Por: Roberto Candelaresi
Para que la democracia no sea una breve esperanza de libertad, y, por ejemplo, alejar todo autoritarismo (el expuesto y el soterrado), se requiere construir permanentemente fortaleza democrática. Ese es un desafío.
Pero nuestra organización política tiene otro aspecto a cuidar para su sustentabilidad, que es el vínculo entre el dinero y la política, asunto que no suele estar en la arena del debate.
El manejo del dinero y su poder pueden desvirtuar la voluntad popular: alterar competencias electorales, sobornar, dictar políticas públicas, en definitiva; tornar frágil a la democracia. Cuestión de importancia a la que no se da la importancia por el relevante peligro que representa. El edificio democrático puede derrumbarse si el voto se decide más como resultado del dinero gastado en propaganda política masiva o por el que aportan quienes dictan las decisiones del Estado, alejando al gobierno de sus compromisos electorales. En definitiva, el riesgo de una sociedad gobernada por el dinero y no las mayorías.
Los vínculos del dinero y la política, no es una cuestión abstracta, es la unión entre ésta y los intereses que representa el primero.
En el epílogo sería útil transmitir la idea básica en la que creemos; si las mayorías sociales no logran consolidarse como mayorías políticas, la democracia perderá empuje, credibilidad y legitimidad.
En esas condiciones, los intereses minoritarios, pero poderosos, que minan la confianza social en la democracia, distorsionando elecciones y políticas, tienen abierto el camino para atacar un sistema que propone la igualdad de oportunidades y el bienestar de las sociedades.
Esos objetivos incomodan a los monopolios del poder, y, sin embargo, son esenciales para la perdurabilidad de la confianza social en la democracia. Para conquistarlos, no se puede esperar un fenómeno espontáneo. La democracia no es una construcción idílica, requiere de hombres y mujeres dispuestos a luchas en ese turbulento territorio donde se desenvuelven los intereses y las pasiones, las luchas reales, que son las luchas de poder.
El mal crónico argentino: La especulación y el juego de la desestabilización
Promediando la 2da quincena del mes de abril de este 2023, asistimos en Argentina a una nueva corrida cambiaria, creemos la 6ta que sufre la administración del dialoguista y moderado Alberto Fernández. Fenómeno que, como es usual, genera incertidumbre y confusión, males que según la costumbre tan arraigada en nuestra cultura provocan convulsivas remarcaciones de precios en toda la cadena de todos los rubros, reciclando la aguda inflación [depreciación acumulativa del poder de compra de la moneda, que afecta particularmente a los actores económicos que se remuneran con sumas fijas].
La gran sequía, anomalía climatológica transitoria que impacta muy negativamente en el rendimiento de la producción agropecuaria, y consecuentemente, produce una importante baja en los ingresos del sector y del fisco (u$d 15.000/20.000 millones), se conjuga en un escenario de obligaciones financieras a cumplir atento a las exigencias del Fondo Monetario Internacional, que plantean un semestre venidero con apremios y escases de reservas de divisas, dato real, que sin embargo, los operadores de la especulación aprovechan para potenciar artificialmente [exageraciones, falsos pronósticos, rumores de medidas no existentes, etc.], ante el público cliente, y provocan subas por altas demandas, en la cotización de todo tipo de dólar negociable, (lícitos e ilícitos), que agudiza la crisis, pero les deja a ellos unos márgenes de ganancia extraordinarios.
Los pequeños ahorristas que, si bien se “prenden” en corridas histéricas inducidas, no llegan a impactar en el precio final para las divisas fuertes. Son una pequeña porción (± 15%) del movimiento de monedas totales.
La verdadera diferencia se produce en “los mercados”, eufemismo para referir a los movimientos e intercambios de mesas de dinero, la mayoría pertenecientes a bancos comerciales de plaza, agentes de bolsa, casas de cambio y otras entidades financieras, junto a fondos circulando del gran empresariado. En otras palabras, describimos al capital financiero concentrado, el factor de poder capaz de provocar golpes de mercado.
