Por: Roberto Candelaresi
Imágen: “They Live”
Breve introducción al tema
Los imperios británico y francés en los siglos XVIII y XIX, desarrollaron sus sistemas sociales basados materialmente en el poder militar, tecnológico y económico, pero asentaron su expansión justificándose ideológicamente con una matriz de sentido basada, en el liberalismo clásico, por un lado, y la racionalidad científica moderna, por el otro.
El colonialismo británico formuló la ideología del “progreso” liberal con el darwinismo basado en la biología con el que conquistó razas, etnias y naciones por la fuerza.
Ambas potencias perderán de a poco sus dominios, ante la emergencia de un nuevo imperio, el norteamericano, Estado que reemplazará el esquema de dominio precedente, generando otra ideología que, si bien se basaba en muchas de las premisas de las antiguas metrópolis, pero de nuevo cuño y que se fuera asentando al correr el tiempo; el NEOLIBERALISMO que postula un modelo de sociedad pretendidamente universal.
Cuenta esta doctrina con un camino unívoco hacia el desarrollo, por tanto, los gobiernos que no aceptan esa visión, son inmediatamente tildados de populistas, autoritarios o retrógrados, pues rechazarían la “modernidad”. Lo curioso es que en el NEOLIBERALISMO se justifica la distribución desigual de la riqueza entre las naciones y se presenta como un hecho normal el subdesarrollo económico y social de los países.
Esta versión americana, no cuenta con una noción consumada de progreso y tampoco postula una meta de evolución humana, tal como el liberalismo clásico. Ya no profesa – más que retóricamente – los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Su naturaleza, que convive sin contradicciones con una gran masa de excluidos, es esencialmente nihilista, y ha alterado radicalmente los valores que otrora fueran sagrados para el orden liberal.
Es por esos rasgos que pensamos que el NEOLIBERALISMO no es solamente una nueva versión del capitalismo, sino la BASE DE UN NUEVO ORDEN POLÍTICO que trasciende lo meramente económico. En efecto, abordamos esta temática inicialmente por nuestra preocupación por lo que entendemos son ataques a la democracia, y sus denodados esfuerzos a fin de reemplazar con la moralidad tradicional, lo que está legislado en todo régimen asistencial, como la misma justicia social.
Descripción conceptual
Foucault describe el NEOLIBERALISMO como la gestión de los comportamientos, de las almas, cuya premisa es que el poder individual y colectivo se maximiza a través de la adopción de una forma comercial, y todo lo que interfiere con esta forma comercial transparente de ser es una patología. El discurso actual del oficialismo considera todo como peligroso -corrupción, mafia, terrorismo- lo que oscurece lo menos posible estas formas de formación social con una forma de empresa asociada a la libertad y al progreso.
Según Foucault, el NEOLIBERALISMO es la aplicación del cálculo económico a todo lo que no es económico. Es decir, la extensión del modelo de racionalidad de la economía política a todos los aspectos no económicos de la vida.
Una de las diferencias ontológicas con respecto al liberalismo victoriano, es que el NEOLIBERALISMO no comparte la concepción naturalista de los mercados, en el que el Estado se abstenía totalmente a intervenir, por el contrario; se trata de un fenómeno vigorosamente estatal. No hay tal oposición Estado/Mercado, hoy es un Estado neoliberal presente y ultra activo, atento a sostener al mercado como medio y a la vida como empresa.
La libertad siempre está en el centro para el NEOLIBERALISMO como forma de gobierno, pero es ambigua, solo viene del mercado. Es una libertad (“nadie me dice lo que tengo que hacer, yo me valorizo a mí mismo”) que a cada paso se revierte como obediencia.
Algunos autores* marcan que el NEOLIBERALISMO es un régimen de “desensibilización”. La desensibilización es la incapacidad general de comprender lo no dicho, de ir más allá de lo codificado, de tener empatía con los otros más allá de la norma, es la inaptitud para introducir la ironía en un código explícito estructurado.
El NEOLIBERALISMO es un diagrama de poder, antes que un sistema de ideas, y totalmente abarcativo y excluyente. Por eso es menester situarse analíticamente fuera de su experiencia (y de sus reglas) para demostrar sus fallas para con un régimen democrático y sus peligros por lo mismo, y, con más razón; aquellos que intenten una estrategia para “combatirlo”.
