El futuro de las ilusiones modernas o Neofukuyamismo

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

Del porvenir de la globalización ya hemos especulado en otro escrito, pero de la persistencia de algunas fuerzas políticas globales en cristalizar lo que se diera en llamar El fin de la historia planteado en los ’90 por Francis Fukuyama, politólogo estadounidense –la noción se remonta a Hegel, no obstante–, nos atrae por su pretendido alcance de transformación de la de la organización social de la humanidad toda.

Exégetas y detractores parecen acordar con el planteo en lo esencial de Fukuyama, incluso desde la progresía intelectual que, en teoría, se ubica en las antípodas ideológicas del autor conservador, por eso, nuestra perspectiva será de tratar a la generalización de su tesis como una ilusión moderna.

Francis Fukuyama: "La izquierda debería volver a representar una identidad  nacional"
Francis Fukuyama. Foto: El Español

El planteo del fin de la historia y la conflictividad social

Ese ensayista toma la noción marxista y hegeliana de la HISTORIA como transformaciones de la organización social, por tanto, asumió que, el régimen económico y político de los Estados Unidos constituiría el desarrollo último de la organización social, el estadio final donde habrían quedado resueltas las contradicciones esenciales de la sociedad. Al no haber más desarrollo posible; es el “fin de la Historia”. No niega que habría nuevos conflictos (raciales, culturales y sociales), sino que el capitalismo y la democracia liberal serían el último estadio, que se expandiría desde los países centrales al resto. O sea; siendo que las necesidades estarían satisfechas por ese régimen, ya no habría razón para transformaciones generales de origen revolucionarias.

Su tesis es peculiar en cuanto a que enfoca que la conflictividad social se resuelve en términos de geopolítica, es decir de confrontación de Estados, asocia a cada uno de ellos a un “sistema de gobierno”; democracia liberal, fascismo o comunismo. Deduciendo que, a partir de la caída de los últimos, se consagra el triunfo del liberalismo capitalista, y ello sería equivalente al fin de la lucha de clases (y al fin de la historia), pues afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento [thymos] de los hombres, se ha paralizado en la actualidad, debido a la disolución de las aquellas “opciones”, la historia entonces, como lucha de ideologías (el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas), habría terminado.

Si la única opción viable fuera la democracia liberal, tanto en lo económico como en lo político, y el ejemplo práctico la de Estados Unidos, definimos el concepto de “PENSAMIENTO ÚNICO”. Pero, ¿sería acaso el capitalismo el último estadio de evolución social del hombre? ¿Dieron acaso ese binomio (capitalismo + democracia liberal) respuesta a las necesidades de la humanidad?

Capitalismo: origem, características e críticas - Brasil Escola
Foto: UOL

Samuel Huntington, el padrino de la fórmula del “choque de civilizaciones” y crítico de Fukuyama, dirá en cambio que, la política mundial sigue presentando líneas de falla, conformadas por 5 o 6 zonas culturales importantes, que podrán coexistir, pero nunca convergir, por sus valores divergentes, por tanto, el mundo no marcharía hacia un sistema único global, sino al “CHOQUE DE CIVILIZACIONES”. O sea, desplaza la conflictividad desde la HISTORIA [fuerzas productivas /organización social] a la CULTURA [cualquier tipo de conflicto].

Como sea, ambas pecan de ingenuidad en nuestra visión; por un lado, la democracia liberal y la economía de mercado no se está consolidando en todo el mundo, como daban ambos por sentado, aunque sí incluyó nuevos países especialmente de Europa del Este, de pasado comunista y, por otro lado, aspiran a una “sociedad sin conflictos”, lo que de por sí desnuda un idealismo absurdo.

Ernesto Laclau dice refiriéndose al sujeto emancipatorio, que, del discurso de izquierda en torno a la homogenización y eliminación de diferencias del siglo XX, se pasa al desafío de articular la enorme proliferación de diferencias, en un discurso político moderno de emancipación más global. Pero este pensador progresista, admitiendo que ya el sujeto revolucionario no es la clase obrera, parecía coincidir en el triunfo histórico del modo capitalista, y se conforma con reformismo.

