La ideología que todo lo impregna

Por: Roberto Candelaresi

Presentación: dado la vastedad que implica el tema de «la ideología», entendiendo – como la opción de definición que arbitrariamente adoptamos en el presente, de entre las opciones en debate – ,que se trata de sistemas de creencias fundamentales o axiomáticas, relativamente estables y socialmente compartido por los miembros de una colectividad de actores sociales, en cantidad y variedad en el seno de una sociedad, se impone una aclaración preliminar : el alcance de este modesto artículo se limitará al aspecto en que la ideología tiene funciones socio-políticas en aquella, y particularmente está centrado en la ideología de la dominación, esbozando al final, algún remedio posible para, si no contenerla y superarla, al menos tomar conciencia de su existencia. 

INTRODUCCIÓN

Desde su su etimología, el término «Ideología» expresa siempre relación a las «ideas». Dicho término no obstante es polisémico: 

A)- Tiene un sentido filosófico, atribuido por intelectuales franceses del siglo XVIII, y particularmente desarrollado por Destutt de Tracy, que referían a las «ideas» como a elementos constitituvos de la mente humana. Precisamente será Destutt de Tracy, filósofo francés de la Ilustración, quien acuñó el término «ideología» en 1801 (periodo de la Revolución francesa). Ya en su trabajo Mémoire sur la faculté de penser (1796),  daba el significado de ciencia de las ideas, tomando éstas en el sentido amplio de estados de conciencia

Desarrolló plenamente su configuración canónica en su libro Élements d’Idéologie (1801) al denominar a la ciencia que estudia las ideas y las relaciones entre los signos que las expresan. Dos obras seguramente fueron su inspiración; Ensayo (1690) de Locke y, Lógica (1780) de Condillac. Y, 

B)- también tiene un significado atribuido por la sociología del conocimiento, y usado por todas las ciencias sociales, como herramienta descritpiva. 

A mediados del siglo XIX, fueron Carlos Marx y Federico Engels, quienes asumieron el concepto de ideología en un doble carácter: como “formas de conciencia” o conjunto de representaciones o ideas, en general, así como “falsa conciencia” en particular. En La ideología alemana, la ideología es entendida como una deformación. Para estos autores la primera función de la ideología como conjunto de ideas, es producir una imagen invertida, es algo que falsea la realidad. Este concepto será fundamental en la visión marxista, ya que conforme a ella la ideología, se manifiesta como el medio general por obra del cual se enmascara el proceso de la realidad cotidiana. Su objetivo es evitar que los oprimidos perciban su estado de opresión, generando aquella falsa conciencia sobre las condiciones materiales de existencia. En este sentido, la ideología es una herramienta de control social para despojar al ser humano de su libertad, transformándolo en parte de una masa manipulable.

Antonio Gramsci, gran teórico italiano, ya entrado el siglo XX, realiza su aporte ampliando el concepto. Al analizar el término “ideología” desentraña la importancia y su omnipresencia en cualquier sistema de dominaciónReconoce el cambio de significado del término, que pasó del “análisis del origen de las ideas” a significar un determinado “sistema de ideas”. Definirá: «una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva».

Invirtiendo la relación entre la estructura y superestructura, posicionando esta última como más determinante en el proceso histórico dado que comprende a la sociedad civil (constituída por lo privado), este autor advierte la relevancia de la ideología dentro del marco de lo que denomina hegemonía. Para Gramsci, la noción refiere a los procesos intelectuales dirigidos por las clases dominantes con la intención de crear consenso en una sociedad dada. De ahí reside la preocupación del autor por analizar el lenguaje, la cultura, las costumbres y la religión, todas herramientas desarrolladas por el capitalismo para legitimar su orden social imponiendo una situación hegemónica, sin la necesidad de imponerse mediante la coerción.

Dirá que entonces, es preciso distinguir, entre ideologías históricamente orgánicas [necesarias a determinada estructura, organizan a las masas, da conciencia de posición, etc.], e ideologías arbitrarias, racionalistas, “queridas” [polémicas, crean “movimientos” individuales, etc.].

Desde su perspectiva revolucionaria, reivindica la expresión de Marx respecto a la fuerza de las «creencias populares», ya que una persuación popular tiene (o puede tener) la misma energía que una fuerza material. Finalmente, entiende que esas afirmaciones refuerzan la concepción de “bloque histórico”, siendo las fuerzas materiales el contenido, y las ideologías las formas. Distinción meramente didáctica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin la fuerza material.