Caracterización empírica
La experiencia con todos los gobiernos que, aún de distintos signos de origen, han sido influidos por esta corriente de pensamiento predominante en las últimas décadas, y hegemónica en los últimos 30 años después de la caída del “socialismo real” soviético, nos dan pautas de que en todos los países han producido un relativo vaciamiento de la democracia, que trataremos de demostrar en forma sintética en la continuidad. Desde el punto de vista teórico, confieso que fue muy fecundo acercarme al texto de El pueblo sin atributos. La secreta revolución del NEOLIBERALISMO [Barcelona, Ed. Malpaso, 2016] de la politóloga norteamericana Wendy Brown, particularmente donde explica cómo el NEOLIBERALISMO ha logrado convertirse en la racionalidad dominante y cómo para este modelo existe solo una dimensión, la económica, que convierte al ser humano en un “homo oeconomicus”.
Bueno, según aquella visión que compartimos, la hegemonía ideológica que consagró el NEOLIBERALISMO, explica cómo se logró convertir el carácter político de la democracia en algo económico. Así el NEOLIBERALISMO satura la democracia con contenidos de mercado y ataca sus principios, prácticas, sujetos e instituciones, insertándose en todos los estamentos institucionales de los gobiernos. Al final, la ley, el debate, la soberanía, la salud, los recursos naturales, la educación, la participación y el poder democrático se someten a la organización económica. O sea, la democracia termina separada del poder político y económico, es reemplazada por la Gobernanza, un término tan de moda en el siglo XXI. De ese modo, se convierte en un mero procedimiento, vaciándola de contenido.
La consecuencia de ese proceso, es la pérdida del bien común y de lo público, de las ideas de igualdad social, justicia y soberanía popular. El Estado no trabaja para el bienestar de la población, sino para el crecimiento económico y por un “clima de inversiones”. La percepción del mercado como intercambio, principio del liberalismo económico, se transforma en un mercado solamente competitivo.
El NEOLIBERALISMO reemplaza la negociación política y el consenso por la (supuesta) eliminación del conflicto y la diversidad política. Esta racionalidad intenta reestructurar los derechos políticos y sociales para subordinarlos a la economía. Pero no reclama un Estado reducido y un mercado libre, como hace el liberalismo clásico. Por otro lado, postula la condición fuerte del Estado, pero para los mercados. Es decir, no está tratando de reducir el poder popular, sino de eliminarlo.
Cambio de conductas y consecuencias
Con la pandemia, quedó más que en evidencia, algunas huellas de la confusión reinante de gran parte de la sociedad en torno a la realidad, su causalidad y efectos. Vemos grupos manifestándose con una desinhibición social pública y una agresión sin precedentes. Se enfurecen contra el relativismo, pero también contra la ciencia y la razón, y rechazan consignas y reclamos basados en evidencias, en argumentación racional, en credibilidad y responsabilidad. Dicen despreciar a la casta política y a la política misma, pero patentizan una voluntad de poder y una ambición política atroces.
Hoy, en las sociedades occidentales (en mayor o menor grado conforme a su desarrollo y cultura política obviamente), observamos una etapa agresiva contra los derechos sociales, y todos los vectores igualitaristas de nuestros sistemas políticos. Esa mezcla de prédica por la libertad absoluta de los “mercados” y reivindicación de una “moral tradicional” (del esforzado inmigrante, por ej.) erosionan las bases democráticas. Se fomenta un pensamiento reaccionario con resentimiento contra las transformaciones sociales progresistas, [si no se ha sido un beneficiario directo, (y aun siéndolo, a veces)] y se relanza así un discurso anti popular, un comunismo imaginario, o un supuesto socialismo totalitario, etc., que genera a su vez, un autoritarismo social cada vez menos velado.
Pero no solo el NEOLIBERALISMO es antidemocrático, por su imposición de la soberanía de los mercados por encima de todo debate y control social, ni por reivindicar a la ‘moral tradicional’ individualista sobre los avances de los derechos sociales de las democracias modernas, sino porque denuestan el hecho mismo de legislar para el bien común (o público). En efecto, demonizan toda norma que procure la justicia social, tachándolas de totalitarias. Se trata de un autoritarismo liberal, la democracia para ellos se restringe a derechos y libertades individuales. No toleran la igualdad política, fundamento mismo de la democracia como sistema.