En el marco general, digamos que existen causas estructurales de la falta de dólares que recurrentemente nos aqueja. Pero anticipemos una que estimamos es la más determinante: las riquezas del país, sufren un vaciamiento sistemático, por diversas vías.
Algunos mecanismos son clásicos, y nos hemos referido a ellos en otros trabajos por lo que solo mencionaremos como: el pago de una deuda externa fraudulenta, tanto a acreedores privados como al FMI, la disponibilidad que ofrece (incomprensible a nuestro juicio) el BCRA para liquidar deudas de empresas privadas, incluso en casos de deudas intra firma [artilugio para sacar sus rentas netas en dólares del país].
Las sub-declaraciones de exportaciones o, sobreprecios declarados en las importaciones, como Vicentín, o más recientemente, la Minera Livent extractora de litio en Catamarca investigada por la Aduana, demuestran que además de los recursos naturales, saquean dólares al país.
Como dato contundente, digamos que por ejemplo en lo que va de la gestión Fernández (3 ejercicios anuales), el balance general del comercio, dejó un fuerte superávit (saldo de U$S45 mil millones). A ese monto se agregó unos U$S10 mil millones por préstamos de organismos multilaterales. Sin embargo, entre amortizaciones de deudas públicas y privadas, fletes internacionales y turismo en el extranjero y, ventas de dólares al cambio oficial que luego mediante pases y formulas financieras, terminan yéndose del país, como fuga de capitales (estimados en U$S5.000 millones).
Siempre insistimos, dada la cantidad de activos en el exterior de los argentinos (equivalente a un PBI), patrimonio en una gran proporción no declarados u ocultos (ilegales), se demuestra que mas que faltar dólares, tenemos en nuestro sistema actores que saquean las reservas escamoteando esas disponibilidades a nuestro país.
El Yugo que limita el proyecto nacional
Adelantemos antes de avanzar en el análisis en detalle, que, en nuestra opinión, el tan difundido diagnóstico de ‘economistas’ neoliberales afines al establishment, y propalados profusamente por medios hegemónicos, en el sentido de que todos nuestros males provienen del déficit fiscal, o al menos, es la causa impura de la deuda pública es errónea. Desde ya, ese dictamen es ‘compartido’ por el FMI, y sobre el cual, funda tantas exigencias de ajuste a nuestra economía.
Ya hemos opinado y ratificamos ahora, que todo ese discurso es un enmascaramiento de las verdaderas causales de las recurrentes crisis de reservas, que se vinculan con un mercado financiero prevalente en la economía, la desregulación del poder de superintendencia del Estado sobre los capitales, el escaso control sobre el sector externo, y su unívoca consecuencia: la fuga de capitales de la economía nacional.
El trabajo discursivo es fenomenal para generar una cultura de aceptación sobre el ajuste permanente, cuya consecuencia no es otra que ‘sanear las cuentas’ pero al costo de una redistribución regresiva del ingreso y la riqueza para los sectores populares. Para perpetuar esa aceptación, se presiona a la política (cooptando las fuerzas hoy opositoras al Frente de Todos) para realizar cambios institucionales que legalicen ese RETROCESO SOCIOECONÓMICO.
Por ejemplo, en materia de Gasto Social (asistencias, subsidios, etc.), todo apunta a su control y disminución, pero los planes de ajuste impuestos tanto por el FMI como por el BM, nada dicen acerca de los costos fiscales iguales o superiores que requieren para “SER ESTIMULADAS” las inversiones privadas, nacionales o extranjeras.
Las recomendaciones del capital internacional enderezadas a limitar aún más la intervención del Estado en la economía, genera pobreza, recesión y desigualdad, además de conllevar efectos inflacionarios(subir tasas de interés, mantener alto el T°C°, eliminar subsidios al consumo, cerrar moratorias, etc.) que precisamente pavimentarían ese retroceso socio-económico.
Pero la política imperial, a largo plazo, se desentiende de todo derecho que el pueblo haya adquirido, incluso consagrado constitucionalmente, como son las normas que protegen a todo individuo con previsión y seguridad social, garantes de otros derechos básicos como la salud, alimentación, vejez, invalidez, etc. Por ello, proponen cambios de regímenes siempre limitando o disminuyendo beneficios.