ACEPCIÓN ACTUAL Y SUS CARACTERÍSTICAS.

Habiendo ya descripto suscintamente la primera acepción en la Introducción, desarrollaremos en este breve compendio el aspecto funcional, “operativo” de la segunda. En efecto, la ideología hace que un conjunto de creencias, actitudes y representaciones sean posibles y compatibles a la vez en el seno de una población. 

La ideología está presente en muchos sistemas de dogmas y asimismo se puede decir que ella implica cierto dogmatismo. Este aserto se revela toda vez que la ideología (en su concepción genérica) se caracteriza por la implicación de pertenencia de un grupo de individuos que antagoniza con otro grupo. 

Cuenta con dos características principales: se trata de una representación de la sociedad y presenta un programa político. Es decir, reflexiona sobre cómo actúa la sociedad en su conjunto y, en base a eso, elabora un plan de acción para acercarse a lo que considera como la sociedad ideal.

Como discurso político aparece cargada de sentido e influye en las conciencias y acciones de los sujetos y la sociedad. El contenido del discurso no es visible ni en sus proposiciones; su verdadera intención es su trasfondo. En el acontecer social se externaliza, (da igual la intención del sujeto y cómo lo emita), sea oralmente o por escrito. La influencia es una forma de sujeción o dominio que enajena al sujeto y a la conciencia colectiva de su propio pensar.

La ideología es el medio indispensable para que los individuos vivan sus relaciones dentro de una estructura social ya que las regula. Así, las ideas que pueden ser falsas -como las impregnadas en un discurso legitimando cierto statu quo- pueden irregularizar las relaciones para legitimar un poder político dominante.

Por el contrario, todo tema verdadero pero inconveniente para la “estabilidad y legitimidad del sistema”, (puede ser una reivindicación, la aparición de demandas populares, una nueva corriente política contestataria, etc.), se lo estigmatiza o se asigna un valor negativo que  se generaliza a través de la ideología dominante, y los medios masivos de comunicación – en su modalidad «periodismo amarillista» – , tienden a la desinformación de la población, esto es; a distorsionar y/o manipular la realidad de acuerdo con sus propios intereses (económicos, por mayor poder preferentemente, o de otra índole).

Así, ya podemos establecer la paridad de Ideología dominante o discurso dominante definidos como los que dominan frente a otros con los que compiten por la hegemonía cultural. En otras palabras, un discurso dominante es una formación discursiva vencedora, la que sobrevive al mayor rango de críticas en distintos medios y foros. Es decir, siempre habrá ideología. Es consustancial a toda comunidad organizada la existencia de una cierta estructura ideológica que estará compuesta por las distintas formas de conciencia social. La ideología tiende a conservar o a transformar el sistema social, económico, político o cultural existente. Por tanto, algunas ideologías pueden funcionar para legitimar la dominación, pero también para articular la resistencia en las relaciones de poder, como por ejemplo el caso de las ideologías feministas o las ecologistas.

No menos importante y ya como factor de dominación, mencionemos a la Estructura jurídico-política, formada por el Estado y el Derecho, es decir, en la organización política y las leyes que rigen el país. Esta esfera está estrechamente vinculada a lo que damos en llamar el sometimiento ideologico, que consiste en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo secundariamente con la ideología.

Por otra parte, sin embargo, la ideología interviene y justifica dirigiendo los actos personales o colectivos de los grupos o clases sociales, a cuyos intereses sirve. Pretende explicar la realidad de una forma asumible y tranquilizadora, pero acríticamente, funcionando solo por consignas y lemas, a esta actividad la conocemos como Función Ideológica. Cuando emergen actores políticos y sociales disidentes con la ideología vigente, y se organizan para la lucha por el poder en partidos políticos, sus conjuntos de ideas  o postulados fundamentales que los caracterizan en relación a cómo deberían funcionar las instituciones de un Estado, una sociedad o una población, las reconoceremos por ideologías políticas. 

En resúmen, esa concepción del mundo “rebelde”, aunque no se corresponda del todo a la realidad, es el sistema de ideas, de representaciones de la relación imaginaria (sucede en la mente) entre los individuos, o sea, – sus relaciones sociales – y las condiciones de existencia que quieren cambiar, es lo que domina el «espíritu» de tal grupo social. La evidencia muestra, en efecto, que la ideología y las instituciones diseñadas desde aquella, fueron el verdadero desencadente de las revoluciones en Occidente. 