En síntesis, la progresiva difusión de la racionalidad neoliberal preparó el terreno para la movilización y la legitimación de fuerzas antidemocráticas agresivas en la actualidad. Sus valoraciones terminaron modulando leyes, la cultura política y la subjetividad política. Tal revolución, silente, ‘pacífica’ pero efectiva, logró liberar los mercados (especialmente de capitales), impuso una nueva moral, para gobernar y disciplinar a los individuos mientras maximizaba la libertad, pero también demonizando lo social y la versión democrática de la vida política.
Lease tambien: El señorío Neoliberal socavando la democracia
La réplica de la izquierda y “los populares” en Latinoamérica
Habiendo descripto el avasallante avance del NEOLIBERALISMO en todas las esferas, debemos considerar que tipo y nivel de resistencia se le opuso, por parte de aquellas fuerzas políticas que son precisamente las gestoras y/o defensoras del desarrollo social de los pueblos, de la justicia social, y, en definitiva, de los bienes sociales que hoy se cuestionan o privatizan.
Aprovechando un ciclo económico favorable a inicios y durante al menos una década del siglo XXI, los gobiernos populares de la región, efectivamente produjeron cierta redistribución del ingreso, expansión de nuevos derechos civiles de minorías (esto último no estaría en contradicción teórica con lo liberal), impulsaron cierto neodesarrollismo, regulación de mercados en dosis y el crecimiento económico fue una realidad, con lo cual, podríamos decir, se produjo un capitalismo apenas ‘reformado’. Sin embargo, no se produjeron cambios estructurales, de tal suerte que cuando “cambió la ola” con el regreso de la derecha en la región, Paraguay, Brasil, Ecuador, Argentina, todo se rectificó hacia el camino neoliberal nuevamente, sin mayores cambios.
¿No existe/ió una predisposición crítica y transformadora en las elites tecnocráticas que gestionaron en el periodo dominado por la integración centroizquierdista? Parecería que, más allá de la retórica de los líderes populares de la región, o incluso su genuina voluntad de transformación, no se reconocería el carácter sistémico de la crisis económica, ecológica, energética y financiera del capital, por lo que las burocracias gubernamentales se abocan solo a administrarlas. No pretenden trascender el horizonte del capitalismo neoliberal en su etapa financiaria, que no produce beneficios tangibles en nuestros países, y sí pérdidas cuantiosas y nulo desarrollo.
El “pueblo” no es convocado a participar ‘asambleariamente’ ante los proyectos de reforma y transformación, quizás porque tales proyectos no existan acabadamente, y las dirigencias de los movimientos populares solo se conformen con un equilibrio entre la democracia y los mercados, entre lo social y lo económico, un capitalismo atenuado, no salvaje, que permita vivir con dignidad material, pero ya no emancipados.
¿Inmadurez política de las nuevas generaciones o falta de alternativas sistémicas y civilizatorias? La intelligentzia local no parece tener nada para aportar más allá de la crítica de muchos intelectuales. La política no puede ser solo “posibilismo” u “oportunismo”. Las sucesivas crisis económicas y productivas, ha reducido de hecho, conquistas sociales, lo que afecta el poder movilizador de sindicatos y genera inquietud en la clase trabajadora que se menoscaba. El resultado hasta ahora (lo vemos claramente en Argentina, pero es factor común) es la presencia dominante de la derecha empresarial, mediática y política más retrógrada influyendo –cuando no determinando– el rumbo de la sociedad.
Ese también es el resultado de la preeminencia del NEOLIBERALISMO, que se plasma en el corrimiento político e ideológico que todas nuestras sociedades han verificado. De allí que sea menester contrarrestar su avance, determinado a construir una irreversibilidad macro económica y macro política y obturar el desarrollo de alternativas verdaderas.
La coyuntura argentina
Habiéndose incorporado el NEOLIBERALISMO durante el terrorismo de estado de la dictadura, en reemplazo del estado benefactor que se había preservado desde el peronismo, tuvo un nuevo auge con la administración menemista, hasta su eclosión a fin del 2001 en la consabida crisis. Le sucedió un nuevo periodo de gobiernos populares donde la retórica neoliberal fue prácticamente erradicada, pero retornó con más fuerza en el mandato de Macri, esta vez dejando una impronta más profunda, ya que la orientación gubernamental recibió, amén de un silencio cómplice que ocultó o apañó sus muchos ‘desaciertos’ de gestión, una vigorosa ayuda propagandística, en la cual no solo se produjo exegesis del NEOLIBERALISMO, sino que toda oposición fue vilipendiada y demonizado su historial desde los medios hegemónicos, plagados de fakes. El impacto cultural es enorme, especialmente en cierta juventud que carece de referencias alternativas de info y opinión.