Tengamos presente, que los ciudadanos resultan afectados por políticas económicas que tienden a marginalizar sus actividades por generar concentración y reprimarización de la producción, o simplemente porque favorecen más actividades de naturaleza financieras y rentísticas, que las de la fabricación o de los servicios. Estos cambios generales de la economía, son estimulados o impuestos por ciertos gobiernos, que favorecen así la concentración económica o, simplemente propician la mayor renta de algún sector, postergando o desfavoreciendo a otros.
Las altas tasas de desempleo o las bajas pronunciadas del poder adquisitivo popular, cuando no son consecuencia de crisis globales, de catástrofes naturales o guerras internacionales, son directa consecuencia de políticas económicas deliberadamente conducidas por los Gobiernos de turno. El Estado, conducido por una facción política determinada, provoca o no amortigua ni equilibra las secuelas de su propia administración, será, no obstante, el propio Estado que, bajo otra gestión, luego deba compensar con asistencia esas derivaciones negativas sobre la población.
Todos los promotores de la desatención de poblaciones afectadas o vulnerables, sean agentes locales o extranjeros, son los mismos que auspician la perpetuación del neoliberalismo global, que, en el caso de las economías semi periféricas como la nuestra, implican retroceso de autonomía profundizando la dependencia de centros de poder extraños. Antidemocráticos por antonomasia.
El FMI y las “situaciones extraordinarias”
¿Como reacciona ese organismo supranacional, al que estamos indisolublemente vinculados, ante circunstancias anómalas?
Es sabido que la entidad, desde la irrupción del Covid-19, ha recibido enormes capitales cedidos por los bancos centrales de los países del G7 y otros aliados, para afrontar gastos extraordinarios por la pandemia y otras consecuencias (hambrunas, escasez, cambio climático, etc.). De ese tesoro, poco es lo que se ha movilizado hasta el presente para paliar esas experiencias que se sufre desde su recapitalización.
Según analizan medios financieros de la City, el Fondo sería reacio a facilitar fondos a aquellos países que son políticamente incapaces de practicar «reformas», o sea, que esa entidad señera de asistencia finacniera por crisis de balanza de pagos (desajustes por fluctuaciones), enfrenta una crisis severa de identidad, ya que su objetivo de creación estaría cambiando a promover reformas institucionales de reconversión neoliberal y promotoras de la financiarización de los países.
En estos días, y ante la corrida provocada por aquellos que pretenden volver al poder, para negociar un “estricto cumplimiento al ajuste”, no trepidan de tomar acción como verdaderos traidores a la patria [según denuncia penal incoada contra ellos], concurriendo en persona un trío de economistas al FMI en Washington, para proponer ante algunos de sus ejecutivos operativos, el bloqueo de toda asistencia a la Argentina, con el propósito de ‘acelerar’ su caída o asegurar su derrota al gobierno actual (Frente de Todos), siendo ellos sí, los garantes de la aplicación de aquellas descritas políticas de dependencia pero con libertad de mercados.
Los infames “cipayos” (como se los identifica popularmente) y golpe mercadistas son H. Lacunza, G. Sandleris y A. Prat Gay.
Soberanía malherida
Admitamos que, al aceptar renegociar una deuda irregular en su proceso, el actual gobierno legitimó la misma, y tampoco se advierte conforme a lo publicado, que el presidente A. Fernández o su equipo económico haya hecho valer aquellas irregularidades a la hora de replantear el repago, y reconfigurar las condicionalidades inmanentes a esos préstamos de última instancia.
La autonomía de la política económica, mas allá del discurso presidencial, está agudamente menguada, las condicionalidades existen – pese a las promesas de no admitirlas– según se observa en los reportes de auditorías trimestrales. En definitiva, el gobierno padece – voluntaria o involuntariamente – un cercenamiento de la autodeterminación nacional.
Siendo este un gobierno de origen y conformación popular y nacional, nos interesa saber cuanto pueda resistir la presión por reducir un déficit cuyo nivel no es tan grave (en su relación con el PBI), especialmente por las perspectivas de crecimiento de la economía nacional, y particularmente porque las ‘soluciones’ sugeridas pasan por; privatizar algo más de patrimonio público, disminuir prestaciones sociales y/o ceder recursos naturales. Elementos todos muy caros a la tradición de su base electoral.