Louis Althusser, pensador del marxismo estructuralista francés, refiriéndose a la ideología dominante, (curiosamente contradiciendo el acervo marxista), dirá que siendo una relación imaginaria de los sujetos con sus relaciones sociales,  ésta no es una forma de “engañar” o de “conciencia falsa” sino más bien una relación normal de individuos con la sociedad.

Ahora bien, ¿cuales serían los instrumentos utilizados por el poder dominante para irradiar e impregnar de su propia ideología a los sectores sometidos?. El propio Althusser, estudiando la existencia material de la misma se encargó de describir : se trataría de los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE): que se presentan bajo la forma de procedimientos o instituciones distintas y especializadas: sistemas religiosos, escolar, familiar, jurídico, político, sindical, información y cultural,  dando a entender una relación dinámica entre Poder, Ideología y Estado.

Estos aparatos ideológicos como se puede deducir, son múltiples, diversos y relativamente autónomos, pues en su mayoría no pertenece ni depende del Estado y, – en la mirada neomarxista de su autor – son susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que expresan los efectos de los choques entre la lucha de clases capitalistas y las luchas de clases proletarias.

Una consideración importante formulada por el propio Althusser para diferenciar y no confundir los aparatos ideológicos con los Aparatos Represivos del Estado (la otra ‘pata de la mesa’) es que, estos últimos tal como monopolio de la violencia legítima,  pertenecen al dominio público y es único. En cambio, los Aparatos Ideológicos del Estado funcionan de modo predominante plural y corresponden al dominio privado, entre otras diferencias. 

Lo que unifica su diversidad es su funcionamiento, en la medida en que la ideología según la cual operan, está siempre conjugada, bajo la doctrina dominante. Todos los AIE, concurren al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, (es decir, de las relaciones capitalistas de explotación), que es la de la clase que detenta el poder del Estado y dispone también de aquel aparato represivo, y está claro que la ideología dominante interviene en la organización de los aparatos en quienes recae principalmente el ejercicio de la violencia física legítima (ejercito, policía, justicia, prisiones, administración),  de lo que se sigue, que la misma clase imperiosa está activa en los AIE, en la medida en que la ideología dominante se realiza en tales aparatos ideológicos. Por ejemplo, el aparato de información atiborra por todos los medios a los ciudadanos con dosis diarias de esa ideología. A su vez, el aparato cultural promueve las actividades que según la ideología son sanas, desestimulando otras que puedan ser críticas o disrruptivas con el discurso hegemónico.

A esta altura, podemos ya compendiar algunas de las características funcionales de la ideología y elementos componentes del concepto:

  • La ideología es una categoría de análisis propiamente dicha.
  • Se trata de esquemas sociales interpretativos de ideas, valores o preceptos de grupos u otras colectividades que tienen la función de organizar o legitimar las acciones de grupo.
  • El hombre es por naturaleza un animal ideológico
  • No hay ideología sino por y para sujetos [Individuos que aceptan la sujeción a ella].
  • Toda ideología interpela a los individuos concretos, transformándolos en sujetos [adhesión y pertenencia].
  • No hay práxis política sino en y por una ideología. Aceptándola o combatiéndola.
  • Cada ideología existe siempre en un aparato y en sus prácticas, esta existencia es material.
  • El proceso ideológico no es un fenómeno abstracto o metafísico, aislado del medio social. 
  • La ideología asume movimientos permanentes y reviste un carácter flexible en su vinculación con el registro socio-histórico.
  • Una ideología es un tipo de pensamiento condicionado socialmente que suele no reconocerse como tal.
  • La ideología (dominante) para ser efectiva debe permanecer invisible ante nuestros ojos, por ello, resulta difícil registrarla como tal.

LA REPRODUCCIÓN DE LA IDEOLOGÍA DOMINANTE

Volviendo a Louis Althusser, en su obra “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, sostiene que  «El nuevo aparato ideológico que queda en posición dominante es la escuela, que ha reemplazado a la iglesia»,  denunciando a la escuela como un aparato esencial para reproducir la ideología capitalista, ya que realiza también una división del trabajo y transmite conocimientos teóricos y habilidades según la posición social que ocupa y ocupará cada estudiante cuando egrese y la educación es entendida como dependiente de la estructura social reforzando la dominación y legitimando la marginalidad.