En la esfera “micro” de la política, es donde se produce la subjetividad, es decir la producción de modo de ser, modo de vida, fue un espacio colonizado por el NEOLIBERALISMO, como de hecho ha hecho siempre el Capitalismo clásico. Dicho esto, entiéndase que para que cualquier alternativa prospere, debe – además de proponer otra estrategia de existencia –, abordar este plano de la vida social denunciando esa estandarización de la vida y el sentido común que la sostiene. Esto último, como es fácil advertir, tiene el objetivo neoliberal de crear obediencia en la gran masa sin verdadera consciencia de que lo es [obediencia voluntaria].
Huelga decir, que la procura de la “verdad”, al menos otra versión del modo de vida estandarizado que nos ofrece el NEOLIBERALISMO, debe ser coronada con un proyecto de transformación (si no, carece de sentido), es decir, la voluntad para salir del ‘encierro’ psicológico de vivir en una sociedad individualista y competitiva al extremo, donde las disparidades no solo no se atacan, sino que se fomentan.
Lecciones de la Crisis
En la coyuntura del 2001 surgen nuevos protagonismos y formas de hacer por y para la crisis. Se forma un tipo de protagonismo social que liga un momento comunitario desde abajo con la destitución de la salida neoliberal cuyas políticas quedan deslegitimadas. Y así surgen nuevas experiencias, desde el saber popular, con formas colectivas que se hacen cargo del territorio, de la salud, de empresas quebradas, de armar mercados (trueques inclusive), demandar con nuevas formas de protesta y aplicar (distribuyéndolos) planes y beneficios. Eso es Poder Popular. Son figuras de la crisis, no son figuras de obediencia. No piden ser gobernadas, sino que ponen límites, ensayan mecanismos diferentes de la decisión colectiva, crean estrategias.
El ciclo de gobiernos de centroizquierda y nacional populares de la Región, que aunaremos llamándolos Progresistas, y que en la Argentina tuvo su representación en los sucesivos administraciones kirchneristas pusieron en juego una voluntad de inclusión. Una reparación para los excluidos en el consumo y en los derechos. Los movimientos sociales pasaron a ser actores protagónicos en cuanto a materia asistencial y desarrollo social, porque fueron convidados por los respectivos gobiernos. Estado y derechos humanos se combinaron como nunca antes. Esa relación volvió a ser centro de críticas desde la derecha, que proyectaba corrupción, denigrando de paso, a los movimientos sociales.
Como ya señalamos, esta conciencia colectiva de vastos sectores, amoldada por el NEOLIBERLISMO, y aunque beneficiados con los procesos de inclusión social instrumentados por gobiernos progresistas, votan luego a propuestas neoliberales [2015]. Allí donde la lógica neoliberal del consumismo, a nivel de micropolítica opera eficientemente. Es que no se trata simplemente de DISTRIBUIR RIQUEZAS si no se lo acompaña con una estrategia de comunicación y concientización para toda la sociedad. El problema termina siendo CULTURAL en el plano social, pero ESTRATÉGICO en el plano político.
En efecto, como ya adelantamos más arriba, si no se cuestiona desde el poder gubernamental, la ESTRUCTURA del consumo y quienes son los productores, el reparto del mercado, su fuerza relativa en la economía y en el ámbito institucional, y, conforme a la relación de fuerzas existentes, no se activa al consumidor incluido como agente de cambio, y simplemente se lo sumerge en un mundo consumista sin voz ni voto, lo único que se logra es entregarlos a los designios de los poderes económicos, que particularmente en la Argentina (aunque generalizado en nuestro subcontinente) son altamente concentrados.
El problema termina siendo cultural en el plano social, pero estratégico en el plano político“
Roberto Candelaresi
Estas características [consumismo exacerbado y concentración económica con alto poder de decisión y veto sobre las políticas públicas del gobierno democrático], son precisamente las que prevalecen en el NEOLIBERALISMO global. Es decir, se los favorece también a estos actores, que quedan así fortalecidos ante el “gobierno popular”, que, por el principio de acción/reacción se debilita.