De nuevo, para Fukuyama, la fuerza primordial de la historia y política no es la pluralidad de culturas sino el avance de la “modernización”. Es la retaguardia de los amenazados por ella que reaccionan, especialmente opositores al respeto por los DD.HH. Y aquí llegamos a una nueva concordancia entre el progresismo y el conservadurismo del autor: “un capitalismo con derechos humanos”, que se contrapone al “neoliberalismo” o “capitalismo salvaje”, como si no fuera este último el que se ha consolidado en las últimas décadas. El capitalismo humanitario es el que “pregonan” los EE.UU. también. ¿Principios morales, o puro cinismo?

La UNSAM despide a Ernesto Laclau » Noticias UNSAM
Ernesto Laclau. Foto: UNSAM

La catástrofe de aproxima

Hasta ahora, el predominio del modo de producción capitalista en gran parte del orbe, dejó como consecuencias un empobrecimiento en términos relativos de la mayoría de la población mundial, una acelerada disminución de recursos naturales aprovechables e incluso extinción de especies de fauna. El calentamiento global y sus manifestaciones como cambio climático, que produce sequías, desertificación y temperaturas (altas y bajas) que inhabilitan muchos territorios otrora aptos para cultivo o cría de ganado, que naturalmente deriva en hambrunas y escasez. Estas evidencias movilizan a grandes (y crecientes) grupos sociales en pos de una transformación económica y política de la sociedad en su conjunto, (¿revolución social en ciernes?). Todo esto no lo avizoró ni Fukuyama ni sus exégetas, y esta puede ser una crítica válida.

La crisis financiera y económica que trajo el modo neoliberal a gran parte del mundo, indican que los problemas no se limitan a alguna injusticia distributiva. En realidad, en los países centrales, los remezones bursátiles en los últimos años, hizo perder más dinero (capital) a la clase media norteamericana y a sus pensionados, que lo que sufrieron las sociedades de países periféricos. Pero al igual que en el resto del mundo bajo el régimen capitalista, la concentración de riqueza se hace notar, de modo que en la actualidad la brecha entre salarios promedios de la economía ‘central’ y la de los CEO y staff ejecutivo de grandes corporaciones, se multiplico sideralmente. Hay desigualdad creciente en los mercados principales [asemejándose a la de los periféricos].

Evidencias suficientes, para probar que el capitalismo «fukuyámico» no está resolviendo los problemas de la humanidad, sino hundiéndola en la barbarie como veremos luego. Para coronar este aserto apuntamos que el poder económico real del mundo noratlántico, aprovechando la laxitud en los controles financieros, y las medidas desregulatorias aplicadas desde los ’90; FUGA CAPITALES a paraísos fiscales, eludiendo o evadiendo el pago de tributos en esas naciones del primer mundo, por lo que los gobiernos del G20, por ejemplo, comenzaron a dar muestras de preocupación, y tienden a legislar captando parte de esas súper rentas.

GRÁFICO | Mapa con los principales paraísos fiscales #panamapapers
Mapa con los principales paraísos fiscales. Foto: EP

Ética

Existe necesariamente un equilibrio entre los deseos pulsionales [Sujeto] y la cultura [Sociedad] (cuya razón de existencia es la protección de la naturaleza, y para ello, desarrolla el conocimiento de la misma, y su dominio o control). Pero muchos conocimientos o enseñanzas son fantasiosas siendo no fruto de la experiencia sino de especulaciones intelectuales, ergo; son ilusiones [creencia motivada para cumplir deseos] de esclarecer los enigmas del universo (antes que la objetividad y realidad).

La posmodernidad, con su carga de materialismo y psicoanálisis, implicó la “caída” de las pretensiones de universalidad y eternidad de los VALORES MORALES. Esto se fundamenta en la revelación del origen absolutamente humano de esos principios, lo que entraña su inmediata relativización y ya no serían fuentes de certidumbres.

Tengamos presente que la creciente homogeneidad cultural y de los “estilos de vida”, y, la progresiva interdependencia de todas las esferas de la vida social, caracterizan a los tiempos modernos.