Dice el gran pedagogo brasileño Paulo Freire : « Si la reproducción de la ideología dominante implica fundamentalmente la ocultación de verdades, la distorsión de la razón de ser de hechos que, explicados, revelados o desvelados trabajarían en contra de los intereses dominantes, la tarea de las educadoras y los educadores progresistas es desocultar verdades, jamás mentir. De hecho la desocultación no es tarea para los educadores al servicio del sistema »

Nadar a favor de la corriente ocultando siempre es más cómodo, que arriesgarse en favor de la “desocultación”. La clase dominante está siempre atenta a todo esfuerzo desvelador. Por ejemplo, si el programa educativo incluye el conocimiento de la estrutura de un presupuesto público, no serían indiferentes si, en la práctica docente, se avanza subrayando para los educandos, la naturaleza política y no solamente técnica, dejando claro que la lectura cuidadosa del presupuesto, revela las opciones político-ideológicas de los que se hallan en el poder. Ya hemos sido testigos de lo que ocurre cuando en el país – aunque también es apreciable en una ámbito municipal – cuando existen autoridades de derecha a cargo, y se pretende ‘profundizar conocimientos y contenidos’. La “politización” de los temas es inmediatamente criticado, censurado y demonizado por la prensa afín. Tengamos no obstante presente, que cuando en el espectro político se califica a un fenómeno de “politizado” o “ideologizado” automáticamente asume un modo negativo, no porque se politice en sí, sino porque se «partidariza», e ingresa al campo de las partes y de los intereses particulares de los grupos (sociales o políticos).

Desnudar la alta carga ideológica que tienen ciertos contenidos educativos, significarían la inteligencia de la historia como posibilidad, en que la responsabilidad individual y social de los seres humanos, «programados para aprender» pero no determinados, los configura como sujetos y no solamente como objetos.

Desde el punto de vista de los los intereses dominantes, es fundamental defender una práctica educativa «neutra», que se contente con la pura enseñanza – si es que eso existe – , o con la pura trasmisión aséptica de contenidos, como si fuera posible.

Así como para la derecha se trata de evitar, mediante la educación y la práctica militante de educandos, un conocimiento crítico mayor sobre las condiciones de injusticia forjadas y mantenidas en el sistema capitalista, se debe reconocer que cierta izquierda autoritaria o progresismo elitista, pretende alterar el contenido ideológico del dispositivo de dominación, pero solo dando consignas al pueblo, creando conciencia a fuerza de eslógans, pura propaganda. Esto es consecuencia de su descreimiento en la capacidad popular de conocer la razón de ser de los hechos.  Sin embargo, sin participación y diálogo con las clases populares, no se puede dar la “salvación” de nadie. A lo sumo, se entroniza su verdad revolucionaria como «verdad única», basado en su supuesto saber técnico y científico. Para el pueblo sería cambiar un poder oculto esencialmente injusto, por un autoritarismo mesiánico. Aquello de «cambiar de collar …».

Junto a Freire, sostenemos que es un equívoco considerar que «la buena educación popular es la que reduce la práctica educativa a la pura enseñanza de los contenidos» [desvelar fenómenos, investigar razón de ser de los hechos, etc.], como si esos “apósitos” aplicados a los estudiantes los librara de la ideología dominante, pero sé. Pero es tan erróneo como su contrario: «reducir la práctica educativa a puro ejercicio ideológico». 

Lo que sí es necesario desarticular en el campo de la educación, como cierre a este acápite, el discurso neoliberal de una posmodernidad reaccionaria, para el cual lo que importa es la enseñanza puramente técnica, la transmisión de un conjunto ‘x’ de conocimientos necesarios a las clases populares para su supervivencia. Este último es un epítome de la ideología capitalista del utilitarismo en la división del trabajo, para usufructo de la demanda patronal. Esta postura conservadora además de filosóficamente insostenible (y por eso, normalmente velada), es una desconsideración a la naturaleza del ser humano, que está mas bien  «programado para aprender», no solo para adiestrarse.

LA IDEOLOGÍA DENTRO DEL DISCURSO POLÍTICO

Se podría hablar de la Ideología como un elemento que da sentido, acciona y participa en el movimiento de la vida social y permite a algún sujeto observar cómo funciona en las relaciones sociales, puesto que ahí es evidente su efecto. Tengamos siempre presente que la ideología es el «cemento» que permite que se mantenga en pie el conjunto de la formación social. La política es una de las esferas sociales cuyas prácticas son exclusivamente discursivas; la conciencia política está, por definición, ideológicamente fundamentada; y las ideologías políticas son en gran parte reproducidas por el discurso.

