadísticamente hablando.

El cambio social —y el biológico— hace que los mismos fenómenos sociales vuelvan a aparecer en el espacio, pero siempre en condiciones diferentes, la espiral puede ser evolutiva o involutiva, pero nunca se repiten de manera igual (lo mismo que en la naturaleza).

En definitiva, podemos concluir que los políticos y analistas no pueden ignorar el sentido de la entropía producida por diversas variables objetivas/subjetivas (razones), tal como; el estado de la economía, el respeto por las libertades, la independencia judicial, o por factores estrictamente subjetivos como la situación económica propia, la saturación por una forma política de gobierno, etc.

La “casta” política

Si un dirigente o grupo llega a un alto nivel de poder político, implica un previo esclarecimiento por el principio de realidad, sin embargo, es común después de un determinado tiempo, comiencen a tomar acciones “insensatas” que, tarde o temprano, los lleva a perder terreno ganado en las luchas de poder antecedentes. La energía original del gobernante se agota, entonces, a veces el gobierno se degrada con corrupción, o se cristaliza inmovilizándose. En ambos casos, extinguen su vida ‘útil’ para la sociedad. 

Pero esto mismo ocurre con los pueblos, cuando se saturan con consignas ya efectivizadas o cuando no se le ofrece nada nuevo. Su energía de adhesión y acompañamiento también se apagan.

El fenómeno político-social descripto, se explica con el concepto de ENTROPÍA; se trata de una dispersión de energía que no se puede recuperar, por tanto; “muere” el organismo, tal como acontece con el cuerpo social. Sabemos por la Historia de la desaparición de sistemas políticos que en su momento se percibieron como “indestructibles”.

Siguiendo la analogía con la física-química, cuando el calor se tornó “mecánico”, pierde intensidad y calidad respecto de aquel que llevó al gobierno a quien lo generó, usando algún sentido mesiánico que impregnó de calor —y color— la postulación política. Asimismo, el fenómeno del desgaste de energía ocurre a quienes detentan algún poder como dirigentes de oposición, y no evolucionan en propuestas, se eclipsan también como los astros.

Todo ello se funda en una premisa política; cuando ciertos valores fundamentales de una propuesta/plataforma política se concretan [derechos, beneficios, crecimiento, bienestar, etc.], estas se incorporan a las prácticas sociales cotidianas, perdiendo el encanto que cautivó a los seguidores que la apoyaron originalmente. Con logros consolidados (esto sabemos que es un espejismo, pero así opera en el imaginario colectivo), quien trajo visiblemente esos valores al poder, se hace fácilmente reemplazable (o sustituible) por un nuevo valor que se haya instalado en el imaginario social, y compita con el ámbito espacial e influencia política del que aún está en el poder formal.

Como vemos, la acertada lectura del imaginario que circula por el espacio social es sumamente necesario para evolucionar, y es atributo del buen político [estadista] o de sus asesores partidarios. Lo común, sin embargo, es que una vez en el poder, se pierda (¿o descuide?) parte o toda capacidad de entender las exigencias del momento —son siempre dinámicas— de los gobernados.

Decía el eminente historiador Félix Luna: “La sensualidad del poder, el aislamiento del gobernante, la certidumbre continua, pueden ocasionar dificultades. El político que triunfó levantando una bandera seductora no se da cuenta que su causa se marchita. Está cada vez más solo y la realidad, que antes intuía o conocía, se convierte en una abstracción modificable por la voluntad“.

Como vimos, la falta de energía marchita las causas, y dificulta su sostenimiento, o, no deja fuerza para reemplazarla con otra más convincente, en sintonía con las reclamaciones del electorado.  Y digámoslo, no se trata de cambiar meramente la imagen como hacen muchos dirigentes en el poder. No se trata de aplicar mercadotecnia, como cambiar “el envase” para aumentar el consumo del público. La imagen perdida no se recupera si se perdió la energía original. La ‘cuestión’ es ya de fondo y no de apariencia. La sociedad lo percibe y precipita la cuesta abajo del dirigente político afectado por el vedetismo. Aseguran el fracaso, cuando la actuación sustituye a la acción y la imagen reemplaza a lo imaginado.

Por otra parte, la entropía garantiza que no hay determinismo posible en el desarrollo de los pueblos, la dispersión provocada por ella, produce sorpresas en los actos electorales —lo cual es bueno, porque siempre indica la práctica democrática—, para algarabía de algunos y pesar de otros.