De ilusión también se vive

La religión sigue siendo – como siempre – la principal ilusión a nivel popular. Pero las ilusiones de clases medias e intelectuales que predominan son más “laicas”, al modo de los valores éticos, que consiste en mantener la reflexión «erudita» en la metafísica (ética), de las deconstrucciones lingüísticas y literarias, y, en general, de las derivas postmodernas. Estos resultarían los límites que regularían la vida en armonía de la nueva sociedad, después del Fin de la Historia tal como compraron líderes e intelectuales (incluyendo progresistas).

En otras palabras, se pretende eliminar la religión de la cultura occidental, pero para ellos debe implementarse otro sistema de doctrinas, que tenderían a los caracteres psicológicos de la religión, su misma sacralidad, rigidez, intolerancia, y que para preservarse dictaría la misma prohibición de pensar según apuntaba Freud. El cambio de una ilusión por otra. Admitamos, sin embargo, que la confianza en la Ciencia misma, también es un poco ilusoria.

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Vaticano. Foto: Xataka

En todo caso, como colofón a esta parte introductoria podemos señalar, que existe una contradicción palpable del fukuyamismo generalizado y los discursos posmodernos, respecto de la razón y la experiencia. Ambas parecen negar la “realidad” proyectada por esa perspectiva.

Barricada de esperanza

Sin duda – y afortunadamente –, existen otras visiones, incluso algunas antiguas ya, que se proponen como opciones ideológicas al neofukuyamismo, ellas y la constatación empírica de nuevos fenómenos de protesta y crisis económicas, pandemias y guerras, que han producido un giro en cuanto a la intervención estatal en asuntos sociales generales, reafirmando el rol del Estado y la preminencia de políticas nacionales sobre las tendencias exógenas, nos lleva a concluir que la Historia Universal no ha acabado, y que el presente propone siempre alternativas de futuro.

Desde el punto de vista filosófico, el profesor de origen japonés, adhería como dijimos a la tesis de Hegel, en cuyos términos se concibe la Historia de la Humanidad como un proceso único, que paulatinamente va englobando los pueblos y culturas del mundo, superándose a sí misma como en una escalera, pero de caracol. Y esto último es porque a veces, la Historia da giros que, si bien parecen retroceder a la humanidad, en realidad es en pos de un bien mayor, que se logra con la superación de esos desafortunados episodios (por ejemplo, los fascismos). Esa era la justificación hegeliana y argumento de Fukuyama, para sostener que el camino siempre es único y unívoco, por más que haya “momentos” disruptivos en la marcha.

El caso es que Hegel, que señalaba esta dirección evolutiva o tendencia de la Historia Humana , en que se crecía a partir del aprendizaje de errores, sumando racionalidad y moralidad en el conjunto, no necesariamente cristalizaría un “Final Feliz”, pues el rumbo sería asintónico [se acerca a otra línea indefinidamente sin llegar nunca a encontrarla], en cambio, el investigador ‘se jugó’, al sostener que el camino efectivamente conduce a ese “Final Feliz”, lo que se daría mas temprano que tarde al caer todas las economías planificadas, que en realidad no sucedió, sino más bien todo lo contrario. Las economías que más crecieron y se desarrollaron en los últimos 30 años, fueron precisamente economías planificadas desde el Estado: China y Corea del Sur.

China advierte a Corea del Sur sobre escudo antimisiles | El Mundo | DW |  05.09.2016
Foto: DW

Su invitación a todos los países, especialmente del Tercer Mundo, fue de sumarse al modelo norteamericano, si es que querían acabar definitivamente con sus desdichas. La «utopía realizada» que debiera ser universalizada para todo el planeta y para todos los tiempos.

Toda la épica histórica del hombre buscando su identidad, habría llegado a su fin; El ciudadano democrático laico que goza de libertad económica representa “el último hombre” [en términos evolutivos], por eso propugna el paradigma del hombre promedio estadounidense, como obra cúlmine. Sus costumbres consolidadas y sus leyes, serán eternos parámetros para el resto.

No se niega en la tesis de Fukuyama que el mundo seguirá conociendo conflictos, accidentes, pesares, ajustes, sino que ofrece un marco conceptual de la autocomprensión de la Humanidad. Pero siempre con el prisma occidental. Además, logrando el equilibrio del habitante contemporáneo asimilado a un estándar de vida «american way», se acabarían las revoluciones de verdad, no las de propaganda.