En tanto que el Derecho, contiene al fenómeno político [el poder y sus relaciones], como elemento fundamental. Kelsen dirá que las normas «son el sentido de actos de voluntad, voluntad cuyo objetivo es el control social» o también respecto al plexo normativo; «técnica social que consiste en normas, que tienen el efecto en la conducta de los dominados, de hacer que éstos se comporten como quiere el dominador».

En la política, las ideologías juegan un papel específico en la definición de sistemas políticos, organizaciones, movimientos, prácticas políticas y conciencia política, todos divulgados o reproducidos por el discurso político. Las ideologías políticas subyacentes se expresan típicamente en el discurso político sea polémico o no, especialmente al referirse a contendientes o adversarios, al dar énfasis a nuestras cosas buenas y sus cosas malas, y restando énfasis a nuestras cosas malas y sus cosas buenas.

De hecho, el propio régimen democrático es en sí mismo una Ideología, aunque contenga contradicciones y fuertes matices. Por ejemplo, cuando asume el poder formal un gobierno neoliberal, el discurso político se limita a las estructuras y procesos institucionales de tipo nacional-estatal-política formal, y deja de lado el verdadero ejercicio de la ciudadanía en sus formas de participación directa. 

Esto es tolerado masivamente como efecto de las campañas de los AIE, que modifican la «cultura política» y los ideales de la sociedad, es decir, las creencias y sentimientos que ordenan y dan significado a un proceso político, ello a su vez, conduce a la «pérdida de los ideales políticos y a las normas de actuación de la comunidad política”. 

LO IDEOLÓGICO EN LA VIDA SOCIAL

Muchos prejuicios contingentes, son internalizados por los sujetos en mayoría, aunque no tengan base en lo real, por ejemplo; la fundamentación del dominio masculino en la naturaleza de las cosas, ese discurso es interiorizado en la sique haciendo de ello una forma de subordinación y se le otorga un significado. Sin embargo, el verdadero valor de la ideología reside en la externalización del resultado de una necesidad interna -cuando nos identificamos con un tipo de Ideología y la justificamos-, siendo esa externalización el resultado objetivo conductual que se espera de quien emitió el discurso ideológico, no de quienes resultan sometidos. (Ver caso Vicentín).

Existe una paradoja dentro de los procesos ideológicos emancipatorios, es que al querer apartarnos de lo que experimentamos como ideología es a veces la forma precisamente de volvernos sus esclavos, al introducir, sin darnos cuenta, esa misma represión interna (el autocontrol) como un elemento intrínseco al sujeto y psique humana.

MENSAJE OCULTO. LA DOMINACIÓN COLMADA DE IDEOLOGÍA

El concepto de Ideología debe ser desvinculado de una función ilusoria, como una representación errónea de la realidad o distorsionado de su contenido social, que mencionamos arriba especialmente impulsada por la concepción marxista. La Ideología no es necesariamente «falsa», pero conlleva una lógica oculta que es funcional respecto de alguna relación de dominio social -poder, explotación, subordinación, desigualdad, discriminación o bien de reproducción del contenido en sí- de un modo no trasparente. El dominio social, en términos sicológicos, es la motivación de la voluntad.

Esa misma lógica de legitimar la relación de dominación debe pertenecer oculta para resultar efectiva -el caso de los ordenamientos jurídicos, como las constituciones nacionales, estatales y los organismos encargados de la observación de esos preceptos, como las instituciones de impartición de justicia, o los observadores de derechos humanos-. Veamos la noción inmanente de la Ideología «en sí», como una doctrina, un conjunto de ideas, creencias, conceptos y demás, destinados a convencernos de su «verdad», y sin embargo al servicio de algún interés de poder inconfeso

LA IDEOLOGÍA DOMINANTE DENTRO DEL DERECHO 

El derecho ha sido descripto como Ideología por la teoría marxista original. A su servicio están las fuerzas represivas del Estado. Marx y Engels fueron competentes al advertir que el orden social en que se estructura la normatividad jurídica, está dado con base en el poder de una determinada clase social [capitalista neoliberal dentro del bloque histórico actual].

El Derecho en esa perspectiva, – considerado como derivado únicamente del Estado (visión monista) – es un conjunto de reglas que determinan la posición y función de los individuos miembros de un grupo social y, específicamente, la condición de dominación o subordinación en la que se encuentran,

Esa fuerza física o coacción de la que se sirven las comunidades políticas, tienen en común el uso legítimo de la fuerza y el control [soberanía]; al igual que la dominación organizada sobre un ámbito de dominio [su jurisdicción]. Con ciertas creencias y moral establecidas como fuentes de legitimación, regulan mediante disposiciones (normas y costumbres) las relaciones entre los hombres «en el interior» de sus conciencias y en cierto espacio geográfico.