Ángel Rodríguez Kauth

Sepamos que, tal como enseña el Dr. Ángel Rodríguez Kauth, profesor especializado en temáticas psicopolíticas, ninguna encuesta de opinión o de actitudes puede ser capaz de interpretar la voluntad implícita del elector. A su vez, esa determinación se encuentra reforzada desde la sociología con la “respuesta de vergüenza”, concepto desarrollado por el Prof. Esteban Sánchez Moreno, que relativiza los resultados de las encuestas. Concluyendo que la vergüenza que puede sentir el sujeto ante el encuestador, la pierde en su soledad en el cuarto oscuro.

Todo acontecer político es —en el fondo— un hecho de naturaleza material, en donde la dispersión de los conjuntos debe tomarse como elementos inestables dentro de un orden relativo, o como un caos relativo si se prefiere. Estos términos [Caos / Orden] no son independientes, son contradictorios entre si y dialécticos. Se complementan para mantener un equilibrio inestable, o, una inestabilidad equilibrada

Ese estado del mundo social y materialmente humano, que revela la evolución con picos y valles, por episodios imprevisibles del discurrir de las naciones y de sus individuos, puede solo ser explicado bajo el concepto general de la ENTROPÍA.

Conclusiones o cómo manejar la entropía

Hay acuerdo en toda cultura, que el funcionamiento óptimo, ya sea social, político, económico o de cualquier otra índole, debe ser entendido dentro de lo sistemático y lo normativo. El desorden por su parte nos supera. Lo caótico como inverso al orden, tiende a la desestabilización de un sistema dado, y cuando superado un punto; su destrucción. 

El desequilibrio atenta contra la convivencia y el bienestar, por eso enoja a la razón. Propendemos como valor –consciente o inconscientemente–, siempre defender la armonía, pues sabemos que las rupturas conllevan zozobra y pugna, oídos sordos, pasiones enardecidas y emociones alteradas, que suelen desembocar en lo irracional. Ese es el escenario propicio para que los iracundos cometan errores irreversibles, desde el poder o desde el llano. Esos deslices serán aplaudidos por unos, lamentados por otros, pero la consecuencia siempre es un desenlace nefasto para todas las partes en disputa (en definitiva; la sociedad toda).

Sentirse civilizado no es serlo, hay que ser consecuente con ello. Debe prevalecer en estas sociedades entrópicas [o en transición] la suficiente racionalidad para confrontar ideas sin desestabilizar el sistema, porque sin un sistema aceptado y consensuado por la mayoría, la convivencia es confusa y complicada.

Desde el poder, es una irresponsabilidad mayúscula (amén de un error histórico) dividir a la ciudadanía en bandos enfrentados. Todo cambio a producir, debe ser en forma coherente y sensata, y ello, implica haber analizado pormenorizadamente todos y cada uno de los condicionantes que entran en juego por el cambio que fuere [impuestos, obligaciones, beneficios, recortes, etc.].

Un párrafo aparte, amerita una consideración hacia las leyes (y desde ya, a las conductas jurídicas de los funcionarios a cargo de administrarlas). Es insensato sostener un sistema con excesiva parsimonia para encontrar una salida aceptable para todas las partes de un conflicto cualquiera. Las leyes y los magistrados están para ordenar la estructura social, pero no han de ser rígidos e inamovibles, deberían adaptarse a las circunstancias de cada momento histórico, para que pueda fluir pacíficamente un nuevo Orden Social si así lo quisiera la mayoría.

Finalmente, destacamos una preocupación que debería tomarse en cuenta, en momentos que el país se someterá prontamente a elecciones nacionales. Las situaciones extremas que hemos vivido en múltiples campañas y manifestaciones, incluyendo un atentado de magnicidio como evento no independiente de fuerzas disolventes, propician que los grupos más radicales en la oposición, se alimenten del desconcierto y persuadan de que es mejor vivir fuera del sistema establecido, convocando a una cierta anomia o desobediencia civil (mientras no sean los mandatarios). Este pensamiento puede crear (o agravar) una entropía social que los legitime para hacer de su gobierno una tiranía democrática, es decir, un grotesco político, mientras la mayoría queda sumida en el caos.