Todos los sucesos traumáticos para la humanidad que sucedieron desde la aparición de la obra de Fukuyama, como guerras, intervenciones, crisis del 2008, primaveras árabes, atentados en Europa, pandemia, etc., no deberían modificar substancialmente el punto de vista del escritor. No altera el paradigma vigente. El argumento del pensamiento neofukuyámico es que esas novedades ‘empíricas’ son problemas técnicos en resolución; desvíos que se autocorrigen. Claro que esa condición de paradigma dominante pudiera cambiar si se produce una crisis global verdaderamente sistémica y que a resultas de la cual brote un nuevo pensamiento.

La Posmodernidad en la actualidad, fuera de aquellas coordenadas

La Posmodernidad reside precisamente en señalar que existe ya un nuevo pensamiento, solo que no acuerda con la tesis de Fukuyama, y visualiza a la modernidad como una ‘época exitosa’, pero considerando que se ha desbordado a sí misma, generando fenómenos inéditos y poniendo muchos elementos de la vida actual en discusión, que demandan análisis y respuestas distintas de las habituales del mundo capitalista, y en ese sentido se aleja del “camino unívoco fukuyámico”. Es la dimensión crítica de la modernidad.

No se trataría de una nueva época posterior a la modernidad, simplemente la postmodernidad es una reinterpretación interna que la misma modernidad debe hacer, para explicar su deriva hacia el mundo actual que construyó, especialmente algunas de las características socio-tecnológicas que sobrevinieron, como el empleo omnipresente de la POSVERDAD, o el uso de las redes sociales para comunicar selectivamente a los individuos. La creación a nivel comunicativo de un mundo de apariencias representado, que no es controlado democráticamente, pero que genera confianza en la población.

En general, las fuerzas de derecha, neoliberales o conservadoras, han fomentado un mensaje retórico y sofístico sobrerrepresentado, pero que paradójicamente presentan consignas antiglobalizadoras, es decir, que afectan las políticas de relaciones exteriores del imperio, al que dicen representar. Esto perturba la imagen de la potencia hegemónica que se pretende preservar como tal, y que el fukuyamismo deposita toda su confianza general en la «hegemonía racional» de los Estados Unidos.

Donald Trump y Mauricio Macri se reunieron en Estados Unidos - El Economista
Foto: El Eco

Ya hablamos de la tesis de Huntington, que no converge con la de Fukuyama, pero, así como la del nipón genera angustia por no presentar alternativas al camino civilizatorio por el que marchamos, la de Huntington es temeraria al pronosticar el choque cruento de diversas civilizaciones (él describe 9) que, cerradas e incompatibles entre sí, pueden degenerar en una Tercera Guerra Mundial que acabaría asolando el hemisferio Norte, por lo menos.

Otra visión –que puede ser la nuestra– es que, en el fondo, la tesis de Fukuyama es complementaria a la de Huntington, pues en el peligro global de enfrentamientos entre civilizaciones, el deber de EE. UU. para ambos autores, es seguir liderando al mundo desde su posición superior [Imperial]. Este ideario mixto es el que se le conoce como “Neofukuyamismo”; Huntington describe razonablemente lo empírico, mientras que Fukuyama crea las normas de funcionamiento.

Cierre

A esa opción histórico-ideológica que hoy prevalece, podemos mostrar en el presente otras opuestas, pensemos entonces en, por ejemplo, recuperar el Estado de Bienestar, o, que habría que experimentar una democracia radical y no sólo representativa, asumir que el sistema capitalista es contingente e histórico, no absoluto y necesario postulado por Fukuyama, y creído por muchos líderes. Etcétera.

LA HISTORIA UNIVERSAL NO HA ACABADO, las vicisitudes nos proponen perpetuamente alternativas de futuro. Las coyunturas siempre han de ser analizadas, para optar por el mejor camino; NO hay uno que sea inexorable. Pero para ello, hay que librarse –aunque sea intelectualmente– del enorme aparato propagandístico puesto en marcha para forzar un destino inapelable para los pueblos.