En pos de un necesario ORDEN, después de la crisis casi terminal del 2001 era necesario imponer, en el sentido de la normalización institucional, y el apaciguamiento de los ánimos. Ni el gobierno popular se abocó en la primera década del XXI a modificar el modo de acumulación estructural (ni avaló las críticas al neo-extractivismo), tal vez con un sentido de oportunidad política y económica.
El hecho es que el impulso neoliberal, corporizado por empresarios poderosos, solo se replegó para volver a toda potencia con el macrismo para restaurarse en plenitud, con un discurso baladí de ese gobierno y exponentes, pero con el aparato burocrático y represivo en sus manos; harto peligroso para los intereses colectivos de la Nación y para sus adversarios [como seriamente demostró ser].
El mensaje macrista fue pedagógico para gran parte de la sociedad. La brutal [y espectacular por su profusa difusión] represión desatada ante la protesta social, descalificando siempre a sus manifestantes casi como terroristas es elocuente. Al “osado” se lo trata con crueldad. Los límites eran claros y los imponía el gobierno, sin diálogos.
Concluyendo
La teoría nos prodiga con dos aproximaciones explicativas sobre el NEOLIBERALISMO, que en realidad, deben sumarse antes que oponerse, para dar cuenta de diferentes dimensiones de las transformaciones neoliberales que tienen lugar en el mundo en las últimas décadas. La Neomarxista; enfocada en instituciones, políticas, relaciones económicas y efectos, como un nuevo capítulo del capitalismo [desatiende el alcance como una forma de gobernar la razón política y la producción de sujeto] y, la Foucaultiana: que enfatiza principios orientadores y vinculantes del Estado, la sociedad y los sujetos y, los valores del NEOLIBERALISMO que rigen con su propia racionalidad política [no se fija en los nuevos poderes exagerados del capital global que el NEOLIBERALISMO cimenta].
Considerando que el fenómeno de la creciente derecha autoritaria está avanzando en muchas partes del mundo, en un tenor semejante al fascismo (pero aún distinto), y que este, según nuestra tesis, es fomentado por la impronta que el neoliberalismo a nivel cultural, que en las democracias produjo y sostiene en la forma del “sentido común” pseudo racional, creo que las fuerzas democráticas – básicamente las populares y contestatarias– deben poner atención en ciertos aspectos del mismo, a fin de poder construir una estrategia de enfrentamiento eficiente, o por lo menos, resistente a sus embates. Apuntes para la ACCIÓN POLÍTICA:
En primer lugar, no subestimar las fuerzas radicalmente antidemocráticas que subyacen a la movida social de la nueva derecha, ni confundirlas como calcos de los totalitarismos del siglo XX. Combatir la demonización de lo social y político que ese discurso tiene, y que es habitualmente no contestado en los medios masivos. Refutar la pretensión de imponer cierta “moralidad individualista” (al estilo shumpeteriano), en reemplazo de la justicia social a la que desvaloriza. Demostrar que en un mercado imperfecto como el nuestro es inútil esperar que se autorregule para beneficios de todos.
Observar (para prevenir) la desintegración social y el descrédito del bien público por parte de la razón neoliberal, con la que se ha preparado del terreno para los llamados “tribalismos” identitarios y minorías emergentes, que atomizan el “espíritu de la sociedad”, fraccionándola en múltiples comunidades o fuerzas políticas débiles frente al poder fáctico.
Contrarrestar al nihilismo intenso posmoderno, que es propio del NEOLIBERALISMO, y por el que se desafía la verdad, y que posibilita la igualdad de opinión entre todos, expertos y legos, solo para confundirlos a unos y a otros. Terreno propicio para la difusión de fake news y el proceso del Lawfare en la batalla política.
Denunciar los ataques o posturas adversas a postulados democráticos y constitucionales (igualdades civiles, educación pública, etc.) que se hacen en nombre de la libertad y la moral, pero ejercidos en forma violenta. En fin, enriquecer el contra discurso al de la racionalidad neoliberal, que se presenta como naturalizado en sus valores, logrando incautos adeptos.
Enero de 2022.(*) Franco Berardi y Rita Seagato