LA CULTURA DENTRO DE LA IDEOLOGÍA

Es evidente la existencia material de la Ideología en prácticas ideológicas, rituales e instituciones. Los símbolos tienen gran poder como medios ideológicos para asimilar el destino de la sociedad, a la vez que muestran claramente que todas las interacciones entre humanos comparten una dimensión moral y, sobre todo, cultural, en su “racionalidad comunicativa”. Los ritos y símbolos fungen como códigos de lenguaje para el entendimiento de todos, lo que ‘tranquiliza’ y resta reacción negativa de las mayorías (lo que se comprende, aunque disguste, se termina aceptando).

Se ha examinado la naturaleza de esas interacciones, y la historia que se va produciendo en términos de explotación y dominación. Es así que se puede elaborar la crítica a la Ideología dominante – ahora neoliberal – implantada mediante aparatos de dominio que establecen normas de sujeción. 

Con los cambios de paradigmas en la sociedad posmoderna, de gran relatividad, es esperable que los mandamientos morales -que, admitamos, se encuentran impregnados de ideología- estarán superados.

Falseado que fuere al “contrato social” que sirvió en los últimos siglos para que se cumplan promesas, por su carga ideológica favorable a cierta dominación – y eso fue lo que evitó una intervención continua del poder para forzar los cumplimientos –, ya no es la fidelidad la base del respeto entre las partes, al orden social , lo mantiene el poder dictando códigos que norman los comportamientos, pero siempre con una pátina de carga ideológica convincente que actúa sobre el “mundo espiritual”, o sea, sobre la condición misma de la naturaleza humana. Todos nos sentimos interpelados, nos constituimos en “sujetos”, y al mismo tiempo, no nos damos cuenta que quedamos sujetados a la condición ideológica que nos interpela. 

Si en los últimos siglos era inherente al mantenimiento del trato el que las promesas se respetaran por lo menos sin una intervención continua del poder, ahora ya no es la fidelidad al contrato, lo que mantiene el «orden» social, sino que es el PODER el que dictamina la obediencia, cultura y trasgresión de las normatividades como una serie de códigos que norman los comportamientos. Los procesos económicos, merced a las relaciones sociales, actúan sobre todo el mundo espiritual, y con ello sobre la condición misma de la naturaleza humana.

CONCLUSIÓN 

Hemos visto que el ideario social común, no está realmente desideologizado, sino que es la expresión de una Ideología que ha ganado servidumbre. No son sistemas lógicos, sino socio-psico-lógicos, por tanto, que toda ideología tenga su necesaria estructura (con más razón si es la del Poder) no implica que sea consistente, o coherente en si misma (suele haber contradicciones entre sus postulados), develar esas heterogéneas fragilidades es una estrategia para comenzar a desmontarlas.

Todo individuo debe ser estimulado a pensar, si encuentra – en su modo de vivir cotidiano –, opciones relacionadas con los intereses directos de la clase popular que le representa. Si las prioridades de las necesidades atendidas por el poder de turno los incluye, o si, por el contrario, favorece aquellas de las clases dominantes.

En la historia se hace lo que se puede, y no lo que se quisiera hacer. Y una de las grandes tareas políticas que hay que cumplir es la persecución constante de hacer posible mañana el imposible de hoy, cuando sólo a veces es posible hacer viables algunos imposibles del momento. Para esa consecución, es imprescindible desnudar las operaciones ideológicas de quienes imperan en la sociedad, tomando conciencia de su verdadera escala axiológica, y la eventual incompatibilidad entre sus valores y los propios. 

Es menester que las mayorías tengan derecho a la esperanza para que, maniobrando el presente, tengan futuro. Para ello deben contar con un propio sistema de pensamiento, un conjunto de ideas o principios sobre los que se funde su particular manera de ver y abordar la realidad en todos los ámbitos; político, económico, cultural y hasta religioso. Imprescindible para elaborar un proyecto político superador o al menos para concretar la idea de una resistencia activa y consciente de los sujetos con respecto a las formas de dominación y desigualdad social.

Como quedó expuesto, toda ideología se trasunta siempre en el discurso. Solo hay que aprender a analizarlo para identificarla y dar eventualmente la lucha mediante una dialéctica de contra discurso y praxis política. Al fin de cuentas, se trata de anular el “monismo ideológico”. La emancipación depende de ello.

julio de 2021