La inflación en el caso argentino, no está sustentada por el déficit como ha sido probada por la propia historiografía económica nacional. De causas múltiples, no es evidente que la inflación sea por demanda (de hecho, lentamente, el consumo viene cayendo). Pero esa concepción sirve para que no se tenga – por ahora – en mente, la recuperación inmediata y general del salario, por el falso temor que recalentaría la demanda ‘inflacionaria’, como si en la actualidad los índices del 7 y 8 % mensuales, en condiciones de alta pobreza y regresividad distributiva tuvieran ese origen. La suma fija (o proporcional) tan requerida por el movimiento obrero (no por su corrupta cúpula) se demora en decretarse por aquel recelo.
La geopolítica y una salida de coyuntura
Conocida es la escalada de la confrontación de las potencias atlánticas con China, especialmente por el empeño estadounidense que vive el resurgimiento oriental como en una trampa de Tucídides (potencia hegemónica en declive y otra en ascenso).
Estados Unidos revive en el momento, sus antiguas tradiciones de dominación geopolítica con respecto a Latinoamérica, pero el mundo ha cambiado. Ya no existen (con excepciones) alineaciones automáticas. El poder mundial se reparte y el multilateralismo va ganando adeptos.
Sin embargo, la potencia hegemónica en Occidente, tratará de utilizar la deuda – una vez más – en su historia vecinal para presionar condicionando [léase subordinando] conductas comerciales, de relaciones exteriores, y opciones tecnológicas de nuestros países, conforme a sus intereses y prioridades.
Guerra en el este europeo, donde la balanza se inclina inexorablemente –pese a los denodados esfuerzos de la OTAN para sostener al régimen ucraniano– hacia la potencia rusa, que desafía la hegemonía americana y europea. Crisis financiera en ciernes en el mundo capitalista del dólar. Reacomodamiento de muchos países, en relaciones cooperativas impensadas solo un lustro atrás (Arabia Saudita/Irán). El propio FMI en crisis de identidad y cuestionado desde fuera. Avanza nuevamente el proteccionismo en el Oeste.
Argentina, un país con desarrollo medio y pródigo en recursos naturales altamente demandados, ¿por qué debería someterse a una domesticación por quienes progresivamente pierden poder e influencia? ¿no es hora de romper con los dogmas económicos que nunca probaron procurar riquezas a los países que sí los aplicaron?
El patrón de la economía doméstica debe ser el que diseñe la mayoría democrática mediatizado con un programa (proyecto) de gobierno, que seguramente privilegie la reactivación económica, la expansión de las enormes potencialidades generando valor agregado, diversificar la matriz de las exportaciones, revirtiendo la Primarización. Todo ejecutable con planificación estratégica, no con fuerzas de mercado liberadas.
El país no se desenvolverá a su destino, obedeciendo un catecismo de la ortodoxia liberal impuesto por un prestamista, que pretende recortes de gastos que, indudablemente, producen más pobreza, y reducen la demanda y el consumo, con la consecuente caída del empleo bien remunerado.
Conclusión
Creemos que hoy están dadas las condiciones relativas para que el gobierno argentino plantee ante los organismos supranacionales (FMI y BM), una legítima reestructuración de deuda en condiciones favorables para el país, esto incluye largo periodo de gracia para comenzar la amortización, anulación de los ‘sobrecargos’ y sustancial recorte de tasa de interés.
Mientras recibe el apoyo discursivo e ideológico de otros poderes e instituciones, el gobierno argentino, debe poner en juego una posición fuerte, decidida frente a los poderes financieros internacionales, es la hora de la historia. Si se logra con el acompañamiento del gobierno de Estados Unidos (como parece ser el caso, claramente por razones geopolíticas) naturalmente mejor, pero si no existe apoyo explícito, la parada debe ser fuerte y exigente, los funcionarios y, en especial el presidente Dr. A. Fernández deben soportar la presión, ese es su deber y la promesa a su pueblo.